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Alejandro Morellón: “No podía dormir bien hasta que no terminaba de escribir cada capítulo de la novela”

El escritor Alejandro Morellón | MADERO CUBERO

Pilar Montero

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Una casa sufre la ausencia de un padre y un hermano. En ella permanecen Alan, quien trata de escapar del presente durmiendo a todas horas, y su madre, Rosa, absorta en antiguas fotografías de una familia que ya no es tal. Ambos personajes sostienen un episodio trágico que les ha cambiado para siempre, y sobre ellos sobrevuelan el dolor y la culpa, como fastidiosos moscardones que los empujan hacia un irrevocable estado de locura. Ese es el planteamiento de Alejandro Morellón en Caballo sea la noche, una novela corta organizada en cinco capítulos de escritura ininterrumpida y en la que el lenguaje poético se entremezcla con reflexiones metafísicas e imágenes cinematográficas, cargadas de onirismo.

Esta primera incursión del autor en el género de novela corta es una consecuencia natural de sus investigaciones sobre la identidad y de su interés innato en el género del cuento, protagonista hasta el momento de su trayectoria literaria y por el que ha recibido varios galardones, como son el Premio Fundación Monteleón por La noche en que caemos (2013), el prestigioso Premio Hispanoamericano de cuento Gabriel García Márquez por El estado natural de las cosas (2016) y el puesto de finalista del Premio Nadal por He aquí un caballo blanco (2015).

Precisamente el caballo vuelve a tomar una fuerza brutal en esta obra como alegoría del “deseo incontrolable, desbocado, irrefrenable. Un anhelo al que no se le pueden poner riendas”, en palabras del mismo autor. Una imagen “contundente”, como esta novela, tan próxima a lo experimental por su abundancia en imágenes surrealistas, por volver a las frases largas y a la brevedad en tiempos de excesiva inmediatez.

Horas después de este entrevista, Alejandro Morellón tiene programado desglosar otros aspectos de la novela con sus lectores en La República de las letras, junto al escritor Mario Cuenca Sandoval. Pero el autor aún tiene tiempo para un café y una entrevista.

PREGUNTA: Tengo entendido que has podido escribir Caballo sea la noche en parte gracias a la dote del premio Gabriel García Márquez

RESPUESTA: La dotación económica del premio, aparte de visibilidad, de darme la oportunidad de abrirme al mercado latinoamericano, me ha permitido comprar tiempo para centrarme en leer, en escribir. Sobre todo, el tiempo necesario para que se fraguara la narrativa de esta novela que presentamos hoy en Córdoba.

P: ¿Qué opinión te merecen este tipo de galardones? Pueden ser un gran aliciente para autores no tan conocidos que quizá no disponen de los recursos suficientes para sacar adelante sus obras.

R: Claro. Rompiendo una lanza a favor de los premios, diría que algunos de ellos, especialmente el Gabriel García Márquez, permiten a autores no tan conocidos llegar a un público y generar un marco de interés que sin ellos no hubiera podido tener lugar. En mi caso particular, gracias a este premio he visto a mi carrera literaria pasar de ser casi ninguna a tener cierto interés por parte del público. Yo animo a la gente a que se presente a premios literarios y, al margen de toda la parafernalia, los amiguismos y los premios que puedan resultar corruptos o amañados, a que haya un circuito en el que los autores puedan verse representados y reconocidos.

P: En tu producción literaria destaca el cuento. Sueles decantarte por ese género porque te interesa su inmediatez. ¿Por eso has optado en este caso por una novela corta?

R: El cuento supone para mí un formato muy contundente y muy directo, que no permite recrearse en la prosa y cuya naturaleza es la inmediatez. Para mí, la novela corta conserva lo mejor del relato. Me sirve para que un escrito sea directo y llegue de forma inmediata al lector, pero también da margen a que uno profundice más en la historia. Es mi formato preferido, también como lector. Suelo compararlo con las películas. Si un cortometraje fuese un relato corto, una película sería una novela corta y una novela larga sería una serie. El formato de novela corta es el que más se asemeja a la experiencia completa de ir al cine y ver una película.

P: Y con esta novela has tenido muy en cuenta esa experiencia del lector, para que pueda terminar de darle sentido a la historia, formar su propio mundo onírico.

R: Lo que me interesa de escribir no es darlo todo hecho, sino generar ciertas incertidumbres para que el lector las complete. Un libro no acaba cuando el escritor lo termina, sino que empieza cuando el lector lo lee. Así se genera esa conversación entre el libro y su lector.

P: Una obra que te ha ocupado muchas horas y que has escrito casi de una sentada.

R: Sí, es la primera vez que me pasa. Con los relatos es diferente porque hay mayor margen de tiempo entre escribir uno u otro y después juntarlos para conformar el libro. Nunca me había enfrentado a una escritura ininterrumpida, durante tres o cuatro meses en los que no he tenido tiempo para nada más. También creo que la naturaleza de este libro obedecía a ese impulso. No podía dormir bien hasta que no terminaba cada capítulo de la novela.

P: ¿Cómo han sido los momentos previos a su escritura? Habrás recogido varias referencias.

R: Para este libro han sido muy importantes para mí otras obras como La muerte de Virgilio, de Hermann Broch, La pasión según G.H. de Clarice Lispector y Las puertas del paraíso, un libro también escrito en frases largas.

P: Resulta inquietante que esta historia, o algunos de sus elementos, los hayas conocido en la vida real.

R: Por una parte, a través de lecturas, crónicas, conversaciones con gente que ha experimentado situaciones semejantes, he creado un episodio verosímil que puede haber ocurrido, desgraciadamente, en cualquier familia. También he utilizado partes felices de mi propia vida, que no están atravesadas por ese dolor, para explicar la psicología interna de una familia. Todo lo demás ha sido ficcional, fruto de la imaginación, pero con el matiz de realidad de esos relatos de personas abusadas dentro de una familia, que me interesaba mucho abordar.

P: Ese abuso lleva a una crisis de identidad en los personajes. Crisis de identidad muy características del mundo de hoy. No sé si eso te ha llevado a una especie de reacción crítica.

R: Me interesaba mucho abordar y explorar el tema de la identidad para la novela, porque en ella se ve un triángulo entre identidad, culpa y memoria que se entrecruza, se entremezcla, y la identidad parte también del hecho de conocer nuestras experiencias a través de la memoria y a través de esa culpa. Yo creo que sí, que esta novela es sobre la identidad y sobre la culpa y de cómo una puede conformar la otra.

P: También tiene mucha presencia el deseo desbocado, de ahí la alegoría del caballo. ¿Puede el deseo destruirnos?

R: Sí. El eje de la novela es ese deseo que es un caballo desbocado, ese anhelo que no podemos frenar y que cuando se interna en ese espacio de incertidumbre que es la noche, ya no tiene vuelta atrás. Es un punto de no retorno en el cual estás vulnerable al futuro, a la expectativa de todo lo que tu deseo te pueda generar. Pero sí, esta es una novela sobre el deseo que no podemos controlar y que a veces nos lleva a la tragedia, al fracaso y a la derrota. 

P: Una novela en la que los personajes tienen un peso fundamental. ¿Cómo has llegado a ellos?

R: El primero que salió a la luz fue Alan, el primer atisbo que tuve de la novela. Siempre digo que es una novela que me aconteció. Fue a través de esta voz de Alan, que soñaba, divagaba, se culpaba de una tragedia e intentaba dormir lo máximo posible para no enfrentarse al presente, a la realidad trágica. Como contrapunto, nació la madre de Alan. Esa voz que, al contrario que la de Alan, aterriza, se refugia en las fotografías antiguas de la familia. También para huir, como lo hace Alan, pero mirando hacia atrás. Entre Alan y Rosa encontré a dos figuras que se complementan, pero que también se contradicen y que completaban la versión de la historia que se puede adivinar, pese a que faltan otros dos elementos de la familia.

P: Durante algún tiempo, fuiste un escritor solitario hasta que empezaste a vivir la literatura como un gran mundo compartido.

R: Sí, bueno. Es algo que nos ocurre a todos los que escribimos. Es una actividad solitaria, porque estás tú frente a los libros y el texto. No es hasta que lo publicas y se lo das a leer a alguien cuando escapas de esa soledad y rompes la barrera del silencio. Hasta que eso ocurre vives en un mundo solitario, en el que escribes contra ti mismo, muchas veces intentando buscarte, indagando en tu imaginación, generando una narrativa que nace en ti y muere en ti. Cuando das el texto a leer empiezas a conversar. Incluso si no se publica, cuando una persona lee el libro ya está creando una conversación contigo. Ahí dejas de estar solo.

P: ¿A qué tipo de escritor prefieres?

R: Me interesan mucho los escritores que trabajan con el lenguaje poético. Aquellos que no solo cuentan cosas, sino que intentan, a través de la musicalidad de las palabras, generar un sentimiento, una sensación. Muchas veces me interesa más el cómo se cuenta que el qué se cuenta.

P: En esta novela hay mucho lenguaje poético.

R: Sí, lo he intentado. Tenía claro que esta historia debía tener una fortaleza poética justamente para eso, para hacer que la experiencia no sea solo narrativa, sino también sensorial o emocional.

 

P: Un mundo en sí mismo en el que pretendes que el lector se sumerja.

R: Sí, lo he intentado. Mi intento ha sido congeniar el fondo y la forma de manera que a medida que el lector fuera leyendo, fuera instalándose en esta tragedia familiar, empatizando con las situaciones individuales de los personajes.

 

P: ¿Cómo encuentra hoy un escritor joven su voz entre tantas voces?

R: Esa una buena pregunta, la verdad. Creo que es la pregunta que en el fondo nos hacemos todos. No sé si tengo una respuesta clara, pero diría que una de las soluciones es leer muchísimo porque cuanto más lees más sabes identificar las voces de otros y más puedes hacerte una idea de con cual encaja la tuya. No hablo de copiar, pero si lees muchos libros es más fácil que estos se diluyan en tu propia voz. Tener un amplio espectro de voces puede darte un estilo propio. Esa es la solución que yo he encontrado respecto a mi voz.

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