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Emigrar para triunfar

FOTO: MADERO CUBERO

Alfonso Alba

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Rubén Martín es un bailarín cordobés de 27 años que ha cosechado éxitos en medio mundo pero que todavía no ha actuado en su ciudad

La trayectoria profesional de Rubén Martín es una más de las contradicciones de Córdoba. La ciudad que alumbró hace 27 años a uno de los bailarines flamencos con más proyección internacional y que más está triunfando en medio mundo no lo ha visto actuar.

Rubén Martín aprendió a bailar en Córdoba a los siete años. Había visto una película en la que Antonio Gades bailaba por la calle y él lo imitaba todos los días cuando iba y venía del colegio a su casa del barrio de Noreña. Tanto le gustaba que al final sus padres lo apuntaron a las clases de la cordobesa Nieves Camacho. Allí descubrieron su talento, pasó tres años por el Conservatorio de Danza de la ciudad y dio el salto a Madrid a los 15 años, y de allí ya a medio mundo, donde ha triunfado: ahora mismo es, por ejemplo, la imagen del anuncio de Renault Clio en Suiza, vive en Venecia y no para de actuar en Kuwait, Catar, Emiratos Árabes, Italia y Alemania. Desde entonces, no ha vuelto a Córdoba más que para ver a la familia. Rubén es un bailarín gestado en Córdoba pero que, como el flamenco que lleva por bandera, se ha tenido que marchar fuera para crecer.

“Al final, nuestra cultura está evolucionando fuera y no aquí dentro”, explica Rubén, en una cafetería a las puertas del Conservatorio de Danza de Córdoba. El flamenco, reflexiona, crece en el extranjero, en los espectáculos que se contratan donde tienen éxito, en Suiza, en Londres, en el mundo árabe bañado por el petróleo. “Tenemos que buscar fórmulas para cambiar eso”, explica.

Rubén Martín está en Córdoba porque quiere convertir a la ciudad en la protagonista de su última obra, un cortometraje muy conceptual rodado para ser proyectado en las salas de arte contemporáneo de Estados Unidos llamado Ardor. Y confía en poder traer “algún día, claro que sí” alguno de los espectáculos que se autoproduce como Eterno, con el que le ha dado la vuelta al mundo, desde Australia hasta China y Taiwan.

Y no desiste, mantiene la esperanza y, sobre todo, “las raíces”. “Intento tirar siempre de gente de aquí”, dice mientras mira a su alrededor, a la Judería de Córdoba. “Siempre lo hago, siempre llevo músicos de Córdoba” y defiende la ciudad, su cultura y Andalucía en todos los espectáculos con los que gira. Pero es realista y admite que hoy en día es muy difícil recalar con una obra como las que protagoniza no sólo en la ciudad sino incluso en España.

Por eso, Rubén Martín está impulsando y trabajando con “compañías low cost” como Pura Sangre, con la que está actuando ahora en Suiza, donde el público es “muy exigente”. “Allí la gente paga y paga bien” por una obra, y luego demandan que lo que han visto se ajuste a lo que han desembolsado. “Por eso, para mí la crítica del público suizo es muy importante”, explica.

Martín es uno de tantos y tantos españoles que se han visto abocados a emigrar y a buscar futuro en el mundo árabe. Pero allí ha triunfado y se ha convertido en una estrella: por su espesísimo pelo negro, por sus ojos oscuros, por su baile flamenco contemporáneo y por el enorme impacto que este tipo de espectáculos está teniendo en esa sociedad. “Les encanta la historia de Eterno”, el espectáculo que ha autoproducido Martín y que es un recorrido por todos los palos del flamenco. Es decir, un recorrido por toda la historia musical de un flamenco que en Córdoba aún pervive en reductos tabernarios pero cuyos hijos tienen que salir fuera para poder vivir de él.

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