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Mujer blanca soltera busca… (y encuentra)

Virginia Hall en su perfil de Tinder

Elena Lázaro

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“Sentido común y cabeza, mucha cabeza”. Eso reclamaba el presidente de la Junta de Andalucía antes los medios de comunicación más o menos a la misma hora que decidí abrir un perfil nuevo en la red social Tinder, especializada en citas entre adultos, para comprobar si la pandemia y las recomendaciones sobre la distancia social funcionan realmente cuando el deseo sexual aprieta.

En menos de 48 horas, mi perfil, el de una periodista soltera de 45 años residente en Granada con cara algo infantil y muy “cute”, a juicio de un lisboeta que pasaba por allí, había sido seleccionado por 881 hombres heterosexuales. A 25 respondí con un like, lo que en el argot es hacer un match y el paso imprescindible para poder entablar una conversación privada. En dos tardes he logrado una decena de invitaciones por toda Andalucía para cuando acabe la tercera ola y el Gobierno levante las restricciones de movilidad y 5 propuestas en firme para saltarme el confinamiento este mismo fin de semana, lo que significa que 5 hombres heterosexuales de entre 40 y 50 años esperan que una tal Virginia Hall viaje desde Granada a dos localidades de la provincia de Córdoba afectadas por el cierre perimetral y con una tasa de incidencia acumulada de 868 y 483 casos por cada 100.000 habitantes, a otra de Jaén, cercana a los 600, y a una última en la provincia de Málaga, que ya ha superado los 1000 casos que obligan al cierre de actividades no esenciales. Esta cita sería la más interesante si Virginia tuviera la intención de pasarse encerrada en la habitación el fin de semana con su nuevo allegado. Al fin y al cabo quedan pocas alternativas de ocio en la ciudad de los museos. Todo está cerrado y el sexo parecería, en principio, un buen entretenimiento. Virginia que por cierto viaja desde una ciudad donde la incidencia se sitúa en 856 casos por cada 100.000 habitantes.

Si Virginia tuviera que elegir debería pensar bien sus opciones. Las apuestas son fuertes. A la cabeza uno de los cordobeses, que ofrece acreditar su inmunidad al COVID con su alta médica. Le sigue de cerca el soltero de Jaén que ofrece PCR fresca; después el malagueño, que fue capaz de salir corriendo de su última cita cuando detectó cierta actitud irresponsable y asegura estar cuidándose mucho, y, justo por detrás, otro cordobés bastante exquisito que asegura tener pocas citas y no por miedo a la COVID sino por empezar a hartarse de encontrar a mujeres que tienen poco que ver con las fotos que vio en la red. Un clásico. A la cola estaría el tercer cordobés. Un señor de 50 años casado que ofrece un polvo rápido el miércoles al salir de trabajar y antes de ir a casa a comer con su familia. Otro clásico.

En defensa de casi todos los protagonistas de esta historia diré que fueron oportunamente informados de que Virginia Hall no existe – en realidad sí que existió, fue una espía estadounidense al servicio de la inteligencia británica en la Francia ocupada y responsable de organizar la Resistencia desde Lyon cuya biografía acabo de terminar de leer y resultaba demasiado tentador no usarla- y de que la imagen que les llamó la atención es en realidad el resultado de combinar una foto mía con las caras de Meryl Streep y Louis Tomlinson. Un fraude de la edición fotográfica logrado con otra app y unos 10 minutos de trabajo. Salvo el señor casado y anónimo, que ignoramos a estas horas si continúa esperando a su cita, el resto lo ha encajado con cierto humor. De hecho, se han ofrecido a aportar sus experiencias a.C. y d.C. en esta red social.

La principal conclusión es que, por vulgar que suene, “la jodienda no tiene enmienda”. A pesar de las recomendaciones de las autoridades sanitarias, se siguen concertando citas entre personas desconocidas. Cierto que no todas acaban en sexo, pero sí existe cierto acercamiento. De los 20 hombres con los que conversó Virginia en los dos días que duró su visita a Tinder, sólo 3 no habían quedado con nadie en el último mes, el mismo que llevamos surfeando la nueva ola de contagios.

Un dato más que avala esa idea es el que aporta la experiencia de la empresa Doctor Because, especializada hasta hace unos meses en el envío “discreto” de test de análisis de enfermedades de transmisión sexual (ETS) para personas que hayan tenido prácticas de riesgo. Ángel Gallego, uno de sus promotores, apunta que incluso durante los meses de encierro siguieron recibiendo pedidos de personas que habían mantenido encuentros sexuales casuales. Desde verano, la empresa ha limitado su actividad a los test COVID, que, visto lo visto por Virginia, triunfan en las apps de citas.

¿Qué dice la ciencia?

No existen estudios, ni antes ni durante la pandemia, que estimen cuántos de los contactos virtuales realizados a través de las aplicaciones de citas acaban en citas presenciales, pero sí trabajos que apuntan tendencias. En este sentido, hay investigaciones que señalan un constante incremento del número de usuarios habituales de las aplicaciones de citas desde el inicio de la década pasada, que podría haberse acelerado tras la pandemia como lo han hecho el resto de herramientas virtuales (compras, teletrabajo, reuniones…). De la misma forma, se han publicado estudios que analizan las motivaciones para la utilización de este tipo de redes sociales y que sitúan los encuentros sexuales casuales como uno de los principales objetivos de quienes las utilizan. Existen incluso trabajos que han ensayado herramientas para predecir cómo nos comportamos en las apps de citas, facilitando información de interés para quienes las diseñan y, según sus autores, para las autoridades sanitarias, que podrían contar con datos de interés para sus campañas de control de las ETS.

Con menos evidencias científicas, pero tras meses en Tinder, Juan, uno de los matches de Virginia, apunta en este sentido que “la pandemia sólo ha acelerado algo que era inevitable”. Es más, los meses de confinamiento sirvieron, en su opinión, para disparar el deseo y las citas. Él, que asegura no estar en el grupo de “cazadores que alfa” que triunfan en la red, arrasó este verano. “Cuando acabó la primera ola, era caza y captura. Te salían planes por todos lados”. Tanto que se pudo permitir el lujo de elegir y quedó con una mujer que acaba de pasar por una intervención quirúrgica y tenía una PCR negativa. “En aquel momento era como ser de la NASA”, apostilla.

La mayoría de los contactos realizados como Virginia Hall ha confirmado esa idea de que el miedo al contagio no ha funcionado. “Yo he quedado con dos chicas (desde que empezó la pandemia) y la verdad es que no me quita el sueño. Pienso quedar cada vez que me guste alguien”, sentencia uno de los cordobeses. Por esa razón, que parece presentar los contactos sexuales concertados a través de apps como algo inevitable y cada vez más popular entre personas adultas y emocionalmente estables -imposible no destacar que la mayoría de los contactos realizados por Virginia son personas sensatas con una conversación interesante y mucho sentido del humor- hay quien se pregunta si estamos ante una verdadera revolución sexual, en la que la virtualidad jugaría un papel fundamental.

La respuesta de las personas expertas es que no o al menos no por ahora. La pandemia no parece haber afectado de manera radical a nuestro comportamiento sexual habitual. En este sentido se pronunciaba un estudio realizado por un equipo de la Universidad de Indiana en Estados Unidos liderado por el psicólogo social Justin Lehmiller, autor de varios libros de divulgación sobre comportamiento sexual como Dime lo que quieres: La ciencia del deseo sexual o La psicología de la sexualidad. En su análisis, este equipo señalaba que aunque la pandemia afecte a la vida sexual como a muchas de otras actividades cotidianas y existan estudios que documenten cambios en la frecuencia sexual y en algunas prácticas (podríamos haber desarrollado cierta creatividad en nuestras relaciones e incluso mejorado el repertorio), el escenario es “complejo y lleno de matices, necesarios para completar el relato que se ha transmitido desde algunos medios de comunicación de masas”. Estamos lejos de que las apps de citas y la tecnología sexual sean usadas por la mayoría. De hecho, en la encuesta realizada por el equipo de Indiana la principal novedad documentada en las prácticas se limitaba a probar nuevas posturas.

Otro clásico. Nada nuevo en el horizonte, como en la red.

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