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Follow the leader

Jugadores del Córdoba celebran el ascenso a Segunda en 1999 en Las Tendillas.

Paco Merino

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Todos bailábamos en Las Tendillas aquella estúpida canción, promesa de un cacao eterno. Follow the leader (sigue al líder) tronaba en la céntrica plaza mientras el personal lo celebraba cada cual a su modo, como cuando ponen trap de madrugada en una verbena de pueblo. Nadie sabía cómo coreografiar sus sensaciones ante algo nunca vivido. Lo de ascender de categoría sólo lo habían visto por la televisión la mayoría de los que acudieron a una concentración popular sin precedentes. El propio Escalante -el entrenador del ascenso, el de los ascensos- admite que no podía sacarse de encima la impresión de que en cualquier momento iban a decirle que aquello era una cámara oculta o que cualquier club iba a impugnar el partido o que la Federación anulaba el resultado o quién sabe qué. El 30 de junio de 1999, el Córdoba salió de la Segunda B después de 17 años rumiando penas, frustraciones y meteduras de pata. Dos décadas después, ha regresado al punto de partida.

Arriba, abajo, arriba, abajo, todos arriba, abajo, arriba, abajo. Y ahora una mano en el aire, y girar de izquierda a derecha. Izquierda, derecha. Sigue al líder, líder, líder, sigue al líder. Gire a la izquierda, gire a la derecha, gire a la izquierda, gire a la derecha. Aplaudir y esperar. Por ahí iba la letra que pergeñaron los componentes de The Soca Boys, un grupo holandés del que nunca más se supo. Un one hit wonder en toda regla. Como lo del Córdoba en Primera. Aquel tema -ahora un clásico en bodas y episodios terminales de saraos etílicos- fue una premonición de lo que estaba por llegar para el club, que ha mantenido una seña de identidad en estos veinte años: inestabilidad permanente. Diez presidentes y treinta y tres entrenadores después, todo vuelve a empezar. Decir que lo hace desde cero sería un planteamiento demasiado optimista.

El cordobesismo no se ha aburrido. Ha tenido tiempo y motivos para ilusionarse y para indignarse. El mundo ha cambiado, pero el fútbol mantiene sus viejos códigos. Los presidentes suelen conservar un aire mesiánico que critican los mismos que se lo reclaman. En El Arcángel se buscan salvadores: el año del ascenso hubo una gestora y un presidente circunstancial, Manolo Oviedo, que traspasó los trastos a Manuel Palma Marín, quien solo duró un curso y salió por piernas para no regresar. Todo eso, después de un éxito monumental. A partir de ahí, una colección de paradojas, pifias y alegrías puntuales y extremas. Un ascenso a Primera después de 42 años fue el punto más alto en la vida deportiva del club. El efímero paso por la élite terminó pervirtiéndolo todo y dejando la horrible sensación de que ese rango le venía grande al club y a la ciudad. Si no fue así, habrá tiempo de arreglarlo. Se podrán hacer proyectos mientras la afición espera ver en el próximo calendario cuándo juegan contra el Sanluqueño o el San Fernando.

La realidad actual es la que hay. Mientras encaja su cura de humildad, el Córdoba necesita un planteamiento seductor para enamorar otra vez a su gente y pensar en tiempos mejores. ¿Cómo lo hará? Quién sabe. Tocará los resortes de siempre y es bastante probable que le funcione. Históricamente, lo de planificar no se le ha dado demasiado bien. Lo suyo es el baile en el alambre en lo económico, el autoengaño consciente -en gran parte de la afición, por pura higiene mental- y el contrapronóstico como sello. En estas dos últimas décadas, el Córdoba subió en la ruina y después de un encierro, descendió a Segunda B en el año del cincuentenario con un presupuesto récord, se metió en Primera con un gol en el descuento tras una invasión de campo en Las Palmas y regresa a la división de bronce después de ser colista y el más goleado de todo el mapa del fútbol nacional. Nada estaba previsto. Salió así.

Veinte años. La salida de la Segunda B con plantilla cordobesa y Escalante al frente. Líderes de Segunda en el Calderón. Salenko, un bota de oro del Mundial, se pasea por la ciudad. Robert Fernández, un ídolo. Rafael Gómez echando a Escalante y fichando a Pirri y García Remón para hacer del Córdoba un “pequeño Real Madrid”. Las salvaciones en el último partido de Getafe y Leganés. El Cincuentenariazo Cincuentenariazoy la épica del fracaso. En Segunda B con Javi Moreno y jugando derbis provinciales contra el Villanueva. Campanero, como siempre. Escalante, como siempre. La hazaña de El Alcoraz con los 125 que fueron mil. La salvación en Anoeta con la Liga terminada tras el penalti fallado por Abraham Paz en Alicante. La reclamación del Cádiz y Kiko Femenía. El bienio tranquilo de Lucas Alcaraz. Llega Carlos González con Paco Jémez. En la 11-12 vuelve el fútbol a El Arcángel: play off de ascenso a Primera y la mejor clasificación en 40 años. Fichajes y ventas. De Hervás a Andrés, pasando por Florin, Guardiola, Fede Vico o Aguado. Crecimiento deportivo y fractura social: el drama une, las aspiraciones asustan. Jesús León, Luis Oliver y Sandoval se alían para construir -previo pago de su importe- un milagro. El Córdoba sale de su zona de confort y vuelve a ella llorando. Rafa Navarro, pieza clave del Córdoba en el ascenso de 1999, es el entrenador al que le endosan el descenso -construido a pulso y de autoría coral- del 2019. Fin y principio.

Experiencia es el nombre que damos a nuestras equivocaciones. (Oscar Wilde)

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