El extraño regreso
Aprieta el calor. Como es habitual en verano, por otro lado. Pero no es costumbre lo de este año a orillas del Guadalquivir. Una vez más, los termómetros superan los 40 grados centígrados. Son las ocho de la tarde y el estadio presenta un aspecto raro. La grada aparece, en su mayor parte, despoblada. Faltan 30 minutos nada más. Quizá la nueva tradición sea apurar al máximo. Con la que cae, para qué llegar antes. También tiene su lógica. Los sectores destinados a aficiones visitantes comienzan a contar con mayor presencia cada minuto que transcurre. “Entra un poco de airecito por aquí, menos mal. ¡Qué horror!”, apunta un seguidor del Cádiz, porque ése es el primer rival del curso, situado en la zona más alta del Anfiteatro. El comentario lo lanza a quienes en ese momento arrancan sus crónicas. El sudor acompaña en la frente del hombre y de los periodistas.
Este sábado es ese día en el que otro viaje empieza. Ése en el que la ilusión brota una vez más con ímpetu. Sobre todo cuando el período recientemente anterior resulta tan positivo. Ocho de ocho y tal. Pero la Liga es otra cosa. Desde este instante el triunfo vale tres puntos y la derrota un palmetazo en la cara. Existe confianza en la afición, que al final acude en buen número a El Arcángel. Suena el himno y al tiempo cánticos de los seguidores del Cádiz. Bonito duelo en la grada, que lo es menos cuando algún que otro visitante no respeta a los plumillas. En cuanto al fútbol, las sensaciones saltan por los aires cuando apenas transcurren poco más de 30 segundos de partido. Gol del cuadro amarillo y mazazo para el Córdoba y su gente. Es raro el comienzo. Como lo es también el desarrollo del encuentro, sin que el conjunto blanquiverde sepa salir del agujero en el que el adversario le metiera desde el inicio.
Ya en ese momento, en el primer silbido del árbitro, la hinchada califal sabe que al descanso tiene una nueva cita de psicoanálisis. En el psicólogo es posible que termine alguno que otro con esta iniciativa. ¡Es otra lámina del Test de Rorschach! El anuncio primero llega antes del choque, que tiene su punto de partida tras un respetuoso y emocionante minuto de silencio. El mutismo es total en El Arcángel, también donde se sientan los gaditanos, para honrar la memoria de las víctimas de los atentados de Barcelona y Cambrils, así como de Alfonso Gómez. Un expresidente que ya no está, pero que no se va. La memoria mantiene vivas a las personas. Después, una historia de fútbol un tanto desconcertante. El Cádiz manda porque únicamente maniata a un Córdoba estresado, sin respuestas. Y antes de poner rumbo a los vestuarios, otro gol. Más sal en la herida que nadie esperaba se abriera de repente.
Resulta complicado asimilar qué sucede. Del ocho de ocho al cero a dos. Un juego numérico que escuece al cordobesismo, que trata de combatir a la afición visitante en el terreno de los cánticos. En el tiempo de asueto, una lámina aparece en el vídeo marcador. “¿Quién es ése?”, se preguntan algunos. Los cadistas no entienden muy bien la jugada. Y no pocos dan -damos- por hecho en un principio que se trata del tal Giannis Gianniotas. Pero no. El secreto no se resuelve a lo largo del segundo acto. Tampoco tras el partido. Hay que aguardar -o no- hasta las 20:00 del domingo. Si el estudio facial no falla, es Sasa Jovanovic -descubierto cerca de la medianoche-. Que no falte el entretenimiento (¿?). En cuanto al fútbol: poco relato. El Cádiz mantiene el control del partido y el Córdoba sólo es capaz de marcar un gol que ni siquiera es celebrado. “Lo ha anulado”, comenta alguien. No, es que simplemente el árbitro ha decretado el final sin apenas dar segundos de escasa felicidad. Bienvenidos a otra temporada. Éste es el extraño regreso.
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