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La segunda oportunidad para un ex 'sin techo'

Un sintecho de espaldas en uno de los pisos del proyecto 'Habitat' | MADERO CUBERO

Carmen Reina

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“En la calle te puedes encontrar de todo. Te sientes como desnudo. Te puede pasar de todo. Siempre estás en alerta. La calle te hace muy desconfiado”. Quien relata su vida pasada es un chico joven –al que preservamos su identidad-, que ronda la treintena, y que rememora en voz alta los años que ha pasado viviendo en la calle, formando parte de los sintecho, de ese grupo de personas que en el escalón más bajo de la exclusión social buscan cada noche un refugio donde dormir. Ahora, desde hace poco más de un mes, la vida le ha dado una nueva oportunidad y tiene un techo bajo el que reconstruir su presente y luchar por su futuro.

Él, después de ocho años en España desde que llegó de Bulgaria con problemas de drogadicción y varias recaídas, integra la decena de personas sin hogar que forman parte del programa Hábitat puesto en marcha en Córdoba entre el Ayuntamiento y la Fundación RAIS -Red de Apoyo a la Integración Sociolaboral- en una acción que ofrece un hogar a quien lleva años viviendo en la calle y tiene aparejados graves problemas de salud.

Se trata de depositar la confianza en quien nunca la ha recibido para que, con la seguridad de tener un techo bajo el que vivir, pueda reintegrarse en la sociedad de la que lleva años excluido. Y los resultados del programa Hábitat que en otras ciudades se iniciaron hace un par de años, demuestran que el grado de reinserción alcanza el 90% de los casos.

La vida, de pronto, tiene forma de llaves. Las llaves de un piso al que este joven entró después de varios años sin hogar y, aunque dice que “la vida me ha enseñado a adaptarme muy rápido”, aún recuerda cómo los primeros días en su piso “era incapaz de dormir en la cama. Tenía las emociones y los sentimientos alerta”. Alerta como en mitad de la nada donde dormía antes, junto a uno de los molinos del Guadalquivir, donde cuenta cómo le robaban y le quemaban sus pocas pertenencias.

Ahora, su día a día comienza cada jornada con la sencillez de levantarse de la cama y desayunar, algo que, sin embargo, no había hecho en mucho tiempo atrás. Luego, la jornada se completa con las labores de la casa, la visita diaria al centro médico que le vigila su proceso de desintoxicación de la droga, la atención de una técnico del programa Hábitat que cada semana realiza un seguimiento personalizado de su caso y la puesta en orden de las gestiones administrativas habituales para cualquier y que hasta ahora no había tenido que hacer porque no tenía un techo: empadronarse en su nuevo domicilio, darse de alta en el centro médico del barrio o conocer los recursos del centro cívico de su distrito.

Trabajó en la construcción en la época de bonanza y ahora busca trabajo como un parado más, con su ficha abierta en el servicio público de empleo. Cuenta que hizo un curso de cocina, algo que le encanta y muestra orgulloso las lentejas que ha cocinado para almorzar. “Es como si fuera mi casa, puedo vivir aquí, recuperarme, entrar en la sociedad, ser una persona normal y corriente”, dice para explicar que, con esta nueva oportunidad que se le ha brindado, tiene esperanzas de encontrar de nuevo un empleo.

El horizonte, ahora, lo estipula su reinserción, su vuelta de las cunetas de la sociedad a la integración en todos los cauces sociales establecidos. El programa que le cobija se basa en ofrecer la estabilidad a la persona a través de una vivienda y, a partir de ahí, ser autónomo y recobrar su vida. Sin una fecha límite, más que la que marque su recuperación y con los compromisos de mantener en buen estado la vivienda y una buena convivencia con la comunidad de vecinos. Se trata de pasar de ser la máxima expresión de la exclusión social que acaba tirando la toalla sin ver un futuro, a poder asomarse a un horizonte nuevo a través de las ventanas de un hogar. “La suerte tienes que buscarla tú, con fuerzas y ganas para salir adelante”, asegura. Y sonríe.

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