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Contracrónica

Nos aprendimos sus nombres

Celebración del Córdoba CF tras ganar la Copa RFEF

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Los coches no salieron del estadio tocando las bocinas, pero fuimos campeones. Las pocas terrazas vivieron ajenas al hito, que se disipaba cuanto mayor era la distancia al estadio como el sentimiento revolucionario al distanciarse del epicentro de una manifestación, pero el Córdoba volvió a acodarse en los bares y a dibujar las sonrisas de satisfacción íntimas que solo él nos genera. Sirvió para que el cordobesismo latente, los excluidos de los seis o siete (mil) a los que se refiere Javi Flores en un arrebato tribal, volviera a aprenderse los nombres de una plantilla todavía desconocida pero con hechuras para devolver al equipo a Segunda. Nuestro sitio, ese donde somos dueños de nuestro desencanto. 

No hubo conquista porque nadie tiró las crónicas de la derrota a la papelera. No estaban escritas. El equipo culminó su hazaña pluvial en una noche de perros con una grada abrigada y oscura, de aspecto inglés, aliñada con un puñado de locos detrás de la portería que empuja al equipo. Con la dosis mínima de miedo que nos obligó a no cantar el campeones antes de tiempo por lo estrecho del marcador y con la impotencia de no poder celebrar algún gol más. Pero la copa que esperaba al final del túnel, por muy Konami que fuera, la sabíamos nuestra. La moderación en la victoria, que importe más el siguiente partido liguero contra el Mérida, indica que se nos quedaba pequeña, que eran unos zapatos demasiado estrechos.

Pero levantamos una copa y nos aprendimos sus nombres. Y tuvimos la impresión de que Simo es una novia demasiado guapa, como de verano, que en cualquier momento se marchará y de la que tendremos que soportar mientras baile con nosotros la mirada del resto. Había ojeadores criogenizados siguiéndolo en el estadio. Tiene osadía, destreza y la dulce condición de quién conduce el balón con el meñique. Quizás le falta decidir mejor en los últimos metros, la última jugada, y algo más de cuerpo, de gimnasio. Habrá que presentarle a Vinicius. Dijo que vino al Córdoba por una corazonada. Parece cumplida. Si llega a junio deberá culminarla con un ascenso para después dejarlo marchar con cariño, dejarlo en una esquina como a Will Hunting para que escape del barrio.

También se vivió la redención de Javi Flores, para quien el partido fue algo más que una pedrea. Privado de jugar en primera, el fútbol lo mandó a cuarta, pero ayer le devolvió una píldora de lo robado y le entregó una foto alzando un trofeo en el palco, de restaurante. Le regaló un póster. Una copa que no deberíamos haber jugado nunca pero que es el mejor error que recordamos. Un hundimiento aprovechado por Juanito para configurar una plantilla que funciona y a quien no hay que explicarle el objetivo. Antonio Casas, Luismi, Cristian Delgado. Ledesma, Fuentes, De las Cuevas. Un equipo que puede generar satisfacciones parecidas a la de los noventa.

Es el inicio de un retorno. Muchos se descargaron ayer Footters y no hicieron planes en Madrid al salir del trabajo. El Córdoba también es eso, aprender a complacer en diferido. Ganar no nos sienta bien, porque queremos jugar en una categoría donde vencer a equipos mejores nos cueste como lo ha hecho siempre.  

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