Óscar Fernández: “A Córdoba no le iría mal un pequeño cataclismo”
El responsable de la Sala Vimcorsa repasa el mundo del arte contemporáneo y su ecosistema local
Óscar Fernández, responsable de la Sala Vimcorsa, último baluarte municipal -junto a su vecino Centro de Arte Espaliú- de la creación contemporánea, traza en este selfie un retrato de cierto espíritu cordobés a través del arte contemporáneo. Una narración dialogada que aboga por la detención de algún que otro comisario de arte; plantea refugios nucleares en el C4; apunta a que la avioneta fantasma es el Avión Cultural de Miraflores y reconoce el peso, a veces asfixiante, de la historia patrimonial de la ciudad.
Pero un recorrido que termina con optimismo y que vislumbra la botella -agua mineral de marca, estamos ante otra generación de bohemios- siempre medio llena.
PREGUNTA. El despacho de su mesa, ¿es más un Pollock o un Rothko?
RESPUESTA. Pues, más bien, es como el suelo del estudio de Joan Brossa, una cama de papeles y carpetas que, si bien recuerdan el paisaje después de una estampida, resulta que tienen un orden inexplicable. Uno no sabe cómo pero, de repente, las cosas se ordenan solas y todo termina apareciendo. Como contrapartida, el ordenador con el que trabajo es de un orden y pulcritud envidiables. Pareciera que la máquina no sabe, o no se deja, desordenar.
P. Cuando uno dirige una sala de exposiciones públicas en estos tiempos de crisis, como usted, ¿entiende mejor los conceptos horror vacui o miedo a la hoja en blanco? Por los presupuestos, digo...
R. Cuando uno coordina un espacio público lo primero que aprende es que, además de para proponer utopías, se le ha contratado para que resuelva problemas de lo más terrenales. De manera que la gestión cultural hoy habla más de números que de teoría, lamentablemente. Quizá la profesionalización del sector esté decantando nuestro perfil y, al tecnificarnos, nos ha vuelto menos espontáneos, menos frescos. También es verdad que los estragos de la crisis han puesto el escenario patas arriba, quizá el talento, en nuestro ámbito, se esté desplazando más hacia la mera supervivencia del sector que a su capacidad
para revolucionar la sensibilidad de quienes visitan nuestros museos. Sólo espero que esta sea una situación transitoria y que, antes o después, podamos volver a volar por encima de nuestras posibilidades, en todos los sentidos.
P. Usted es comisario de exposiciones. ¿Nunca ha estado tentado de detener a nadie?
R. Para muchos, el comisario es un tipo bastante impertinente cuya labor es puramente oportunista. De modo que yo plantearía la pregunta al revés: ¿no habría sido bueno y ejemplarizante haber detenido a algún que otro comisario de arte, o al menos haberlo tenido retirado del mundo artístico durante alguna temporada? No hay que olvidar que ésta es una figura relativamente reciente en esto del arte, su extinción podría producirse sin demasiado quebranto para el sistema.
Dicho esto, yo no tengo claro que todos los comisarios sean (o seamos) tan incómodos. De hecho, entiendo que han aportado una buena dosis de sentido al arte que se viene haciendo desde el pasado siglo XX. Lo que sí tengo claro es que somos personajes prescindibles. Del mismo modo que lo son otros agentes de la cadena de valor del arte. Considerarse prescindible me parece esencial para mantener una buena salud mental; es una forma de estar en el mundo que aplico, también, al estar en el arte.
P. ¿Cuál es el delito más flagrante que se comete con el arte en Córdoba?
R. El delito más flagrante que se comete con el arte en Córdoba es que se le mira con demasiada frivolidad. Tal vez sea en respuesta a esto que parte del mundo del arte en Córdoba se tome a sí mismo demasiado en serio; para compensar. Se crea así una especie de polaridad irresoluble que nos enmarca entre dos extremos difíciles de reconciliar: de un lado, se percibe cierta incomprensión hacia lo que hacemos, llegando en ocasiones incluso a la falta de respeto, por parte de un sector amplio de la sociedad. De otra parte, se percibe un aire engolado, falsamente distinguido, entre ciertos ámbitos del arte local que es un mecanismo de defensa, quiero pensar, frente a un escenario que se considera hostil.
Lo curioso de esta polaridad, que acompaña al arte avanzado desde sus orígenes, es que no sólo no se ha resuelto sino que perdura con un éxito inquebrantable. Tal vez, la creación contemporánea siempre se dirimirá entre las miradas inquisitivas de los escépticos y la falsa superioridad moral de los conversos a lo moderno.
P. ¿Sospecha como yo que el Avión Cultural nunca despegará?
R. Ah, ¿pero no se ha enterado? El avión cultural sobrevuela nuestras cabezas cuando se pone el sol, interrumpe nuestra primera fase del sueño. Algunos dicen incluso que se escuchan sus motores a eso de la media noche. Es un fantasma que sigue con nosotros pero que no se deja ver de día. Mitad ensoñación, mitad pesadilla el avión cultural sólo
puede sentirse si cierras los ojos. Curiosa metáfora de nuestro tiempo.
Ahora en serio, vivir de ilusiones fue bonito, incluso necesario. Pero ahora toca recoger y poner orden después de la fiesta. Alguien tiene que hacerlo y cuanto antes, mejor. La nostalgia es enemiga del futuro. Yo abogo por salvar lo positivo del espíritu entusiasta de aquella época pero, sobre todo, por tomar consciencia de la realidad y de las posibilidades que ofrece nuestro entorno. Quizá el efecto capitalidad no fue sino un simple espejismo que reflejaba otro espejismo mayor, el de la prosperidad de un país enladrillado.
P. Un avión que no despega, un aeropuerto en el que no aterrizan aviones apenas. ¡Y dicen que Córdoba no está preparada para el arte contemporáneo! Yo veo mucho talento. Porque esto forma parte de una performance, ¿no?
R. No sé si es talento o casualidad, o ambas cosas. Lo cierto es que vivimos una época apasionante, todas las épocas de crisis lo son. Y el arte siempre ha estado a la altura de los momentos convulsos. Sólo espero que, como sociedad, sepamos mantener el tipo también.
P. Y en esta gran obra de arte 'avant-garde' cordobés... ¿qué papel juega el C4 o como se llame...? A mí me encanta su diseño y creo que puede servir de recinto cultural y refugio nuclear a un tiempo.
R. El C4 es un edificio fastuoso, emblemático, tecnológico, fluido y versátil. Recuerda, en su aspecto compacto y su piel de hormigón, a una especie de baluarte de la cultura. Su forma obedece, sin pretenderlo, a una consigna clave de nuestro tiempo: construir refugios, desde lo público, para el saber y la cultura. Lo que ocurre es que tras ese cascarón imponente no hay mucho más, al menos de momento. Impacientes, y un poco desanimados ya, vemos cómo las cuestiones pendientes del Centro se van demorando. Los rumores se mezclan con los escollos políticos y económicos generando un ambiente de desconfianza que será difícil de remontar. Ahora que parece que por fin se va a licitar el nombramiento de un asesor artístico para el Centro sólo espero que éste, sea quien sea, esté a la altura de las altísimas expectativas depositadas. Ya le adelanto que no lo va a tener fácil.
P. Cuando ocurra lo inevitable y empiecen a llover ojivas nucleares como autobuses de grandes, ¿qué salvaría de esta ciudad? Y no me vale la simpatía de sus gentes ni su buen carácter ni nada de eso.
R. A riesgo de que se me malinterprete, le diré que a esta ciudad no le vendría mal un pequeño cataclismo. Tal vez, sin tanto patrimonio vivo, sin tanta melancolía sin tanto potencial que se vende sólo, la ciudad nos obligaría a cuestionar quiénes somos nosotros hoy. Nos olvidaríamos un poco de quiénes fueron los abuelos de nuestros abuelos y nos veríamos obligados a construir nuestro propio orgullo, no simplemente a heredarlo. Nada peor que fardar de lo que simplemente te ha caído del cielo.
P. Lo bueno del cataclismo atómico es que dejaríamos un recinto ferial ampliado para mayo y una carrera oficial muy cómoda para la Semana Santa. ¿Es usted como yo y ve siempre la botella medio llena?
R. ¡Claro! Si me preguntara esto en 2011, que fue un año durísimo, quizá mi respuesta sería otra, pero a estas alturas de partido me parece que lamentarse no sirve de mucho. Los economistas, tan acomodados en sus cátedras universitarias y sociedades de inversión, nos dicen que crisis es sinónimo de oportunidad. Bueno, esto es tan perverso como matizable, pero lo cierto es que ya va siendo hora de leer el presente, bien para adaptarse, bien para cambiarlo radicalmente.
P. Puestos a elegir botella... ¿Ron Cacique o Ron Liberación?
R. Se va a reír, pero desde que probé el agua de glaciar, nada es lo mismo para mí. Soy un traidor al mito del mundo del arte, me gusta más la Evián que el gin-tonic. Tampoco fumo, y hago bastante deporte. Soy un desastre como bohemio, lamento decepcionarle.
0