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Restaurada el 'Arca de las tres llaves' que preservaba la pureza de los plateros

De izquierda a derecha, la restauradora Eva Montilla, el concejal de Alcaldía, Emilio Aumente, y la directora del Archivo Municipal, Ana Verdú.

Manuel J. Albert

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El gremio de los plateros, joyeros y orfebres cordobeses era uno de los más exigentes de España. Escrupuloso hasta el detalle, sus rígidas normas y contabilidades eran recogidas al milímetro en documentos que se guardaban en un arca especial de tres llaves y que, con los siglos, terminó en el Archivo Municipal. Ese mueble, hasta hace solo unos meses oscuro -casi negro- y sin más valor que su antigüedad, acaba de ser restaurado y ha sorprendido a todos por el llamativo turquesa original y la inscripción que lo data: 1797.

El trabajo de recuperación se presenta este viernes en una conferencia en el Archivo Municipal con motivo del Día Internacional de estos espacios de memoria, declarado por la Unesco. Esta jornada la ha dedicado la institución dependiente del Ayuntamiento a los joyeros, plateros y orfebres, uno de los gremios con más tradición de Córdoba.

“Toda su historia la guardaban en este arca de tres llaves que fue propiedad del gremio hasta que en 1936, con el golpe de estado y el inicio de la Guerra Civil, la autoridad militar ordenó confiscar toda la documentación de los colectivos obreros. Y así se hizo también con los gremios, entendidos como asociaciones de trabajadores”, cuenta Ana Verdú, directora del Archivo Municipal.

El arca y su contenido terminaron en el Ayuntamiento, primero, y luego en el Museo de Artes y Oficios Cordobeses -actual Museo Taurino- hasta que en 1981 fueron depositados definitivamente en las instalaciones del Archivo. “Entre la normativa que se guardaba allí, una de las más meticulosas y completas de España dentro de este gremio, se encontraban no solo las duras exigencias para ser maestro del oficio, sino para mantenerse dentro de él”, explica Verdú.

Para empezar, los aprendices debían pasar no menos de cuatro trabajando a las órdenes de un maestro para aprender el oficio. Además, debían de demostrar que eran cristianos viejos, es decir, que en su árbol genealógico no constasen ni musulmanes ni judíos ni conversos. “Por último, se vigilaba que mostrasen siempre una vida recatada y socialmente respetable. En caso contrario, podían ser expulsados, tal y como recogen en numerosas ocasiones las actas que se guardan”, prosigue Verdú.

Semejante normativa fue custodiada durante siglos en la famosa arca. Las tres llaves necesarias para abrirla respondían a la importancia esencial de la documentación que albergaba y que requería del acuerdo y presencia de al menos tres de las personas de mayor rango del gremio. “El mueble estaba tapado por cuatro capas de pintura que hemos ido retirando hasta llegar a casi la original, de tonalidades turquesas, que también nos data la fecha en la que se pintó. Pero no es la capa original, sabemos que debajo hay otra anterior a 1797 que es prácticamente del mismo color”, termina la restauradora del mueble, Eva Montilla.

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