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La 'pelota' de la apertura de la segunda puerta de la Mezquita, en el tejado de IU

Rafael De La-Hoz junto a la celosía de la Mezquita que diseñó su padre | MADERO CUBERO

Alfonso Alba

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Físicamente, la pelota de decidir la apertura de la segunda puerta de la Mezquita Catedral para facilitar la entrada y salida de procesiones en Semana Santa está en el tejado de la Gerencia Municipal de Urbanismo (GMU), presidida por el teniente de alcalde Pedro García, coordinador provincial de Izquierda Unida. El Cabildo ya ha remitido a Urbanismo la petición de la correspondiente licencia de obra para ejecutar los trabajos de apertura de esta segunda puerta, después de que la Comisión Provincial de Patrimonio de la Junta le diera el visto bueno al proyecto.

Fuentes del Cabildo han confirmado que la petición de la licencia de obras ya está en la Gerencia de Urbanismo. Ahora, comienza un nuevo proceso de trámites cuyos plazos no son fáciles de calcular. Pero surge una pregunta, ¿puede rechazar la Gerencia de Urbanismo la licencia teniendo en cuenta que la Comisión de Patrimonio le ha dado el visto bueno? La respuesta es que sí, pero siempre que se base en hechos objetivos. Y de hecho, recientemente lo ha hecho. La Comisión Provincial de Patrimonio dictaminó a favor de un proyecto junto a la Sinagoga para construir un centro de interpretación. Sin embargo, el proyecto contemplaba construir apoyándose sobre la muralla, algo que está prohibido según el Plan de Especial Protección del Casco Histórico. De hecho, la Junta sigue sin tener licencia para iniciar estas obras.

Además, en el proceso la concesión de la correspondiente licencia se podría encontrar con otro inconveniente: un recurso en los juzgados por parte del arquitecto Rafael de la Hoz hijo, que está en contra de la retirada de la celosía. De la Hoz podría incluso pedir medidas cautelares a un juez, que las concedería o negaría. En casos de patrimonio, los jueces suelen ser garantistas, para evitar la destrucción de algo que luego no puede volver a ser reconstruido.

El proyecto de apertura de la segunda puerta de la Mezquita Catedral, en la fachada Norte del monumento y en el Patio de los Naranjos, es una aspiración del Cabildo pero especialmente de la Agrupación de Hermandades y Cofradías. La intención de los religiosos es sustituir la estructura fija por ora móvil que permita abrirse y cerrarse para permitir la integración del monumento -catedral desde 1239- en la Carrera Oficial de la Semana Santa.

Las celosías que han provocado toda esta polémica y por las que el Cabildo lleva un lustro de estudios para retirar una, se instalaron en 1972. Rafael de La-Hoz Arderius las encajó en los cuatro últimos arcos que no están tapiados del muro de acceso desde el Patio de los Naranjos. Son los cuatro único vanos que permiten la entrada de la luz natural y tamizada que acompañaba a los fieles musulmanes. A excepción de esos cuatro arcos, toda la fachada fue tapiada por orden de un obispo hace dos siglos. Le molestaba que entrasen las aves al interior del bosque de columnas. Con el tiempo, todo el muro norte del templo, ya cerrado al patio, se llenó de capillas.

De La-Hoz escribió en el prólogo de La Catedral de Córdoba, la obra magna de Manuel Nieto Cumplido, canónigo archivero del templo: “La iluminación de lo que resta de Mezquita queda así definitivamente plana, sin aquella profundidad que prestan los contrastes de luz y sombras; uniforme e inexpresiva. El antiguo efecto evanescente, su misterio y magia desaparecen (…) Vuelta del revés la luz que la define, fragmentado el espacio, cegada su permeabilidad visual, y destruida por incomprensión cultural el alma misma del ordenamiento arquitectónico original, se consumó la más triste de las ruinas: la ruina de la Idea”.

A principios de los años setenta, el arquitecto dio forma a su propia idea: lograr preservar los cuatro arcos libres de la presencia de capillas para garantizar que el último testimonio de cómo entraba la luz en el templo originariamente siguiese en ese rincón de la Mezquita. Así, logró convencer a los responsables sobre la necesidad de instalar las celosías, que han ofrecido, durante 40 años, un asomo de la luz tamizada que debía tener el templo. De La-Hoz insistió siempre en que aquella fue la primera acción no religiosa ni arqueológica, sino puramente arquitectónica en favor del edificio.

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