¿Qué diría Abilio de todo esto?
Hay entrenadores que aseguran que pensar demasiado distrae, que no es conveniente hacerlo y que el buen jugador es el que ejecuta con fidelidad lo que se le ordena. Y punto. Para pensar ya está él. Luego están aquellos técnicos que apuestan por la libertad, por la asunción de responsabilidades y la creatividad plena en una cancha. Seguramente eso les sirve -además de para quedar bien en este imperio de lo políticamente correcto- para repartir culpas si las cosan no salen o para escabullirse ante los desafíos que exigen algo más que apelaciones al orgullo y las vísceras.
Abilio Antolín no se enmarcaba en ninguna de estas corrientes. De hecho, fue un personaje inclasificable, una paradoja viviente. El primer entrenador de baloncesto -con titulación nacional- que hubo aquí. El padre -junto a su compadre Andrés López- de este deporte en Córdoba. Falleció en 2015. Desde entonces, por estas fechas, sus amigos se reúnen para rendirle homenaje del mejor modo que saben: jugando al baloncesto y compartiendo anécdotas en animada charla sobre la vida y milagros de un hombre que mezclaba el gag y lo sublime con categoría infinita.
Durante este fin de semana, el pabellón Menéndez Pidal de la Universidad de Córdoba (UCO) ha acogido un programa de partidos amistosos en los que intervienen todos los equipos de la cantera del CBE Ciudad de Córdoba, a día de hoy el más alto representante de la capital -junto al Maristas- en el deporte de la canasta. Milita en la N1, la quinta división nacional. Bastante lejos de ese cielo vetado de la élite con el que se soñó en la ciudad -con más fundamento emocional que real- durante los tiempos en los que Abilio Antolín manejaba las riendas del añorado Cajasur. Un club criticado por sus métodos arcaicos y su cortedad de miras. Eso se decía entonces. La perspectiva del tiempo, como suele suceder, aporta otra visión al asunto.
Casi veinte años después, ningún proyecto ha superado los logros que aquella peculiar sociedad liderada por Andrés y Abilio, quien seguramente tendría ácidos comentarios al respecto. Hasta sus últimos días entrenó -sin cobrar un euro- en la pista del Colegio Europa a chavales altos que querían ser jugadores de baloncesto. Su carpeta con apuntes a lápiz era la biblia. De allí se nutrieron muchos de los que compartieron pista en este cuarto Memorial Abilio Antolín. El CB Moriles -su último equipo, al que dirigió en la Liga Provincial- y el senior del Ciudad de Córdoba disputaron un duelo ya tradicional en el final de la pretemporada.
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Aprovechando la celebración del 15º aniversario del Ciudad de Córdoba, el Memorial contó con la participación de varios clubes andaluces. Hubo representantes de Málaga Basket, CB Gines, CAB Linares, CDB Cabra, CB Montilla, CB Maristas Córdoba y CB Pozoblanco durante la jornada del sábado. El domingo era el turno de los equipos del CV El Carmen, CB Maristas Córdoba, UCB Concordia y CB New Córdoba. También, por supuesto, estuvieron presentes todos los equipos de las divisiones formativas del Ciudad de Córdoba, que desde la más estricta humildad -una posición tan noble como obligatoria- trata de mantener encendida la llama de un deporte que ya ni siquiera tiene cabida en el Palacio Municipal de Deportes Vista Alegre, cuya construcción tuvo mucho -casi todo- que ver con la previsible -y sistemáticamente frustrada- expansión del baloncesto cordobés.
Hace veinticinco años el pabellón se inauguró con un torneo al que acudió la selección de España -al frente Lolo Sainz, en la pista un tal Epi- y, en el ámbito doméstico, con un Cajasur que jugaba en Primera División B con diez cordobeses, un gallego (Koke Rama) y un americano (Coleman). El entrenador era Abilio, el hombre que siempre tenía razón.
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