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Pilar Sarasola, la mujer que consiguió preservar la librería centenaria de Córdoba

Pilar Sarasola.

Carmen Reina

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El 15 de marzo de 1919 abrió sus puertas en Córdoba una pequeña librería, primero con el nombre de Librería Internacional, y a la postre, Librería Luque. Acabó siendo muchos más que una librería para escritores y clientes, y hoy, centenaria ya, mantiene su sello como parte de la historia de la ciudad y referencia ineludible cuando se habla de cultura en Córdoba. Su fundador y editor fue Rogelio Luque, fusilado por la represión franquista el 16 de agosto de 1936 “por tener libros marxistas” en su establecimiento y “ser activo propagandista”. Poco después, en la plaza central de Córdoba, Las Tendillas, los golpistas ordenaron la quema de miles de libros.

La historia de Rogelio Luque es bien conocida pero, pese a su asesinato, la Librería Luque ha llegado abierta hasta el siglo XXI. Fue su viuda, Pilar Sarasola, también culta y amante de los libros, quien perseveró en el empeño que compartió con su marido. Y, aunque su nombre es uno de los de muchas mujeres olvidadas en la historia de Córdoba, fue quien consiguió preservar la librería y que haya sobrevivido a la Guerra Civil, la posguerra, a un cambio de siglo y a todos los cambios tecnológicos que ha asumido la industria del libro en los últimos años.

Pilar Sarasola Llanas (Huesca 1905 - Córdoba 1981), nació en una familia “ilustrada y culta”, como recuerda el historiador Manuel García Parody, que ha rescatado del olvido su vida en su libro Mujeres en la historia de Córdoba. Cuando ella cumplió 18 años, Rogelio Luque viajó hasta Gijón para conocerse personalmente, después de haber mantenido correspondencia durante un tiempo. Y de ahí, contrajeron matrimonio y se establecieron en Córdoba en el verano de 1923.

Desde el inicio, Pilar Sarasola compatibilizó entre sus tareas la atención a la librería, donde había ocho trabajadores y dos aprendices. En 1932, ejercería de anfitriona junto a su marido en la inauguración del nuevo local de la librería en la calle Gondomar. Y cuatro años después, el asesinato de Rogelio Luque la dejó viuda y al frente del negocio. Ella contaba entonces 31 años y decidió quedarse en Córdoba con sus dos hijos. “Quiso permanecer cerca de la tumba de su esposo, en la ciudad donde alcanzó la felicidad y continuar el hermoso proyecto de su librería”.

Sarasola asumió la dirección de la librería y empezó a brillar con luz propia. “Demostró poseer un valor excepcional”, afrontando sola la responsabilidad de continuar el negocio cuando entonces en España el papel de la mujer quedaba postergado y, además, “se gritaba aquello de ¡Viva la muerte! ¡Abajo la inteligencia!”.

En plena represión franquista, se vio forzada a entregar donativos y joyas, además de ver requisados los libros que luego acabarían quemados. Pero la librería siguió su camino y, ya bajo el nombre de Viuda de Luque, mantuvo su sede en la calle Gondomar y se remodeló pasados unos años. Ese nuevo nombre para el negocio “era otro silencioso desafío de Pilar Sarasola a un régimen que, además de asesinar, evitaba que los familiares de sus víctimas pudieran hacer ostentación de esa condición”, recuerda García Parody.

Sin apenas representantes de editoriales que llegaran a Córdoba en aquellos primeros años del franquismo, Pilar Sarasola tomaba los trenes necesarios para ir periódicamente a Sevilla en busca de los fondos y el material para su librería. Poco a poco, con los años, el negocio volvió a tomar el pulso original y era punto obligado para conocer en la ciudad las últimas novedades editoriales. Y volvió a acoger a intelectuales y escritores, como “aquellos jóvenes poetas que en la posguerra formaron el Grupo Cántico, una espléndida generación de creadores que maduró en unos años que no fueron precisamente felices para la poesía”.

La Librería Luque tenía un espacio recóndito en su trastienda, reservado para quienes “creían que la poesía era un arma cargada de futuro”, en aquella España de la dictadura. “Allí se podían hallar las obras de los poetas malditos para el régimen”, gracias a la labor de Pilar Sarasola. Y ese amor por los libros se lo inculcó también a sus hijos, Rogelio y Antonio, que a partir de 1947 comenzaron a ayudar a su madre en el negocio familiar, “la librería que Pilar solo abandonaba los domingos”, como día de descanso.

En 1961, Pilar Sarasola sufrió un derrame cerebral del que pudo recuperarse gracias, una vez más, a su tesón. “A base de utilizar cartillas infantiles con los clásicos palotes y ejercicios de caligrafía, volvió a escribir con sus propias manos, hacer cuentas y recuperar el nombre de los objetos familiares y de la librería”. A los pocos meses, incluso atendía de nuevo a los clientes. Y el negocio siguió evolucionando gracias a la perseverancia que esta mujer tuvo toda su vida.

Años antes de la Transción, la librería abrió otro establecimiento en la calle Cruz Conde. Era 1972 y al frente de ambos negocios quedaron ya los dos hermanos Luque Sarasola. Pilar moriría en 1981. Y para devolverla a la memoria de todos, para rescatarla del silencio, quedó su trayectoria, recogida también en el documental Pilar Sarasola, viuda de Luque, una mujer contracorriente.

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