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CRÓNICA

El piano amansa las prisas

Pianos en la calle 2024

Juan Velasco

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Desde Para Elisa de Beethoven, a la Cancioncilla de un verano después del mediodía de Yann Tiersen, pasando por el Nothing Else Matters de Metallica, sin olvidarse de Triana, la de Albéniz. Las calles de Córdoba se han convertido este viernes en un improvisado karaoke, aunque más cerca de un piano bar, dado que todo lo que se ha escuchado se ha tocado en uno de los cinco pianos que se han repartido por la ciudad.

Es una nueva edición de Pianos en la calle, una actividad que organiza desde el año 2016 la Fundación Ricardo Delgado Vizcaíno y que, tras amenizar este jueves varios pueblos de Los Pedroches, ha puesto banda sonora al viernes de muchos cordobeses.

Era una pausa para muchos viandantes que hacían compras en el centro, ya que los cinco pianos se habían repartido en la zona más concurrida de la ciudad: la plaza de Las Tendidas, La Corredera, la calle Cruz Conde y el Bulevar del Gran Capitán. Zona cero del consumo, la economía y las prisas.

De hecho, si uno se acercaba a uno de estos puestos, lo habitual era ver cómo los viandantes levantaban las cabezas de sus teléfonos móviles, reparaban en lo que había y se frenaban. El mundo se pausaba durante unos minutos, mecido por las melodías que salían de las teclas.

Alguna lágrima caía también. Las de Elisa, por ejemplo, cuando ha logrado que el pianista Andrés Palau le tocara su canción, Para Elisa, un clásico de Beethoven, que ha hecho que decenas de viandantes se detuvieran a cuchichear el título. Mientras Elisa se colocaba al lado de Palau, su marido lo registraba todo. Al término, ella sonreía y decía: “Ves, he acabado llorando”.

“A mí me hubiera encantado aprender a tocar el piano”, dice Elisa, que repiqueteaba con sus dedos mientras Palau tocaba otra canción. Ella sabía que hoy había piano en la calle y se había lanzado con su marido a seguir la ruta pianística.

Dos señoras mayores vestidas de viernes (impresionantes cardados, perfume embriagador y enormes gafas de sol caras que las delataban como vecinas de la zona noble) no tenían ni idea, pero igual se han parado. “El Para Elisa ha dicho una”. No han podido evitar echar el freno y estacionar en medio de la calle Cruz Conde. “Como para no pararse”, dice una de ellas.

A unos metros, en Las Tendillas, medio centenar de personas rodea otro de los pianos. A un lado hay una docena de alumnos del colegio San Lorenzo cantando a coro. Suena Nothing Else Matters en la versión coral que tantas películas, series y anuncios ha protagonizado. También hay señoras que no pueden evitar contener las lágrimas, sin ser conscientes, seguramente, de que la canción que cantan esos niños la escribió uno de los grupos de Heavy Metal más grandes de todos los tiempos.

Aunque, para emoción, la que ha provocado el pequeño Rafa, de 12 años, cuando ha decidido sentarse al piano que había en la parte sur del Bulevar del Gran Capitán. Rodeado de una treintena de personas, la mayoría con el móvil grabando, Rafa ha hecho un medley de quince minutos con varias canciones, desde piezas pianísticas clásicas a algunas bandas sonoras más modernas, para rematarlo cantando sobre una pieza que este periodista, en la lejanía, ha sentido que era de Queen.

Cuando ha terminado, el aplauso ha sido tan rotundo que el niño sólo ha podido levantarse, saludar e irse un poco avergonzado con su madre. Por el camino lo ha parado Elisa, que le ha dicho: “Ha sido maravilloso, espero que sigas tocando siempre”. 

La gente se ha dispersado hablando de lo que acababan de ver. Algunos se han metido en las tiendas. Otros han vuelto a sus teléfonos. Ha habido algo parecido al silencio cuando Rafa ha dejado de tocar, hasta que otro improvisado pianista se ha sentado a tocar. 

En ese momento, a su lado ha pasado inadvertido una figura legendaria. Era el maestro Antonio Fernández ‘Fosforito’, llave de oro del cante flamenco, que iba acompañado de su mujer.

Como para muchos cordobeses, el tiempo se ha vuelto a pausar. Y los segundos han ido a ritmo de metrónomo y no al ritmo que marca el reloj.

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