Y en la víspera de su fusilamiento, escribió: “Explícale a nuestra hija por qué ya no estaré”
El 12 de agosto de 1936, pocas horas antes de ser fusilado en el cuartel de Lepanto, en Córdoba, el capitán de la Guardia de Asalto, Manuel Tarazona, escribió una carta a su esposa. “Explícale a nuestra hija por qué ya no estaré mañana”, plasmó en el papel. Menos de un mes después de que se negase a formar parte del golpe de estado y acudiese al Gobierno Civil para defender el orden constitucional de la Segunda República, Tarazona fue pasado por las armas. Este jueves se presentó en la Biblioteca Central, donde se levantaba ese mismo cuartel de Lepanto, la biografía que el historiador Manuel García Parody ha escrito: Manuel Tarazona, un caído por la libertad y por España, prologado por Baltasar Garzón y publicado por Editorial Renacimiento.
Pasaron las décadas y aquella carta que el condenado a muerte escribió la víspera de su asesinato nunca se perdió. La hija de Tarazona terminó viviendo en Francia con su hija Sol Rodríguez y siendo ésta adolescente, en una visita a Córdoba, la leyó. “Yo ya había visto, siendo más pequeña, a mi madre y a mi abuela llorar frente a una tumba, en el cementerio de San Rafael. Ahí supe que había tenido un abuelo pero no me contaron su historia. Hasta que no leí la carta no la supe”, cuenta Sol, que ha ayudado a Parody en la confección del libro.
“Mi abuelo se convirtió en un ejemplo para mí. Poco a poco fui investigando más sobre él. Años después, en Estepona llegué a conocer a Antonio Navajas, que había sido compañero de mi abuelo. Aunque nunca nos contó demasiado, siempre era una alegría verle”, recuerda Sol.
Navajas corrió mejor suerte que Tarazona. “Era Guardia de Asalto también, pero aquel falso consejo de guerra que les hicieron terminó condenándole a cadena perpetua en vez de al paredón”, explica García Parody. Ellos representan a todos los militares y agentes de la ley que no se sumaron al golpe de estado. “En realidad no fueron tantos los generales y mandos sublevados. En Córdoba, por ejemplo, el coronel y el teniente coronel de la Guardia Civil tampoco se sublevaron, aunque ellos sí salvaron la vida y ni siquiera fueron condenados a cárcel, solo degradados”, prosigue el historiador.
Tarazona no se salvó. Apresado por los más radicales de los militares levantiscos -algunos de ellos retirados, como José Cruz Conde-, ni las ideas conservadoras ni sus profundas convicciones religiosas que profesaba le apartaron del pelotón de fusilamiento. El 13 de agosto de 1936 fue asesinado y 80 años después empieza a reivindicarse su memoria.
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