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FLAMENCO ENTREVISTA
Rocío Luna, la voz cordobesa del flamenco Z: “Las fatigas de hoy son otras”

Cantaora Rocio Luna

Juan Velasco

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Rocío Luna se queda absorta mirando los cuadros de los viejos cantaores en las peñas flamencas cuando tiene que cantar la pena. Cuenta la anécdota casi con vergüenza, como si no fuera un proceso de ruptura del miedo como cualquier otro. O un truco de mimetización o de interpretación. La cantaora cordobesa es una de las voces más deslumbrantes del flamenco cordobés reciente, aunque a ella se niega aún a arrogarse ningún papel y sólo habla de aprender.

Tampoco se viene arriba cuando se habla de su paso por la última edición del Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba, donde, tras una ardua deliberación, el jurado (formado por Julián Estrada, Esperanza Fernández, David Pino y Arcángel) se acabó decantando por el cantaor Rafa del Calli, aunque en muchas quinielas estuviera el nombre de Luna, la más joven de todos los finalistas, que recibió una sonora ovación cuando, en la gala final, subió a recoger el diploma acreditativo.

Luna nació en 1998 en Cañada de Rabadán, una aldea colona de Fuente Palmera, en la misma frontera de Córdoba y Sevilla. En su familia no había ningún artista aunque sí se percibía la afición al flamenco, que permeó en ella desde la infancia. A su madre, que trabajaba en el campo, le dijo una tía de Rocío que la niña tenía madera cuando la escuchó cantar. Tenía seis años. No tardó mucho en apuntarse a clases. Tampoco mucho más en subirse a los escenarios. Con doce ya estaba en programas de televisión como Menuda Noche o Veo Veo.

Haciendo memoria de aquellos años, Luna se recuerda a sí misma cantando desde siempre, aunque reconoce que sólo cuando toma conciencia de lo que significa subirse a un escenario nace la cantaora. “A partir de ese momento es cuándo admito la responsabilidad y comprendo que conlleva un esfuerzo por mejorar”, recuerda. Esa mejora pasaba, entre otras cosas, por mejorar la garganta y el oído: ensayar la voz y escuchar mucho cante a diario.

La voz laína

Empezando por el principio: “El click me vino cuando me puse a escuchar a Pastora (La Niña de los Peines). Cuando me puse a cantar como ella cantaba. Lo hice como meta propia, no para imitarla, sino para recrear sus giros y lo que ella hacía. Ahí es cuando vi la gran dificultad que tiene su cante”. Habla de Pastora Pavón, pero también de Pepe Pinto y Tomás Pavón. De voces viejas que, en un proceso de mimetización, le llevaron a explorar una faceta de su voz que no conocía. “Así es como encontré esa voz más laína o más fina”, explica la cantaora.

Hasta llegar a ese hallazgo, en cualquier caso, no faltó entrenamiento, rutinas y esfuerzo. “El flamenco ha sido siempre todo en mi vida”, cuenta Luna, que recuerda que su madre estableció un acuerdo con ella: si no estudiaba, la quitaba del cante. El acuerdo prosperó. El estudio y el cante siempre fueron de la mano hasta licenciarse hace unos meses en Cante Flamenco en el Conservatorio Superior de Música Rafael Orozco, cuna de toda una generación de artistas flamencos, y al que llegó con ciertas dudas.

En este sentido, la cantaora recuerda que pensaba que el Conservatorio no le iba a dar tanto como le ha acabado aportando. “Yo pensaba que en el tema del cante no me iba a dar tanto. Y había mucha gente que me decía: ‘Eso no vale pa ná’. Pero sí. Te abre la mente porque te lleva a conocer otras músicas. Y, al conocer más, te abres más. Tener más cultura, siempre ayuda”, reflexiona la artista, que en este momento está cursando un máster en Investigación del Flamenco.

Tierra de Talento: el escenario como trampolín

Entre tanto, la joven cantaora ha sido fija en el programa Tierra de talento, de Canal Sur, algo que también considera parte vital de su aprendizaje. “Aparte de la visibilidad, Tierra de talento me ha dado soltura. Te enfrentas a un jurado y al público. Y, además, te da otra visión del escenario. Allí he podido cantar de pie o al piano, cosas que en una peña no hago. Todo eso me ha hecho aprender mucho”, dice alguien que siempre se ha considerado siempre “muy tímida”.

Una timidez que no le ha impedido imponerse en unos cuantos concursos de cante (Ubrique, Mariena de Alcor, Puente Genil, Mairena del Aljarafe o Lo Ferro), como paso previo a la final de Concurso Nacional, el último gran espaldarazo a su carrera. “Ser finalista del Concurso Nacional ha sido algo muy importante, especialmente por todo el proceso y la preparación”, cuenta hoy, cuando ha tenido un tiempo para asimilar aquellas semanas de noviembre a las que llegó poco después de licenciarse y tras un intenso periodo de estudio.

¿Se sorprendió a sí misma tanto como al jurado? “La verdad es que sí. No me gusta llamarlo meta, porque esto es un trabajo que nunca termina, pero sí he conseguido cosas que nunca pensé que iba a lograr por mí misma, por mi propio trabajo, yo sola, en mi casa, con mis ideas y mis historias”, responde Luna, que acudió al concurso acompañada del tocaor Rafael Montilla 'Chaparro Hijo', a quién conoció de carambola en la final del Membrillo de Oro de Puente Genil (que acabó ganando en la primera noche que actuaron juntos) y con el que ha formado una alianza estable.

Ambos ejecutan recitales flamenco muy ortodoxos, en los que conviven cantes antiguos con algunos más modernos, aunque con mayor peso de la tradición. Ese equilibrio es el que ella busca como cantaora. “Hoy hay cosas de flamenco que me encantan y también algunas que para mí no tienen sentido ni coherencia”, señala, poniendo como ejemplo de lo que le gusta a Israel Fernández, que tiene “cosas muy puras y otras que no lo son”, pero que también le gustan. “A mí me encanta que haya una persona como él, que sigue cantando flamenco puro y llega a la gente joven. Eso es algo que me encantaría hacer a mí”, resume.

En este ámbito, Luna aún no ha registrado su cante en ningún disco y no parece que tenga prisa por hacerlo. “Pienso que un disco, sobre todo el primero, es muy importante. Tiene que ser tu carta de presentación y hay que hacerlo despacito y con buena letra”, confiesa, apuntando que le gustaría hacer algo de lo que se sienta orgullosa y no algo que tenga que sacar a prisa y corriendo o por la presión de otros.

El flamenco siempre ha estado muy romantizado por la pena y la fatiga

Fue Carmen Linares la que dijo que “la prisa es enemiga del flamenco”. Luna parece hacer suya la frase de una de las grandes damas del cante jondo. Hoy, sin embargo, los tiempos son muy distintos a cuando Linares comenzaba su carrera. También las formas en las que se escucha y canta flamenco para la generación Z, de la que Luna forma parte, como otras grandes voces como Ángeles Toledano o María Terremoto, quienes también se acercan a lo más jondo del arte jondo desde otra perspectiva.

“El flamenco siempre ha estado muy romantizado por la pena y la fatiga. Yo creo que no es necesario. Obviamente, una persona a la que se le ha muerto su madre y cante una letra sobre eso, la va a cantar más sentía que una que no haya vivido esa sensación, Pero desde luego no creo que sea necesario. La gente joven que hoy está cantando no ha tenido que pasar las fatigas que se pasaban antes, y las escuchas y te duele igual que otro”, reflexiona Luna, que apostilla que “las fatigas de hoy son otras”.

Se refiere a todo lo que queda por hacer para dignificar la profesión del artista flamenco. “Sigue habiendo mucha improvisación todavía y hay que mejorar la formalidad. Muchos de los tratos se hacen de palabra, no siempre hay facturas. Dedicarse al cante es un trabajo más. ¿Por qué no está regulado como los otros”, se pregunta Rocío Luna, que también reclama que se valoren los ensayos y los viajes como parte del trabajo del músico.

“Esto no es subirte a un escenario y bajarte. Son muchas horas de preparación, de estudio, de ensayos, prueba de sonido…”, concluye la cantaora, que, cuando canta la pena, lo hace mirando los cuadros de los viejos cantaores.

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