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Córdoba, ciudad de Cántico

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Marta Jiménez

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Existen tantas rutas del Grupo Cántico como lectores de poesía. Además, otras tantas como ciudades por las que viajaron y en las que vivieron parte los integrantes de uno de los grandes episodios de la literatura española sucedido en la Córdoba de los años 40 y 50. Ciudades como Málaga, Madrid, Granada, París, Venecia, Nueva York, el estado de Florida, Puente Genil o La Carlota también podrían pasearse de la mano de Cántico, aunque el espíritu de Córdoba y sus alrededores esté íntimamente unido a sus vidas, a sus obras e incluso a sus muertes.

“Si este grupo se hubiese formado en Barcelona hoy estaría en otro lugar”, opina Eva Díaz Pérez, directora del Centro Andaluz de las Letras (CAL), la institución andaluza organizadora del paseo literario por la Córdoba del grupo Cántico justo al cumplirse dos años de la muerte de su poeta más brillante, Pablo García Baena.

Cántico fue un puente con la Generación del 27 y así lo plasmó el escritor Salvado Gutiérrez Solís en su novela El Sentimiento cautivo. El novelista cordobés fue el encargado de guiar un paseo “de autor” que ha comenzado en la calle Parras número 6, casa natal de Pablo García Baena, y ha terminado delante del antiguo Palacio del Cinematógrafo, en la calle Duque de Hornachuelos. Por el camino los paseantes han podido percibir algunos reflejos de aquella época en una ruta que ha sido un homenaje emocionado “a la valentía y a la epopeya” que protagonizaron estos poetas.

Córdoba entra así en las Ciudades Literarias del CAL, un espacio de inspiración tras el Cádiz ilustrado y liberal, la Málaga de la revista litoral, la Granada de Paco Ayala o la Sevilla de Chaves Nogales. Su filosofía es “pasear la literatura”, plantear la ciudad como escenario de inspiración creativa y descubrir la memoria escrita que se esconde detrás de los espacios urbanos.

“Tenemos que enorgullecemos de nuestro pasado literario”, en palabras de Eva Díaz Pérez, “escritores que se inspiraron e hicieron universal nuestro paisaje andaluz, porque si algo nos sobran son autores en Andalucía”.

Alma feliz por siempre, pues lo fuiste un instante

El paseo comienza en la calle Parras 6, antes número 11, lugar donde vino al mundo Pablo García Baena. Entre la treintena de paseantes se encuentra un sobrino del poeta Príncipe de Asturias, así como un sobrino de otro miembro del grupo, Mario López. Gutiérrez Solís advierte al principio sobre el lugar común alrededor de Cántico que dice que no hubiese sido posible sin Ricardo Molina. Y reivindica la labor de equipo: Molina fue el primer impulso, quien escribió a los miembros de la Generación del 27,“fue el gerente de Cántico”; Juan Bernier tuvo un papel decisivo en incorporar lecturas al grupo. Pablo descubrió a Cernuda y Juan Ramón gracias a él, el miembro mayor de Cántico; por su parte, García Baena fue un elemento emocional esencial, el hombro amable de cada miembro de Cántico, el elemento fusionador del grupo.

El guía también presenta al grupo como gestor cultural con medios escasísimos en la Córdoba de los años 40. Poetas gongorinos y clásicos, pero también muy contemporáneos en sus lecturas, películas, música y artes plásticas. “Eran atrevidos, pasaron del clasicismo a la poesía social en el caso de Bernier y a la poesía muy contemporánea en el caso de Pablo”.

Lectura del poema Alma feliz de García Baena.

Las escuelas de López 

Diéguez

Cruzando de camino al colegio donde estudió García Baena suena el apunte humorístico de la “paradoja cordobesa” a raíz de la cercana Fuenseca: la sed en el agua, la salud en el cementerio, la verdad en el campo, la caridad en el Potro agónico.

La primera vez que Gutiérrez Solís se encontró con García Baena el novelista tendría 7 u 8 años. Su profesora de parvulitos, doña María Raposo, también lo fue de Pablo, “enviudada de pies a cabeza, hasta la mirada enviudada, pero con una maravillosa letra inglesa”. Ella presumía de haberle dado clase a gente muy importante.

Otra conexión del colegio con Cántico, además de que también dio clase en sus aulas Juan Bernier o que su biblioteca lleva el nombre de García Baena, pasa por quien fue su director durante muchos años, Manuel de César, poeta y activista cultural perteneciente al grupo Zubia. De hecho, fue la persona responsable de convencer al Ayuntamiento de Córdoba para que instaurase el premio Ricardo Molina, hoy uno de los más importantes premios de poesía del país.

Lectura de Poema de agosto de Juan Bernier

Cinema paradiso: La terraza de verano Ramos

En la esquina occidental de la plaza Juan Bernier con la calle Santa María de Gracia existió uno de los 45 cines de verano en activo de la Córdoba de la segunda mitad del siglo pasado, el cine Ramos. Su particularidad era la relajación que mostraba su propietario, Paco Ramos, con los fragmentos de película que le obligaba a cortar la censura. Ramos la burlaba con valentía, sabía cómo tratar esta censura. Los cordobeses, y cómo no, los miembros del grupo literario, iban a este cine a ver los besos perdidos de Maureen O'hara, John Wayne o Ava Gadner.

La plaza se inauguró el 4 de agosto de 1989, acto al que no asistió Juan Bernier, ya muy enfermo, pero sí Pablo y Carlos Clementson, ambos de riguroso traje y corbata y sin que, por lo que muestran las fotos de la hemeroteca, el inclemente calor les afectara.

Una de las muchas conexiones de la plaza con Cántico, aparte de un nombre que oficializaba y homenajeaba a un grupo tan importante a través de uno de sus miembros, era la cercanía con la iglesia de San Rafael. El arcángel protector de una ciudad para cuyas fiestas eran muy puntillosos en un grupo que amó y odió, como buenos amantes, a su ciudad.

Muy cerca también está a iglesia de San Lorenzo, tan importante en la vida y trayectoria de García Baena y el grupo. Ellos son responsables de la refundación de la cofradía de Ánimas en 1949. La estética de la cofradía y el estilo de procesionar lleva la impronta del grupo, en su faroles o el paño que cae de la cruz del Cristo, una estética propia e intransferible que nada tiene que ver con otras corrientes cofrades.

Lectura de Fragmento Retablo de las cofradías de Pablo García Baena.

En el solar que hoy ocupa la plaza estuvo el convento de Santa María de Gracia, del siglo XV. Un espacio hoy dedicado a un gran defensor de la arqueología como Juan Bernier donde, irónicamente, hubo un convento que fue literalmente expoliado.

Lectura de Córdoba de Juan Bernier.

Es generalizada la opinión de que Bernier fue el poeta más versátil del grupo. Con cigarro eterno, gabardina azul y una seriedad que escondía amabilidad, el poeta escribió y corrigió un diario durante toda su vida, tal vez influido por su admirado André Gide.

La Peña Nómada

Muchas de las reuniones de Cántico fueron tertulias itinerantes por tabernas cordobesas como Casa Camilo, la taberna de los Peces o la de Puerta Nueva. A mitad de la calle El Realejo vivía Pepe Diéguez, concejal de cultura y poseedor de una bodega en la parte baja de su casa donde era anfitrión de Cántico.

“Bebíamos poesía y también Montilla Moriles”, afirmaban. En su vertiente de gestores culturales lograron convencer entre fino y fino al concejal para que sufragase los gastos de una lectura poética de Vicente Aleixandre en Córdoba. Se hizo realidad en la primavera de 1949 y en el hotel Simón, junto a la plaza de san Andrés. Eufóricos tras la lectura, llevaron al poeta del 27 a comer tortilla a Santos, a beber vino al Gallo y a ver patios. “Como veis, muchas cosas no han cambiado”, sonríe Gutiérrez Solís.

Lectura de Memoria de una guitarra, de Mario López.

La Corredera y el laberinto

Ricardo Molina decía que la plaza de la Corredera era puro Góngora, puro Siglo de Oro. El sentimiento cautivo, la novela de nuestro guíase desarrolla en esta plaza porticada. Para su autor la Corredera posee la simbología de esas personas con una inquietud creativa, artística e intelectual tan profunda y una vocación tan grande, pero que convivieron con una época hostil. El espacio abierto rodeado de callejuelas y laberintos donde las personas muestran sus inquietudes en la intimidad puede ser un trasunto de todo ello. La iconografía del laberinto a la vez que estás expuesto a todo.

Antonio Colinas, que vivió  y conoció Córdoba y el gongorismo gracias a Pablo, escribió El laberinto invisible, poema leído en la plaza.

Lectura de Vino antiguo, de Ricardo Molina.

Que yo soy nacido en el Potro

Este fragmento de Luis de Góngora solía repetirlo, y escribirlo en entradillas, Ricardo Molina. El poeta nació y vivió en la calle Coronel Cascajo, actual Lineros número 26. Un lugar icónico en la biografía de Cántico, remite de las cartas y de la venta de revistas. Libros, gramola, cromos, mesa isabelina y dorado espejo francés, así recuerda el inmueble su amigo García Baena en un poema.

Asimismo, esta casa fue un punto vital de encuentros entre los miembros de Cántico, dedicados a la gestión cultural y a hábitos contemporáneos como las tertulias musicales -en el clan de la gramola y de la pianola-, donde escuchar música de jazz o el germen country, además de clásica y flamenco, un elemento aún marginal entonces, poco considerado como expresión cultural o expresión social.

Gracias a Ricardo Molina se empieza a hablar de flamencólogos, el flamenco llega a la universidad y se estudian los cantes como expresión cultural. “Igual que hoy los poetas beben del rap, el trap o el hip-hop, de las expresiones de la calle que aún no forman parte de los registros culturales”. Molina también fue fundamental en que el antiguo Premio de Cante Jondo, creado por Falla y Lorca en Granada en 1922 y que solo vivió una edición, resucitara en Córdoba como Concurso Nacional de Arte Flamenco.

Luis, sobrino de Pablo, lee delante de la casa de Molina el poema que su tío le dedicó a Ricardo tras su muerte: Sandua 

En la cercana plaza del Potro lectura de Memoria de un río, de Mario López.

El cuarto del infierno

Si existe un lugar para comprender al grupo Cántico esa es la única biblioteca que existía en Córdoba en su época. Se alzó donde hoy habita la delegación de Cultura de la Junta de Andalucía, en la manzana de Orive. Allí se reunían y leían libros que no estaban en los anaqueles de aquella biblioteca.

El inductor fue Juan Bernier, y el que puso el nombre a la estancia, quien les habló de Juan Ramon, Aleixandre y Cernuda. Y de André Gide, una revolución literaria en Europa que impactó y cambió la vida al grupo. También leían a Pasolini, Voltaire o Schopenhauer, libros imposibles de encontrar en una biblioteca en la España de la época.

Leían poesía en gallego, catalán, leían a poetas chinos y descubrieron los haikus. Reunidos en torno a lecturas no permitidas, fue fundamental Los alimentos terrestres, de Gide, para entender a Cernuda y a ellos mismos. Era su autor de cabecera sin ser un poeta, era novelista y ensayista, y este libro los conmocionó en su trayectoria literaria y vital.

Lectura de un fragmento de Los alimentos terrestres de André Gide.

Instituto Góngora

Todos los miembros de Cántico fueron personas muy formadas, algo nada común en la época. Juan Bernier estudió dos carreras y todos pasaron por estudios universitarios. Se trata de una generación poética muy formada.

Julio Aumente, el poeta más expansivo de todos, pasó de ser muy clásico a ser hipermoderno. Fue el más expresivo en el sentimiento de amor-odio a la ciudad. Todos querían una Córdoba más culta, más evolucionada, con más contacto con el mundo, más moderna... les enervaba que no pasara nada y se revolvían contra el estatismo y lo denunciaban.

Lectura de Sarcófago de cordoba, de Julio Aumente.

Palacio del Cinematógrafo

El paseo finaliza en el lugar que inspiró la “cumbre de la poesía del siglo XX en España”, en palabras de Gutiérrez Solís. Detrás del poema hay una “novela maravillosa y llena de emoción”. Impares. Fila 13. Butaca 3. Te espero como siempre. Una historia desgarradora que define claramente la trayectoria vital de la mayoría de los integrantes del grupo.

Lectura de Palacio del Cinematógrafo, de Pablo García Baena.

OFF del Paseo por la Córdoba de Cántico

Fuera de la ruta  literaria quedan muchos lugares inspiradores de Cántico: el bar Siroco, la plaza del Cristo de los Faroles, las calles Góngora y Gondomar, la calleja de la Hoguera, Blanco Belmonte, los baños de Popea, El Bejarano... Espacios para iluminar con la voz de sus poemas y con su historia a todos aquellos partidarios de descubrir a los autores conociendo dónde y cómo vivieron.

Seguramente el guía de este paseo organizado por el CAL, Salvador Gutiérrez Solís, podría haberlo hecho con los ojos cerrados, pero prefirió sorprenderse de nuevo siendo anfitrión de algunos de los espacios referentes de Cántico. Lugares a los que volver siguiendo las sólidas huellas de un grupo de poetas efervescentes que se bebieron la ciudad. Y la vida.

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