Paso firme
El camino en ocasiones es largo. También resulta complicado. Como el trayecto de la vida. Ni más, ni menos. Sólo la convicción y la constancia permiten alcanzar en cada tramo una nueva meta. La consecución de los sueños tan sólo es posible por esa vía, la del rumbo seguro. Decididamente marchan hacia delante las cofradías del Martes Santo en Córdoba, una jornada plena desde tiempo atrás pero afianzada mucho más cada año que se sucede. Es el signo de la madurez y, por supuesto, de la consistencia del trabajo. La determinación de una línea y su continuidad son las claves, y eso es precisamente lo que mantienen las corporaciones de este tercer día de la Semana Santa. Una jornada que transcurre y termina de manera brillante, sin la existencia de incidencias reseñables y con una corrección casi absoluta en lo que se refiere a los horarios. Al fin estos se cumplen al filo de la exactitud en Carrera Oficial. Avanzan las hermandades con paso firme.
Termina el Martes Santo ya bien entrada la madrugada del día siguiente. Lo hace de la misma manera que siempre, con un gentío que llena cada rincón desde la plaza de San Lorenzo hasta el Santuario de María Auxiliadora. Sus puertas están abiertas y los nazarenos completan una estación siempre vibrante. Principalmente por la alegría que en torno a la corporación se percibe. Camina con fuerza Nuestro Padre Jesús, Divino Salvador, en su Prendimiento hasta el lugar en el que comienzan las ilusiones y donde durante unas horas acaban. Apenas durante unas horas, pues el final de la procesión es el punto de partida de otro intenso año. La cofradía tiene perfectamente diseñada su hoja de ruta y ejemplo es la nueva fase del nuevo paso de Misterio. La bulla rompe la calma de la luna. Mucho más cuando Nuestra Señora de la Piedad da sus últimos pasos antes de adentrarse en el corazón salesiano de la ciudad.
Madrugada, esa palabra que tanto surge en la cabeza de la Córdoba cofrade. Esa idea que no se hace real, que una y otra vez es una ensoñación. Tras la medianoche de este Martes Santo, mucho después, concluye una nueva demostración de compromiso y en cierto modo valentía. Aunque se trata únicamente de una convicción. El camino es largo literalmente para la hermandad de la Agonía, que a las cinco y veinte iniciara su trayecto por las calles de la ciudad, ésa que recorre con seriedad hasta El Naranjo. Su barrio aguarda y mucho más Nuestra Señora de la Salud, cuyo palio se vislumbra en la Mezquita Catedral en 2018. Hasta entonces, el Santísimo Cristo de la Agonía marcha con paso firme y elegante por el casco histórico y en todo su extenso periplo. La música, como en el resto de las estaciones -excepto en la de la Universitaria, claro está-, destaca sobremanera. Con mucho sello cordobés.
Seguro es también el trayecto de la hermandad del Buen Suceso, cuyo Misterio no es sólo rico patrimonialmente sino también en lo estético en su andar. Camina elegante el Nazareno de San Andrés, cuya cofradía acierta plenamente con el itinerario elegido para esta nueva Semana Santa. De su templo a la Corredera por Fernán Pérez de Oliva y Gutiérrez de los Ríos -y plazas de la Almagra y del Socorro-, un trazado que comienza a dibujar otro no menos atractivo. El cortejo que cubre de rojo la ciudad sigue a partir de Tundidores hasta el Compás de San Francisco. Valioso legado deja el traslado de la Carrera Oficial. Signo del rumbo correctamente establecido es el palio de Nuestra Señora de la Caridad, otro gran faro para los cofrades de Córdoba. Va con paso suave la Virgen.
Firme es el ritmo que mantiene la hermandad de la Sangre, con un sello cada año más identificativo y cuidado. Su Misterio es reflejo del avance producto de la continuidad en el trabajo. Personalidad propia tiene en su andar, sereno y elegante, calmo y serio. Como lo es el de Nuestra Señora Reina de los Ángeles, la luz que otrora fuera del hoy cerrado convento de la Inmaculada Concepción. La reciente clausura del monasterio resulta más complicada en un día como éste, en el que brota el recuerdo de aquellos años en los que las puertas del Císter se abrieran de par en par en un Martes Santo de consuelo de San Juan, de miradas dulces y brillantes rostros. La memoria es otro modo de continuar adelante con paso firme y en la corporación radicada en el Santo Ángel existe.
Al hablar de sello propio y del Martes Santo es imposible no pensar desde un primer momento en la Santa Faz, hermandad que reúne la alegría de la infancia y la seriedad de su cortejo, así como la magnífica elegancia en el tránsito de sus pasos. En torno a la una de la madrugada, cruje la madera. La levantá es limpia y sentida -dedicada a los Aguilera, padre e hijo en las trabajaderas en esta noche de detalles-. El Nazareno está junto a su casa, ésa que lo es del espíritu cofrade de la ciudad. Memoria otra vez para recordar a Antonio Gómez Aguilar, valedor de diversas corporaciones. Llega ya Jesús, en la madrugada, a San Juan y Todos los Santos. Llega al hogar que también lo es de María Santísima de la Trinidad, bella figura de Antonio Salto. Deslumbra bajo su palio la Virgen a su paso por cada calle y mucho más cuando cruza la puerta de su templo en la tarde del día que poco antes se extinguiera.
La música da especial significado a este Martes Santo, en el que sin embargo esencial es también el silencio. Tanto como la sobriedad de la hermandad Universitaria, que a pesar de su breve cortejo deja su firma cada año en la ciudad. La imponente imagen del Santo Cristo de la Universidad vuelve a helar con su cuerpo herido a una Córdoba que esta vez debe aguardar. La corporación radicada en la Basílica del Juramento de San Rafael inicia su estación con un ligero retraso, que en nada afecta al desarrollo de su recorrido y de la Carrera Oficial. Tras el Crucificado, el dolido pero dulce semblante de Nuestra Señora de la Presentación. Al igual que sucediera, y como sucederá por desgracia el Jueves y el Viernes Santo -y la Madrugada, que existe-, en la jornada del lunes, la quietud vocal parece imposible en estos lares. El silencio no es sólo ante el paso de las tallas, que es mucho más, sino también cuando la distancia con éstas aún es mínima. La triste falta de consideración se repite, como la insistencia en cruzar un cortejo o caminar entre sus filas. Con paso firme quizá un día esos vicios sean sólo un mal recuerdo.
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