Diego Guzmán: “Es un orgullo que Acuario Teatro sea una plataforma para profesionales”
Acuario Teatro lleva 40 años acercando a los niños al teatro. Este miércoles, Palma Feria de Artes Escénicas de Andalucía le ha rendido homenaje a su trayectoria. Quien le entrega el premio era un niño cuando Diego Guzmán echó a andar este proyecto allá por 1978. Ahí es nada. Quedamos con el fundador de Acuario Teatro para que nos cuente cómo han sido estas cuatro décadas de teatro para los más pequeños, nos sentamos en una sala apartada, tranquila. Frente a la Sala La Caseta, donde el mismo día representa su espectáculo El emocionómetro del doctor Drilo. Donde la voz que se ha acostumbrado durante tanto tiempo a hacer sentir cómodos a quienes escuchan recibe toda la atención que merece.
PREGUNTA. Como compañía veterana en Palma, ¿qué supone este reconocimiento?
RESPUESTA. Antes que nada, ha sido un recuerdo maravilloso cuando he llegado a Palma del Río. Hacía muchos años que no venía y lo he visto tan bonito, por un lado. Y, por otro, esa sensación tan agradable de que mis compañeros de profesión se acuerden de uno después de tantos años. Así que es un orgullo ser convocado para este homenaje. Que el homenaje, en realidad, es que mis compañeros se acuerden de mí y de Acuario Teatro, la compañía que me ha dado tantos disfrutes y tantas cosas a lo largo de tantos años.
P. Tantos años son 40 años. Puede que los primeros niños ante los que representásteis vuestras primeras obras hoy tengan sus propios niños. Os habrá pasado alguna vez el encontraros con esta situación.
R. Muchas veces. Situaciones de venir un señor con 43 o 44 años y decirnos: “Tú no te acordarás de mí, pero yo sí me acuerdo de ti”. Y preguntarle por qué y que me conteste: “Porque estuviste trabajando en mi comunión”. Cosas así. Hombre, 40 años es una vida. Yo tengo ahora 65 y empecé con 25. Fíjate todo lo que ha pasado, se ha vivido y disfrutado. Otros miembros de la compañía que les tocó el momento de irse, unos definitivamente y otros a otras labores. Otros están, y me siento muy orgulloso, en otras compañías o trabajando solos como actores, como técnicos, etc. Es un orgullo enorme saber que Acuario también ha sido una plataforma de creación de profesionales y viviría otros 40 años sin dudarlo.
P. ¿Ha cambiado el público infantil en este tiempo? ¿Se le transmite y entretiene igual a un niño de hoy que a uno de finales de los setenta?
R. Diría que sí. Que el niño sigue siendo niño. Cambia poco en ese sentido. Lo que sí es cierto es que no en todos los lugares los niños actúan de un modo igual. Hemos comprobado después de tantos años, de actuar en teatros populares y principales de ciudades y en barrios marginales, y ver cómo resultan las funciones con un público y con otro. Pero el niño es niño siempre. Su mente está más o menos limpia. Aunque es cierto que a una edad, como a los 8 años empiezan con los videojuegos o el cine, que está tan maravillosamente bien resuelto en cuanto a trucaje, lo que hace que el niño se asombre menos. Pero el teatro sigue siendo algo muy directo y sincero, y el niño aprecia esa sinceridad y la valora. De eso no hay duda.
P. ¿Qué tiene el teatro infantil que el “hecho para adultos” pueda envidiarle?
R. Pues yo no creo que sea una cuestión de envidia, aunque sea sana, es más bien las características que confluyen en cada uno de estos géneros. Incluso los actores y actrices de los espectáculos para niños tienen que tener, bajo mi punto de vista, y por mi experiencia, un puntito diferente. De hecho, hay actores que no han querido hacer nunca teatro para niños. Y hay actores en el teatro infantil que nunca se han probado en el teatro para adultos. Son géneros distintos. La forma de expresión, de transmisión de lo que estás diciendo... Aunque la puesta en escena de un espectáculo no tiene porqué diferenciarse en nada. Ni en economía, ni en materiales, ni en seriedad, ni en nada. Pero sí es cierto que hay un punto de, no sé si me atrevo a decir, sensibilidad. O quizás sí. De sensibilidad para con los niños. Para ese mundo blanco.
P. Mantener vivo un género tan concreto debe ser un ejercicio de reinvención constante. Sobre todo durante tanto tiempo y con los cambios generacionales que se hayan producido. ¿Cómo lo hacéis?
R. Bueno, ha ido ocurriendo de manera muy espontánea. Uno se tiene que ir adaptando a los tiempos, a las formas y a los dineros. Hay momentos de crisis en los que tienes que reciclarte y echar mano de títulos que ya habías montado y darle una mano de pintura, como se suele decir. En otros casos, nos hemos sentido más creativos y hemos ido alternando títulos universales de la literatura infantil con invenciones propias o incluso creaciones colectivas. Ahí hemos ido haciendo una cosa y otra y viendo como no siempre un título conocido tiene más tirón y viceversa. Es decir, va a depender siempre del tratamiento que le des. Del punto de vista. De muchas cosas. Dicho muy rápidamente, se supone que un título como Caperucita o Los músicos de Bremen van a tener más tirón. Puede tenerlo a la hora de convocar al público. Pero nosotros tenemos, por ejemplo, un espectáculo que se llama Mi sofá, que ya no se hace desde muchos años, y es de los que más se han vendido y más aplausos han levantado. Tiene que ver menos con espectáculos infantiles, es un puro ejercicio dramático con actores cantando y actuando.
P. Sobre esos momentos duros de crisis, mantener un proyecto artístico durante tanto tiempo tiene que ser muy difícil. El teatro tiene muchos altibajos.
R. Afortunadamente, hemos contado con la ayuda de la administración pública. La Junta de Andalucía ha estado ahí a través de su circuito Enrédate, que nos salvó del naufragio total. Esa es la pura verdad. Nosotros que somos de Málaga, pues tanto Diputación como el Ayuntamiento y otras entidades han hecho su parte también por salvar un poco la situación tan caótica en la que vivíamos. A pesar de eso, la vida es así. Se pasa sinuosa y es de altibajos. Han habido momentos duros no solo de pelas, sino de ánimos y de cosas que ocurren en tu vida que se trasladan al teatro y viceversa. Momentos buenos y malos, como todos.
P. Hace falta el “emocionómetro”...
R. Exacto.
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