Una concentración simbólica contra los que quieren convertir la mascarilla en la mordaza del feminismo
Una performance en silencio frente a quienes buscan silenciar el feminismo. Marcas en el suelo contra los dedos señaladores de la ultraderecha. Mascarillas frente a un virus que sigue circulando y causando sufrimiento. Y paraguas contra una amenaza de tormenta que ha acabado siendo solo eso, una amenaza. El 8M de 2021 en Córdoba ha tenido lugar entre medidas de seguridad sanitaria y frente a la urgencia de un momento en el que el machismo tampoco da tregua.
El feminismo cordobés ha protagonizado este lunes una concentración simbólica y mucho más pequeña de lo que viene siendo lo habitual para el colectivo social que mayor capacidad de movilización ha mostrado en la ciudad en los últimos años. Con un tamaño ajustado a la pandemia, la plaza de las Tres Culturas, habitual punto de partida de las más importantes manifestaciones feministas de los últimos años, ha sido convenientemente marcada con más de medio millar de puntos en los que habían de situarse las asistentes a las concentración (que al final han sido cerca de 350, según algunos de los agentes de Policía que controlaban la protesta).
En el centro de la plaza había una veintena de sillas vacías y en el cielo nubarrones negros que, una hora antes de la concentración, descargaron con fuerza sobre el centro de la ciudad. Hasta truenos se oían en Córdoba media hora antes de la cita anual del feminismo. “El tiempo nos lo ha permitido. La suerte está con nosotras”, diría después una de las organizadoras de la concentración simbólica, que efectivamente arrancó a las 18:30 con los paraguas cerrados.
Las mujeres están recibiendo “la peor parte de la crisis del coronavirus”
Carmen Flores, portavoz de la Plataforma Nosotras Decidimos, integrada por colectivos y asociaciones de mujeres y organizadora de los actos con motivo del 8 de marzo, tomó el micrófono puntual para aclarar, casi en la primera alocución, que el 8M de este año había de ser “un ejemplo cívico del momento que estamos viviendo”. Como tal, explicó a los presentes la importancia de respetar las marcas colocadas en el suelo y no moverse ni romper la medidas de seguridad sanitaria.
Sobre estos rigores planeaba, no ya solo el respeto al coronavirus, sino el deseo de silenciar las críticas de los que llevan un año “acusando al feminismo de iniciar la terrible pandemia”. “Quieren abatir la lucha del feminismo, que no es más que la lucha por la justicia social”, explicaba Flores, que añadía que, paradójicamente, son las mujeres las que, como siempre, están recibiendo “la peor parte de la crisis económica derivada del coronavirus”.
Con esa idea reforzando la necesidad de la concentración, arrancaba la performance. Una veintena de mujeres se ha sentado en silencio, han mirado a su alrededor y han asentido; han mirado al cielo y han sacudido la cabeza. Luego se han remangado, se han levantado y, mientras estrechaban el círculo, recogían lo sembrado y lo esparcían.
Primero lo esparcían entre ellas; luego, ya de espaldas, lo hacían mirando hacia el público, hacia las mujeres y hombres que han secundado la protesta y que contemplaban sus movimientos en silencio.
“La reconstrucción económica debe tener mirada feminista”
Un silencio roto por los aplausos primero y por una lectura de razones, después. Entre los motivos para estar este 8M en la calle, más o menos los de siempre, la confirmación de que la lucha feminista es histórica y se hace fuerte frente a una historia relatada, muchas veces, sin contar con las mujeres; la idea de que el miedo sigue marcando las relaciones entre sexos; y la idea de que la lucha feminista es, para muchas mujeres y en muchas regiones del mundo -muchas veces también en España-, una cuestión de vida o muerte.
Y tras las razones, un deseo: el de poder utilizar el momento histórico, con una crisis que repite los vicios de todas las crisis económicas anteriores al cargar los cuidados y la contracción de los salarios sobre las mujeres, para escribir un futuro más igualitario.
“Porque la reconstrucción económica debe tener mirada feminista”, dirá una de las mujeres. “Porque la pobreza tiene rostro de mujer”, dirá otra.
“Patriarcado y capital, alianza criminal”, gritarán todas juntas, antes de que un sonoro aplauso despida una concentración concebida contra quienes, en el último año y especialmente en las últimas semanas, han querido convertir la mascarilla en la mordaza del feminismo.
0