Tocar es fácil con los ojos cerrados
Crónica del concierto de Pat Metheny en el teatro de La Axerquía
Decía David Trueba, a propósito de la banda sonora de Vivir es fácil con los ojos cerrados, que su compositor, Pat Metheny, estaba encantado con haber ganado el Goya a la mejor música original –compartido con Charlie Hayden- en la última edición, porque España tiene un papel importantísimo en la trayectoria del guitarrista de Missouri, que escribió, junto al bajista Jaco Pastorius, una de las páginas más importantes de las cuerdas en el Jazz.
Ayer, Metheny cerró en Córdoba su gira europea y se despidió de España por una temporada. Fue en el marco del Festival de la Guitarra, al que ya había acudido con anterioridad, pero que en esta edición estaba realmente necesitado del prestigio otorga contar con una estrella del jazz como Metheny como cabeza de cartel.
Así, cuando llevaba una hora de concierto, Metheny agarró el micro para recordar a Paco de Lucía, “el más grande guitarrista de la historia de la humanidad”, según el norteamericano, que insistió en que su malogrado amigo era “una increíble fuerza del universo”, capaz de trascender cualquier género, y con la particularidad de dotar a su música de la mejor de las cualidades, “la atemporalidad”.
Esto lo dijo un músico que ha ganado 20 premios Grammy, y que ha sido maestro de personalidades como Al Di Meola o Mike Stern, y cuyo espectáculo de ayer en Córdoba también destacó precisamente por navegar por el tiempo y los géneros.
Se presentaba Metheny en solitario en el escenario para tocar un solo de guitarra y arpa, antes de dar paso a su banda, la Unity Group, formada por el saxofonista tenor Chris Potter, el contrabajista Ben Williams, el baterista Antonio Sánchez, y el pianista e instrumentista Giulio Carmassi.
Durante aproximadamente una hora, la banda apostó por un jazz de factura clásica, en el que se establecía un diálogo entre Metheny y Potter, con ocasionales apariciones del resto de músicos. Tocaron piezas como Folk Song Number 2, The Bat, Come and See, y, sobretodo, una espectacular y enérgica versión de James, en la que el diálogo entre guitarra y saxofón acabó convertido en una espectacular riña de gatos.
Pasada la hora, Methey avisó de que iban a pasar “cosas extrañas”, y la incorporación de Carmassi introdujo el sintetizador en el escenario, al que se añadieron un enigmatico juego de luces y proyecciones.
La segunda parte fue, en su mayoría, un recorrido por el jazz de vanguardia, en el que repasaron varios temas de su último disco Kim, y en el que el guitarrista y su banda apostaron por un sonido más agresivo, aunque nunca exento de clase.
La recta final la encaró con un dueto con cada uno de sus músicos, antes de despedirse con una salvaje versión de Good Life de Ornette Coleman, y de tocar, de nuevo en solitario, Acoustic Medley, una balada que apaciguó los ánimos de las 1.300 personas que acudieron ayer al Teatro de La Axerquía.
El maestro tocó con los ojos cerrados, bajo su espesa melena rizada, los últimos acordes, y se despidió de España y del Festival de la Guitarra, que tendrá su próxima cita con el Jazz este jueves en el Gran Teatro con Mike Stern, precisamente uno de los alumnos de Pat Metheny.
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