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El “museo del disco” de Córdoba cumple 25 años

Bartolomé Jaén en su tienda Amigos del Disco | MADERO CUBERO

Juan Velasco

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“Los discos son un testimonio de la historia. No es solo la música. Es la portada, los detalles, las vestimentas, los peinados...”, resume Bartolomé Jaén en su pequeño panteón del coleccionismo musical ubicado en la calle San Fernando: Amigos del Disco, una tienda de compraventa de música que abrió hace 25 años y que es una de las dos tiendas de discos de Córdoba, y la única que no ha celebrado este sábado el Record Store Day.

De hecho, Bartolo, como le conocen sus parroquianos, no tiene ni idea de qué es el Record Store Day, ni en inglés, ni en español (el Día de las Tiendas de Discos). No lo sabe porque nunca se ha preocupado por lo último, sino más bien todo lo contrario. En Amigos del Disco no hay novedades. No están Rosalía ni Niño de Elche, ni Los Planetas. Es dudoso que haya un disco posterior a 2005 y, si lo hay, estará en los cajones de música electrónica, el último ejército de compradores de discos durante el oscuro periodo de los 90 y la primera década de los 2000. Cuando le preguntas por qué nunca hay novedades entre los estantes, Bartolo tiene su teoría: “Con las novedades solo se pagan el gusto y las ganas”.

Aunque hubo un tiempo, en los años 60, en los que, como cualquier persona, Bartolo compraba novedades. Y, para ello, se desplazaba desde Fernan Núñez a Córdoba, donde adquiría discos de pop y rock, especialmente rock, en tiendas prehistóricas de Córdoba, como Almacenes San Rafael, las Galerías Preciados, Almacenes Simago o Fuentes Guerra. Aunque nada parecido a lo que experimentó su colección de discos cuando se marchó a Barcelona a vivir y en la ciudad condal dio rienda suelta a su coleccionismo.

De su etapa en Barcelona recuerda que, cuando venía a Andalucía de vacaciones, empezaba a “meter a la gente en el coleccionismo”. “Me iba a Sevilla o Málaga a comprar discos, le hacía un regalo a éste, un disco al otro...”, rememora. Hasta que la conversación la interrumpe una turista italiana que pregunta por CDs de flamenco. Bartolo, con un tono una octava y media por encima del habitual, consigue entenderse con la clienta y con su pareja, a los que les vende un recopilatorio de cante y guitarra flamenca. Y, con la misma naturalidad aunque en una octava y media más baja, Bartolo retoma el hilo.

“Yo monto la tienda por dos objetivos. El primero, fomentar el coleccionismo. El segundo, más importante, conseguir discos para mí”, reconoce sin rodeos. Era 1995, el CD, un formato hoy desprestigiado, dominaba el mercado, y el vinilo estaba moribundo. En aquel entonces, en Amigos del Disco si se venden novedades, y los clientes son variopintos. Con el paso del tiempo, las ventas y los clientes, al igual que la propia industria, van languideciendo con la entrada de internet, los sistemas de intercambio de archivos y los reproductores de MP3 y descargas digitales.

“Ahora hay más gente joven, antes venían más carrozas”carrozas

Esta evolución, que ha cambiado para siempre el sistema de producción y escucha de la música, ha producido efectos secundarios colaterales en el mercado del vinilo, que ha resurgido con fuerza en las ventas y ha vuelto a los estantes y a las casas de los oyentes, junto con los antiguos y modernos tocadiscos. Esta vuelta al principio ha cogido por sorpresa a Bartolo y Amigos del Disco, que ha renovado de nuevo su clientela. “Ahora viene mucha más gente joven, cuando antes venían más carrozas”, ironiza el dependiente.

Aún así, antes de que el vinilo volviera a estar de moda, Bartolo aguantó el tirón durante quince años mientras el resto de superficies y tiendas de música de la ciudad cerraron sostenido por un pequeño grupo de asiduos. ¿El secreto? “Estrechar el círculo” de compradores y comenzar a vender por internet. Bartolo recuerda, por ejemplo, como ha llegado a vender discos por 200 o 300 euros, principalmente a compradores extranjeros. Su venta más cara, un original de Pan y Regaliz, disco homónimo de la banda española de rock progresivo de mismo nombre, editado en 1971. Aunque, en cuanto sacas el tema, se mete en el almacén y sale con una copia de Vainica Doble, un disco español del mismo año que se cotiza en internet por 1.500 euros.

Su amor por la música española no se queda en sus posesiones, sino también en sus inversiones. Por ejemplo, hace unos años se encargó hacer justicia poética y editar en vinilo Spanish Progresive 1971-1977, una colección de canciones de la banda cordobesa Expresión, más conocida entre el público con el nombre que adoptó posteriormente, Mezquita. Una banda cordobesa, pionera del rock andaluz, y cuyas canciones ha editado Bartolo por primera vez en Vinilo casi 40 años después de que se grabaran, y que también se venden caras en internet.

Por supuesto, él también tiene su santo grial, que son el segundo y el tercer trabajo de la banda catalana Lone Star, dos discos que le faltan para completar una parte de su colección. Porque Bartolo tiene más de 200.000 discos repartidos entre la tienda, un piso y un garaje, una especie de diógenes musical que no siempre ha encontrado comprensión entre su familia. “Yo he tenido muchos problemas con los discos, aunque sobre todo porque mi familia quería que me gustara el flamenco, y a mí lo que me gustaba era el rock”, confiesa Bartolo, que igualmente consiguió imponerse en los pleitos familiares e incluso su hija le echa una mano con las ventas a través de internet.

“¿Y uno se jubila de esto, Bartolo?”, le pregunta un cliente que asiste a la entrevista. “Con los discos voy a estar toda mi vida. La tienda igual la dejo por circunstancias familiares”, contesta el dependiente, que se despide con un deseo: “Mi ilusión es hacer un museo del disco. Yo nunca he hecho esto para lucrarme, sino por amor a la música española”.

Veinticinco años después y tras varios cambios generacionales, Amigos del Disco es lo más parecido a un museo del disco con lo que cuenta Córdoba. Palabra de cliente.

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