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Pablo Alfaro: de la revolución a la decadencia

Pablo Alfaro, en un entrenamiento del Córdoba.

Miguel Huertas Córner Cordobés

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Decía Miguel D'Ors, poeta gallego y aficionado al fútbol, que “cada hora nueva nos va acercando un poco más al negro cuchillo de la Parca”. En aquel entonces, años 90, se refería a la retirada de Emilio Butragueño, figura capital de la famosa 'quinta del Buitre', que no hacía más que señalar el rápido pasar del tiempo a través del balompié. Esa frase se aplica, por desgracia, al mero trabajo del entrenador, obligado al nomadismo cada vez que las cosas se tuercen o alguien superior indica que no es el líder más adecuado de su proyecto. Se va alguien que terminó mal, llega una cara nueva hasta que ésta se desgasta y vuelve a comenzar el ciclo de banquillo.

En algunos lugares más que otros, esta realidad se ha tornado como habitual. En el Córdoba ya es algo usual. Con Pablo Alfaro en el alambre, la llegada de un nuevo entrenador, ya sea de fuera o del propio club, se vuelve cada vez más cercana y probable. El maño llegó en diciembre, después de que Juan Sabas fuera destituido tras su fracaso en Linarejos. Su inicio era más que alentador: de hecho, conserva el récord de mejor inicio de un entrenador en toda la historia del Córdoba, con seis partidos sin encajar que se tradujeron en diez puntos en liga y dos pases consecutivos de ronda en Copa del Rey ante dos rivales de categoría superior. Llegó para dirigir al equipo con pocos días de preparación contra el Real Murcia. El gol de Willy señaló el camino de rosas que se convirtieron en zarzas, transcurrido el tiempo de ebullición en vestuario y afición por la llegada de un entrenador con experiencia en Segunda B y con amplio éxito como jugador de elite.

Tras la victoria pírrica en Lorca, empezó la cuesta hacia abajo y sin frenos para el Córdoba. Una superior Real Sociedad le apeó en los dieciseisavos de final del torneo copero (0-2). Con la eliminación a la espalda, el cuadro blanquiverde tuvo que esperar un mes para retornar al triunfo. Entre medias, las derrotas contra Yeclano Deportivo y Sevilla Atlético y los empates contra UCAM Murcia y Recreativo Granada. Estos marcadores, además, no hicieron más que resaltar la incapacidad del equipo califa de crear una fortaleza en El Arcángel y dejar a la suerte los partidos a domicilio. El Linares Deportivo, que acudía al coliseo ribereño con la vitola de favorito, cayó derrotado gracias a dos jugadas aisladas protagonizadas por Nahuel Arroyo y Luismi Redondo. No fue más que un espejismo. Un oasis en medio de un gigantesco desierto.

El Córdoba no aguantó la doble ventaja de la que dispuso ante el Real Murcia y sumó un punto. Ganó en El Ejido con la obligación moral y deportiva de hacerlo para llegar a la última fecha vivo. De vivo a casi muerto pasó contra el Betis Deportivo: un desastre de desconexiones mentales que ayudaron a la remontada bética en el descuento y que dejaron al Córdoba fuera de la pugna por regresar a Segunda. A vueltas con la competición dos semanas después, el cuadro blanquiverde sobrevivió en Las Palmas con un gol tempranero de Bernardo y un penalti postrero parado por Isaac Becerra. Se llegó al partido de la Balompédica Linense con la seria posibilidad de terminar la jornada en puestos de permanencia en Primera RFEF. Se tiró todo por la borda en la segunda parte -como es costumbre este curso- y el cuadro blanquinegro remontó para hacerse con el triunfo y poner tierra de por medio: cuatro puntos a falta de 12 por jugarse.

Más allá de que el Córdoba recupere esa diferencia de un punto antes del duelo en La Línea de la Concepción, la imagen de Pablo Alfaro queda dañada tras la derrota en El Arcángel contra la Balona. Sustituciones, variaciones en el once o la sensación en su discurso de que el trabajo ya mejorará lo corregible. El bloqueo psicológico de sus jugadores es real, palpable, con miedo en sus piernas y mentes cada vez que se adelantan en el marcador o reciben un golpe severo. La lona se convierte en su nueva cama y no se levantan. En lo matemático, el técnico maño sigue teniendo posibilidades de meter al equipo entre los dos primeros, pero continúa la impresión de haber desperdiciado demasiadas oportunidades. Si bien la dinámica del Córdoba es un bucle negativo continuo, no es seguro al cien por cien que un cambio de técnico pueda reanimar a un equipo en estado crítico.

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