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CRÓNICA
De viaje por lo más íntimo y cañero de Robe

Concierto de Robe en el Festival de la Guitarra | TONI BLANCO

Jaime Linares Jiménez

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El Teatro de la Axerquía fue ayer testigo de un memorable viaje por la trayectoria de Robe Iniesta, capturando algunos de los éxitos de Extremoduro, canciones de su último disco de oro Mayéutica, y centrándose, eso sí, en sus últimas creaciones, protagonistas de su nueva gira Ni santos, ni inocentes.

Robe no dejó a nadie indiferente. Pese a que la entrega del público era palpable desde el primer momento, la dificultad que requiere agrupar una audiencia tan intergeneracional y conseguir que integren y formen parte de un viaje tan íntimo y “cañero” es máxima.

Desde sus trazos por la Ley innata, uno de los discos más influyentes de la historia del rock español, con Dulce introducción al caos y Coda flamenca, hasta regalarnos una parte de sus entrañas con Nada que perder, haciendo alguna pausa para que los más melancólicos pudieran gritar aquello de “dejar de lado la vereda de la puerta de atrás”.

No obstante, la esencia de la noche no residía ni en los grandes éxitos de Extremoduro, ni en la pasmosa naturalidad de Robe en sus reivindicaciones previas a canciones o pausas tan merecidamente alargadas.

Roberto Iniesta demostró que su capacidad creativa e ilusión a la hora de componer y embarcarse en nuevos proyectos sigue estando intacta. Canciones como Nada que perder o Rozar contigo demostraban no solo su gran estado de forma, sino que prueban la importante carga lírica y emocional que sigue teniendo su música.

El Teatro de la Axerquía, con su impecable acústica y ferviente audiencia, resultó ser el escenario perfecto para destapar el tarro de las esencias. Las luces, cuidadosamente sincronizadas con el ritmo de una pasional y energética batería, añadieron una dimensión extra al espectáculo.

El resto de músicos no fueron solo mera compañía. Además de su visible diversión, expresada mediante bailes, risas y jolgorio entre turnos por ver quién hacía el mejor solo, llenaron también el espectáculo de una precisión quirúrgica a la hora de ejecutar las canciones y una pasión que se contagiaba tanto dentro como fuera del escenario.

Tanto la especial compañía del violín en la mayoría del repertorio, como la capacidad de la guitarra eléctrica para saltar entre la esencia de lo más novedoso y antiguo de Robe, hicieron del concierto una travesía única.

Robe cerró la noche con una emotiva interpretación de Ama, ama, ama y ensancha el alma, un último cántico y mensaje que regalaba a la ciudad. La sensación de plenitud y agradecimiento se palpaba en el ambiente.. La Axerquía se despidió de su ídolo con una ovación que resonaba en la madrugada del viernes.

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