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Los padres y las madres no existen: todos somos hijos

'Lacura' en el Teatro Avanty

Carlos Alarcón

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¿Quién soy YO cuando me desapego todas las creencias que me ha inculcado el otro y mi ego ha idealizado?

A esta pregunta nos induce la respuesta escénica creada e interpretada Bibiana Monje (Tenerife, 1984) en Lacura. Un viaje escénico, de ida y vuelta, del YO a lo externo, un ejercicio de auto-ficción, en el cual, con un estilo que cabalga entre lo posdramático y lo chamánico recrea un collage de estados.

Una mixtura elaborada con materias primas como el canto, los juegos de luces, la pangestualidad para encarnar diferentes personajes, loops sonoros, beatbox, cuerpo, proyecciones y el humor punzante e irónico que dan forma a anécdotas y autodescubrimientos durante los treinta y siete años de la vida de Bibiana, resumidos en hora y media. 90 minutos en los que sobresale el diseño escénico (lumínico y de video) creado por Eduardo López, capaz de trasladar al espectador súbitamente de una edad a otra. 

Y, por encima de todo, Monje. Formada en escuelas internacionales como el Actor´s Studio, la actriz no solo dedica su esfuerzo creativo al teatro, sino que también ha publicado ocho discos -un talento fácilmente apreciable ya que es la responsable de las atmósferas sonoras de la obra-. Además está embarcada en proyectos cinematográficos como directora y guionista (Leap of Faith – Puenting, VolcanoFilms).

“Soy un holograma”

Ante el espejismo de lo que somos en realidad y con humor inteligente constante, Bibiana comienza el reseteo de su “sistema operativo” ayudada por una Siri que cargará todas las fobias, culpas, abandonos, vergüenzas, expectativas rotas, apegos físicos, emocionales y mentales para que asistamos a este encuentro con las vivencias de la creadora desde niña.

A saber: la infancia vivida con su abuela materna, experiencias conflictivas con otras mujeres a las cuales les pide perdón, rechazo a continuar con el negocio vinícola de la familia paterna, la idea de “ser alguien especial” que le adhirieron o las corazas contra cualquier agente externo, que la colapsaron al comienzo de su veintena 

Acabando con una llamada telefónica a Dios, -que no se encuentra disponible- haciendo así una reflexión de que ningún ser divino, ni nadie en esta tierra le va a hacer llegar a la verdad de su ser, y que solo ella misma está en proceso de descubrir.

En conclusión acompañamos a Bibi en esa búsqueda de La-Cura de las enfermedades emocionales del ser actual, por medio de sus experiencias, las cuales pueden interesar más o menos, pero sondean esos lugares comunes que resuenan y pueden ser dinamitados -o integrados- una vez hechos conscientes. O, como en este caso, hechos escena. Y, al mismo tiempo, nos alienta a decirnos que TU eres padre y madre de ti mismo por lo que tienes que construirte desde ahí. 

Todo ello, ataviado por unos medios tecnológicos -que invaden nuestras vidas- de los que desprenderse para ser la carne de la intérprete-creadora que desnuda su (nuestra) alma y que invita a un debate de “Tú-a-Tú” con ella misma al finalizar la pieza. 

Y debió calar, porque el público congregado en el Avanty se puso en pie para agradecerle su desmesurado trabajo.

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