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Los patios y la magia de lo que se siente pero no se toca

Degustación de productos cordobeses en el Patio de San Basilio FOTO: TONI BLANCO

Rafael Ávalos

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Tres recintos de la ciudad acogen una ruta guiada, acompañada de poesía, música y degustación de productos cordobeses, con motivo de las Jornadas Europeas de Patrimonio

Todo se podría tocar, todo cuanto es atendido por el visitante. Pero el tacto jamás diría tanto como el resto de los sentidos. Es la belleza de lo inmaterial en lo que es tangible. Es la mano que acariciaría una flor, el dedo que palparía la textura del salmorejo o que se mojaría de un buen caldo, un Montilla-Moriles por ejemplo. Es el convencimiento de que mucho mejor resulta para el disfrute una simple mirada, el aroma y el gusto. Es la magia de rincones que viven su mayor esplendor de cara al mundo en mayo, pero que mantienen toda su fuerza en cualquier otro momento. Rincones que se abren al común de los mortales, a la más amplia gama de sensaciones. Los patios de Córdoba surgen como un lugar de diversión calmada, de convivencia y, sobre todo, de vida. Coexisten vecinos y plantas, y tanto unos como otras reciben con los brazos abiertos al que llega de fuera.

Cuando todas esas condiciones se reúnen se alcanza el éxtasis, el sentimiento de que nada más hay tras el recogimiento que ofrece el patio. Es lo que sucedió este sábado, en que tres recintos de la ciudad acogieron la celebración de las Jornadas Europeas de Patrimonio, que en esta ocasión tuvieron como temática en España el Patrimonio Inmaterial. La elección tiene un significado conmemorativo, pues en el presente año se cumple el décimo aniversario de la promulgación de la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial. Quizá por ese motivo la Delegación de Educación, Cultura y Deporte de la Junta de Andalucía ha dedicado este día a unos rincones que recibieron la distinción de Patrimonio Intangible -a la Fiesta y lo que supone- hace poco menos de un año por parte de la Unesco. Porque hay que recordar que si todo lo que se puede tocar en un patio es hermoso, lo que sólo se puede gozar por medio de otros sentidos lo es mucho más.

Un ejemplo es la convivencia que en los patios se da, ya sea entre los vecinos que en esas casas residen o entre estos y quienes cruzan la puerta como simples visitantes. También se dio esa condición esta mañana gracias a unas rutas que llevaron desde el blanco encalado del Álcazar Viejo hasta el barrio de San Lorenzo, pasando por la calle Siete Revueltas, muy cerca de San Agustín. La experiencia fue más allá de la típica visita, la que comienza y acaba con la mirada enamorada de propios y extraños puesta en cada maceta, en cada detalle. Los que se acercaron a cualquiera de los tres patios abiertos a la jornada (San Basilio, 50; Siete Revueltas, 1 y San Juan de Palomares, 11) recibieron explicaciones sobre la importancia que tienen estos lugares y, por tanto, su cuidado. Tampoco se pasó por alto la nota histórica, aunque lo mejor llegó luego, de la mano de más patrimonio inmaterial, de más magia intangible.

En el número 50 de la calle San Basilio, la poesía se rodeó de flores en la voz de Alejandra Vanessa, joven componente de La Bella Varsovia que deleitó con la lectura de un buen puñado de versos. Estos también se pueden tocar, en las páginas del libro que los recogen, aunque se sienten más si aparecen como susurros al oído. En los otros dos recintos, fueron Sara Toro y Juanma Prieto los que dieron vida a la letra. Y a la literatura le acompañó la música. Allá en el Alcázar Viejo fue la Cuarentuna de Córdoba la que “dio la nota”, con un recital que disfrutaron los presentes, incluso con algún baile y con la compañía en canciones como el “Soy cordobés”. Tampoco deja de ser palpable esto último, con el sonido de los instrumentos o a través de los discos. No obstante, vuelve a ser mucho más gustoso escuchar.

La música en los patios de San Juan de Palomares y Siete Revueltas, en la conocida como Casa de las Campanas, tuvo el sello de la copla. Mayte Adrián y Ana María Ruiz, respectivamente, actuaron en dichos recintos. De esta forma, se hacía un guiño también a otro Patrimonio Inmaterial que tanto cala en Andalucía como es el flamenco, que no se siente menos en Córdoba, donde mañana arrancará la vigésima edición del Concurso Nacional de este arte. Y después de tanta sensación, experimentada de forma tan diferente, aparecieron el salmorejo, las almendras y el vino, Montilla-Moriles por supuesto. El gusto se sumaba al oído y la vista. Y los patios volvieron a ser una buena excusa para conversar, para compartir ideas y opiniones, sentimientos. Siempre en compañía de las flores. Todo se podría tocar, aunque perdería su encanto. Es la magia de lo que se siente pero no se toca.

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