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La furiosa necesidad de que los versos sangren

De izquierda a derecha, Álvarez Miguel, Antonio Agredano y Javier Gallego.

Juan Velasco

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Desde la platea se veía a dos jóvenes normales. Uno, rubio y murmurante, escondido tras un polo o camisa estampado. El otro, moreno, de negro riguroso, oculto tras las gafas y la irónica defensa de la batería como el instrumento percutor sin el que no existe la música. Así arrancaban los recitales de esta Cosmopoética. Con el brillo de la juventud de dos poetas que manchan su poesía con la sangre de la injusticia, en una edición que tiene como marco soñado México, un país hemoglobínico.

Arrancó primero Álvarez Miguel (Oviedo, 1990), un poeta premiado con algunos de los más relevantes galardones de la poesía joven española y que trazó una cronología del desengaño existencial que viven los escritores desde que empiezan a publicar hasta que se convierten “en el poeta al que odiaban”. Con ese hilo narrativo, Álvarez Miguel, creador de la página ocultalit y del patarrealismo salvaje, se permitió recitar sobre el negacionismo, dios, las grandes empresas, los poetas malditos -que hoy, dice, serían los raperos-, la soledad o sobre las bombas que caen en Bagdad y los refugiados que llueven sobre el Mediterráneo.

Sobre tremendo panorama, tomará el testigo Javier Gallego, con su poema Como si nunca hubieran existido, pero antes de eso, se levanta, casi huyendo de la butaca, y se dirige al público. Explica que por fin cumple un sueño. Que muchos amigos le hablaban de Cosmopoética. Que le llena de felicidad que su primera visita al festival sea con su poemario El grito en el cielo. Y se pone a recitar versos como balas, con la urgencia del mejor Allen Ginsberg, desde Detroit a esta España nuestra, a la que anatomiza.

Tiene este país forma de ataúd, cuerpo de jota, cara de nicho, / un parto que no le nace y una muerte que le vive demasiado, recita Gallego en la primera parte. Después rebaja el tono. Habla de amor, de sexo, de “promesas de poemas que no siempre se cumplen”, de amantes que fueron y que ahora saben que no envejecerán juntos. Siendo como es, un comunicador excepcional, apenas da respiro al público para beber agua. Y entonces vuelve al Mediterráneo.

La tierra no los quiere y los echa al mar.

La barca no los quiere y los tira por la borda.

Las olas no los quieren y las algas los devoran.

Sus cuerpos se derraman en el agua

Como arena de un saco.

Como piedras.

Como llanto.

Como adiós.

Gallego recuerda que el martes cumplía el plazo para cumplir con las “ridículas” cuotas de acogida de refugiados prometidas y ningún país europeo las ha cumplido. “Contra ellos va este poema”, aclara el periodista, que rememora con tristeza que Como si no hubieran sido está basado en una noticia real, que se permitía contar que no había certeza de cuántos inmigrantes habían muerto o podido morir en aquel naufragio. Uno sólo. Otro naufragio. Pero, como el propio Gallego reconoce poco después, poco o nada importa, mientras lamen la pantalla del televisor.

Cae la sombra como un coágulo, cae el cielo desplomado, es un maravilloso final. Concluye Gallego recitando sobre un vídeo de Los Voluble.

Xoel López

A las 21:30 llegó el turno para Xoel López, que presentó su poemario Bailarás cometas bajo el mar, editado el pasado 5 de septiembre y que ya ha sido reeditado. Xoel sorprendió con un mini-concierto acústico y la lectura de unos poemas que, afirma, usa como bálsamo para todo lo que le sucede.

Mientras, los bares Clandestino y El Automático se convirtieron anoche en auténticas cantinas mexicanas para albergar, en el caso del primero, un concierto del cordobés Lämpara; y en el segundo, una sesión de los DJ Vallellano y el mexicano DJ Artemio.

Además, este viernes también se inauguró la Exposición Otros Páramos de los artistas mexicanos Artemio Narro e Ígor Solís en el Teatro Cómico Provincial. Una muestra de las poliédricas caras del arte y la cultura mexicana que, utilizando como punto de partida la obra de Juan Rulfo, plantea un recorrido que transita desde la colorista abstracción tropical de la obra de Igor F. Solís, hasta la síntesis, cruda y reivindicativa, de Artemio Narro. La exposición podrá visitarse durante todo el Festival.

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