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Alzar un título en El Arcángel 59 años después

José Salinas recibe el título de campeón de Segunda División.

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El Córdoba puede reeditar este martes en El Arcángel una hazaña poco desempolvada, la posibilidad de ofrecer en comunión con la grada un título 59 años después. Y pasearlo. Aunque descafeinado por la entidad del rival y por la categoría donde se desarrolla, ganar la Copa RFEF supondría la reminiscencia de un éxito vivido el 13 de mayo de 1962. Se trata de una efeméride poco recordada, fagocitada por el recuerdo del ascenso alcanzado en Huelva el mes anterior y que generó una celebración de varias jornadas en la ciudad. Si bien fueron 20.000 los presentes el día en que el capitán Martínez Oliva recogió el título a pie de campo de manos del presidente José Salinas, escasos son los capaces de rememorar aquel triunfo oficial de Segunda División. Entre los protagonistas de aquel equipo, de las pocas alineaciones recitadas como un verso por los cordobesistas más veteranos, no queda ningún superviviente. José Luis Navarro -el jugador con más partidos en la historia del club- falleció en enero del año pasado. Y con él, las sensaciones sobre el césped.

Aquel día, el Córdoba se impuso 4-0 al Deportivo de la Coruña de Amancio Amaro, sobreponiéndose al 3-1 adverso de la ida, un partido disputado tres semanas antes. Julio Gento, hermano de Paco, la Galerna del Cantábrico que temblaba en aquel fortín que fue El Arcángel en los sesenta, Meloso y Antonio Vázquez completaban la delantera de otro equipo memorable donde la portería la custodiaba el padre de Unai Emery, Juan María. Dos goles de Miralles, goleador y expulsado en el partido de ida pero sin sanción para disputar la vuelta, y otros dos de Paz dieron la victoria al conjunto blanquiverde.

El equipo entrenado por el argentino Roque Olsen, el primer gran goleador argentino del Real Madrid, decíamos, era ya un equipo ascendido, consolidado sobre un vestuario que se coció a la antigua, sobre los altos en el camino para cenar muslos de pollo frío en ventas de carretera y los peroles a modo de concentración para la grandes citas guisados por Mejías, el utillero. La eliminatoria sirvió para coronar a uno de los dos campeones sectoriales nacionales de una categoría dividida geográficamente entre norte y sur. La crónica del Diario Córdoba destaca a un equipo obligado a dar la vuelta de honor a un campo abarrotado, trufado de pancartas victoriosas y que vitoreaba hasta el extremo a unos jugadores con los que debutaría en la máxima categoría pasado el verano.

Cabe recordar que el club cuenta con tres victorias ligueras más, con consecuencias menores que las desvirtúan. La primera, la de la temporada 1955-56 en Tercera División, supuso el ascenso de categoría de un club recién constituido. Las dos de Segunda B en los noventa no se consolidaron con el ascenso y se erigen como reconocimientos fantasma para un club que recogió sin fastos y en la clandestinidad la victoria, en actos postreros de temporada en los fríos salones de la sede de la Real Federación Español de Fútbol. Nada que ver con aquel equipo de Olsen, de Juanín, de Miralles, de Martínez Oliva, que inauguró de manera soberbia la época dorada del club.

Sin embargo, aquella victoria es un espectro perdido en las hemerotecas vivientes del cordobesismo. Manolín Cuesta, el mítico ex jugador del equipo ligado especialmente a la ciudad a través del fútbol base, del Séneca, recuerda la celebración del ascenso a triplete en una lambretta junto a su padre y su hermano, sosteniendo una bandera, pero no la celebración de aquella victoria oficiosa. La alineación sí salta como un muelle en su memoria. “Benegas; Simonet, Martínez Oliva, Navarro; Martínez, Costa; Riaji, Juanín, Miralles, Paz y Homar”, rememora para CORDÓPOLIS.

También está pixelada en la memoria de aquel pinche de cocina del Meliá que fue Miguel Reina, el juvenil de 16 años al que aupó el propio Olsen al autobús para festejar el ascenso a su paso por el hotel. “Miguelín, suba usted”. Un recogepelotas que se posicionaba detrás de la portería para aprender de Benegas y de García, arqueros que hacían “una raya con el pie desde le punto de penalti hasta la línea”, y que debutaría dos temporadas después en Primera División.

Ilusionados por la posibilidad de la victoria, desde el club viven con moderado entusiasmo el triunfo, obsesionado con un ascenso de categoría que lleve al equipo a cuyos destinos no haya que mirar en la Guía Campsa. El mérito de Germán Crespo es el de mantener a un equipo enchufado en una temporada meritoria. Una etapa árida para un club que puede vivir este martes una jornada histórica, aunque Las Tendillas no se tiña de bufandas.

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