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El Córdoba se desangra en un reino en rebelión

Abel lamenta una ocasión | MADERO CUBERO

Paco Merino

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El conjunto de Djukic vuelve a ofrecer otra insuficiente ración de lucha sin acierto y cae ante el Villarreal | El Arcángel estalla al final

¿Cómo se detiene esta hemorragia? Al Córdoba se le escapan los puntos, la vida y la gente. La temporada del retorno a Primera División corre el serio peligro de convertirse en una tortura china, una agonía perpetua de un equipo -un club- desbordado por las circunstancias o, al menos, incapaz de hacerles frente de una manera competente. A la decimotercera tampoco tocó. El Córdoba juega a la lotería sin comprar los boletos. Fía su suerte a un imposible. Ya gastó la bala del cambio de entrenador, pero Djukic ya dejó claro a los pocos días de arribar a la turbulenta entidad cordobesa que no es un santo ni un mago. Ante el Villarreal no sucedió el milagro que, hoy por hoy, sería una victoria del Córdoba en un partido de competición en la élite del fútbol. Hizo demasiado poco ante un adversario mejor. Y lo peor es que dio la impresión, como otras veces, de que hizo todo lo que pudo. Si le alcanza hasta aquí, su porvenir será tan oscuro como lo es ahora su presente.

Colista de la Liga, sin ganarle a nadie, mira el calendario buscando a alguien de “su Liga”. Mientras eso sucede, las fechas corren y la impresión es que está metido en un mundo ajeno, que no le pertenece. Resulta duro verlo así. Por eso muchos seguidores no quisieron contemplar el castigo y se marcharon antes de tiempo. Las gradas de El Arcángel terminaron con la mitad del público que entró con la esperanza de ver lo que hasta ahora está vetado al ojo cordobesista: un triunfo en Primera. Y los que se quedaron, los fieles de siempre, se dedicaron a exponer su parecer sobre la gestión del club. A González le cayeron encima unas cuantas dedicatorias hirientes. El Córdoba se desangra. Además de las nuevas heridas, se reabren viejas cicatrices. Mal asunto.

Para empezar, Campabadal. El lateral catalán fue la gran y única novedad en un once que tuvo a diez integrantes repetidores de la tarde aciaga del Martínez Valero. Ya fuera como muestra de confianza o como posibilidad de redención, la apuesta por la continuidad lanzada por Djukic proporcionaba al menos una cierta sensación de seguridad. Con todos los matices que eso conlleva en un equipo que llegaba a la jornada 13 sin haber ganado a nadie. El serbio va teniéndolo claro. Ante circunstancias críticas, soluciones (o intentos) contundentes. Con la victoria como necesidad perentoria, el Córdoba se plantó con brío. No era para menos. Simple cuestión de respeto a una afición que sigue acudiendo a El Arcángel con una esperanza conmovedora, creyendo que cualquier día verá lo nunca visto. Seguirá esperando.

Con la cartilla bien aprendida, el Córdoba mostró unas cuantas virtudes en el inicio. Solidario en el esfuerzo, con los jugadores ajustando la marca, sin pifias ni tonterías. La posesión fue suya. Con cierto empaque, incluso. Le faltó algo. Lo de siempre. Lo fundamental. Sobar el balón no basta y de medio campo para arriba no hubo lugar a la creación de ocasiones de gol. A Fede Cartabia ya le conocen todos y saben lo que hay que hacer para que el argentino no alborote con su fútbol vistoso y anárquico. El 10 casi siempre terminaba sus acciones retorciéndose sobre el césped y el árbitro no pitó ni la mitad de lo que el rosarino reclamó. Así son las cosas en Primera. Y para un colista, más.

Un disparo desviado de Borja fue el primer síntoma de vida ofensiva en un Córdoba que actuaba con aplomo. Se le rechistó por parte del público alguna cesión atrás, pero la consigna era no rifarla y buscar la fórmula más segura. Y si ésa era echársela al portero o buscar el desahogo con Abel, pues se hacía y punto. Parecía que todo marchaba razonablemente bien para el Córdoba, que desprendía buenas vibraciones ante la grada. El Villarreal aguardaba su momento y le llegó. En el minuto 24, Cheryshev agarró la banda con ganas y se metió como un relámpago, dejando atrás al guardián de la zona -Campabadal- para colocar un centro al que llegó, con ventaja, un atinado Vietto. El 0-1 dejó helado a El Arcángel y atenazado al Córdoba, que ya no volvió a ser el mismo.

Ghilas pudo reparar la avería apenas un minuto después del mazazo amarillo, tras recoger un buen servicio de Borja, pero su duro lanzamiento lo detuvo en dos tiempos Sergio Asenjo. El Córdoba sufrió una fase crítica. Los de Marcelino gobernaron la situación ante el runrún de una grada en la que los cánticos de los fondos sonaban a balada triste. En el minuto 38, Ghilas se encontró con un balón suelto en el área y se hizo un lío. Al final, ni siquiera remató. Pero la acción despertó a los aficionados, que se entusiasmaban con cualquier cosa. Un centro de Fede Cartabia en el minuto 44 no lo capturó nadie, pero el rechace llegó a los pies de Abel. El sevillano le pegó con furia y la mandó a la grada. El intermedio trajo un concierto de silbidos camino de los vestuarios.

El segundo tiempo irrumpió con ambiente bélico. Un casi gol del Villarreal para abrir boca, una exagerada simulación de lesión de Vietto que desembocó en un concierto de empujones y tres tarjetas (Vietto, Íñigo y Deivid) de Estrada para poner el ambiente a punto de ebullición. Una acción brillante de Fede, que sirvió una pelota en profundidad a Ghilas, terminó con un disparo al lateral de la red. El Córdoba luchaba y daba lo que tenía. El Villarreal, cómodo, se dedicaba a contemporizar y a buscar las contras. Los de Marcelino, pese a las bajas con las que llegaban, mostraron solidez. El golpe definitivo llegó en el minuto 70 y de la manera más absurda. En un saque de córner botado por Dos Santos, el balón llegó al recién salido Uche, que pisó la pelota y la picó para que entrara en la portería local. En el primer palo no defendía nadie y a Juan Carlos le sorprendió la trayectoria del balón.

Al Córdoba ya no le salía nada de lo que intentaba. Los jugadores eran un manojo de nervios y la grada una convención de desencantados. Las salidas de Fede Vico y, ya al final, de Carlos Caballero -aplaudido por la afición-, no arreglaron nada. Djukic observaba desde el banquillo, hierático, cómo los suyos terminaban a merced de un adversario que simplemente se limitó a despachar su jornada laboral sin alardes. Un trabajo funcionarial le bastó al Villarreal para noquear a un Córdoba que es un monumento al quiero y no puedo. El personal, avinagrado, fue desfilando por las bocanas de salida sin querer esperar a que el árbitro decretara el final oficial de un partido que ya estaba terminado desde mucho antes. La impotencia de los locales resultó dolorosa. Los que se quedaron hasta el final expresaron su desencanto de modo claro. Esto es la Primera División para el Córdoba.

FICHA TÉCNICA

CÓRDOBA, 0: Juan Carlos, Campabadal, Iago Bouzón (Ekeng, 46'), Íñigo López, Pinillos, Deivid, Abel, Fede Cartabia, Fidel (Fede Vico, 58'), Borja (Carlos Caballero, 85') y Ghilas.

VILLARREAL, 2: Sergio Asenjo, Mario Gaspar, Vietto, Gabriel, Bruno Soriano, Rukavina (Trigueros, 78'), Marín, Cheryshev (Jaume Costa, 71'), Dos Santos, Gerard Moreno (Uche, 62') y Víctor Ruiz.

ÁRBITRO: Xavier Estrada Fernández (Comité Catalán). Mostró tarjeta amarilla a Deivid, Íñigo López y Fede Cartabia por el Córdoba y a los visitantes Vietto y Cheryshev.

GOLES: 0-1 (24') Vietto. 0-2 (70') Uche.

INCIDENCIAS: Encuentro correspondiente a la jornada 13 del campeonato de Liga BBVA, disputado en el Estadio Municipal El Arcángel ante 15.998 espectadores.

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