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Vencer al miedo de una cardiopatía con el ejemplo de los demás

Participantes en la Escuela de Pacientes.

Carmen Reina

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“Yo no tengo miedo, tengo respeto a mi cardiopatía. Con miedo no se puede vivir. Si vivo con miedo, apaga y vámonos”. Quien hace esta reflexión es Salvador, uno de los integrantes de la Escuela de Pacientes con Insuficiencia Cardíaca que lleva dos años desarrollándose en el centro de salud de Poniente de la capital cordobesa. Él, que ahora tiene 58 años, sufrió un infarto con parada cardíaca y muerte súbita cuando era fumador. Ahora, ejerce de formador con su propia experiencia en esta particular escuela donde personas con patologías similares comparten experiencias, apoyo y motivaciones para mejorar su día a día.

Como Salvador, una decena de pacientes que rondan entre los 60 y los 70 años integran este grupo que, liderado por los propios pacientes enfermos de patologías cardíacas, aprenden a realizar el seguimiento de su enfermedad y a superarla, más incluso que físicamente, mentalmente. Porque ese miedo del que Salvador habla, está muy presente en la mayoría de los casos.

“Muchas personas tienen miedo a que se les repita un infarto”, señala como el principal obstáculo para dar un paso al frente y mirar el lado positivo de su situación. Han salido adelante después del episodio más duro y unas determinadas prácticas pueden ofrecerles una buena calidad de vida. “Físicamente, yo me encuentro mucho mejor que antes del infarto”, dice Salvador.

Su experiencia y su mirada positiva sirven de ejemplo en esta escuela a los demás integrantes. Todos ellos mantienen una primera sesión de presentación, donde les acompañan profesionales sanitarios del centro de salud. En esa sesión, “cada cual cuenta su situación, qué cardiopatía tiene, cómo le ha afectado eso a su vida laboral, social y personal, qué ven de negativo y de positivo...”, cuenta la doctora Gertrudis Montes. “Les enseñamos a romper ese círculo de consecuencias negativas, para que no se encierren ahí y aprendan a mejorar aspectos de su vida diaria”. Porque se trata, sobre todo, de ver la enfermedad como una compañera del día a día pero no como una cárcel.

Para eso, cada paciente elabora su propio plan de acción y con la ayuda de los demás integrantes y los sanitarios, realizan una tormenta de ideas para dar con las medidas que se proponen tomar “para provocar ese cambio a mejor”en su día a día. El cuidado de la alimentación, la actividad física, la calidad del descanso, el seguimiento del tratamiento médico, las relaciones sociales y afectivas...todo lo que puede afectar a la mejora de la vida del paciente se estudia y se pone como tarea para llevar a cabo.

“Nosotros (los médicos) al ver en este grupo la enfermedad desde el punto de vista que la ven los pacientes, vemos aspectos que muchas veces no podemos detectar en consulta”, explica la doctora sobre cómo cada persona afronta su cardiopatía. “Ellos comparten experiencias y, con eso, aprenden a cuidarse de una forma más fácil. Ven métodos, trucos de los compañeros y los llevan a la práctica”, señala la doctora.

Trucos como el subir y bajar las escaleras de su bloque en vez de coger el ascensor para realizar actividad física, como hace Salvador. “Y caminar una hora por las tardes con mi señora”, añade como ejemplo que no solo suma ejercicio sino mejora de las relaciones afectivas.

Entre los pacientes del grupo, hay a quien le cuesta más trabajo ponerse a hacer sus 'deberes'. “No tanto porque no puedan físicamente sino más mentalmente. Hay que proponérselo”, recomienda Salvador, que anima a todas las personas con dolencias similares a formar parte de esta escuela. Cada curso, y ya llevan dos, forman a más pacientes en las buenas prácticas para sobrellevar su enfermedad. Y, a su vez, esos pacientes guiarán a quienes lleguen de nuevas al grupo en el próximo curso. “Somos personas normales”, reflexiona en voz alta Salvador para que muchos compañeros que viven atenazados por el miedo a sufrir otro infarto, lo superen y aprendan a disfrutar de esta etapa de sus vidas.

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