Vigalondo, la ciencia ficción y el cotidiano desamor
El director participa en un debate de Eutopía en el que se proyecta su película 'Extraterrestre'
La escena parecía sacada de una película de Nacho Vigalondo. Un jovenzuelo levanta el brazo y sin pudor confiesa que en su ilusión de convertirse en director de cine no le preocupa tanto el hecho de triunfar -parece que lo da por hecho- sino cómo poder conciliar la gloria atística con el amor. Ya digo que la escena parecía sacada de una película de Nacho Vigalondo. Y como en los Cronocrímenes, el propio director es el que respondió a nuestro protagonista. “Prepárate para el fracaso emocional”, le soltó este jueves en la Filmoteca de Andalucía, donde estaba invitado a una nueva charla de Conversaciones&Tweets, los debates abiertos al público que plantea Eutopía, en la novena edición del Certamen de Creación Joven de Andalucía, organizado por el IAJ.
Queriendo o no, aquel joven aprendiz de director, a punto de marcharse -según dijo- a una escuela de cine en Nueva York, planteó una de las constantes en las películas de Vigalondo: el conflicto del amor; el amor como generador de tensiones y problemas; el amor como antítesis del comieron perdices de los cuentos. La otra de las referencias culturales del director, la ciencia ficción casera y casual, la distopía cotidiana, tal vez la encuentre nuestro colega juvenil en su viaje a Estados Unidos. Pero cuando emprenda camino, lo hará al menos con un par de ideas en la cabeza. “Aunque tu vida va a ser una pesadilla, siempre tendrás algo que destilar de ella. Esa es la gran suerte de ser artista, que podemos aprovechar nuestras vivencias para hacernos millonarios”, dijo a una audiencia que dudaba entre reírse o comenzar a plasmar sus miserias en un papel.
La visita de Vigalondo a Córdoba comenzó con una duda muy natural. “¿Aquí dónde se cena?”. Más importante todavía. “¿Aquí, dónde se toman acopas?”. Consultó primero en Twitter, universo social donde el cineasta se prodiga bastante. Luego lo hizo al público presente. Se quedó medio satisfecho con la propuesta que le hicieron y solo entonces decidió responder a la primer pregunta. “¿Mi experiencia? Mi experiencia sería mejor meterla en una cajita y enterrarla. De nada puede servirle a los jóvenes de ahora porque yo comencé en un momento que en 2014 podría parecer de ciencia ficción”. Cuente, cuente... “Yo empecé a trabajar muy joven en televisión, incluso antes de acabar la carrera. Y dejé de trabajar porque ahorré un dinero y supe que quería encerrarme a escribir. ¿Cómo va ahora nadie a dejar un trabajo?”, reconoció. Por contra, y a diferencia de cuando comenzó, los medios se han abaratado. “Hace 20 años cualquier película hecha con pocos medios tenía aspecto de ser el producto típico de las bodas, bautizos o comuniones. Ahora, una cámara normal logra un fotograma con la calidad de cualquier superproducción”, contó.
La idea, claro, es cómo llenar esos fotogramas y contar con ellos una historia. En la Filmoteca proyectaron tres de los cortometrajes con los que comenzó Vigalondo. Y con su segunda película, Extraterrestre, que concilia amor y ciencia ficción en una historia de apenas cuatro personajes, un piso y una invasión alienígena planetaria. “Mis películas pueden ser mejores o peores. Te pueden gustar más o menos. Pero en todas hay verdad. En todas me expongo. Y en esta, tal vez es en la que más”, apuntó. Una película en la que las relaciones personales se convierten en la verdadera protagonista de la historia, dejando en segundo plano a los hombrecillos verdes y subrayando la triste verdad de que nuestras elecciones en materia de corazón, a veces no son las más acertadas.
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