La paradoja política de Córdoba
Antonio Barragán Moriana
Catedrático de Historia Contemporánea de la UCO (Miembro de la CLMH)
Hace sólo unos meses hemos conmemorado el 40 aniversario de la llegada de la democracia a los ayuntamientos. No creo que haya nadie que cuestione que el control del poder municipal por quienes los ciudadanos elegíamos aquel 3 de abril de 1979 supuso un pilar importante en la consolidación de una democracia, aún muy débil y con amenazas desde diferentes ángulos políticos en los inicios de la transición.
En la ciudad de Córdoba, la lista del PCE encabezada por Julio Anguita al ser la más votada y gracias al pacto de izquierdas se hizo con la alcaldía; en dicha lista y formando parte del primer consistorio democrático con responsabilidades de gobierno estaban luchadores antifranquistas, algunos de ellos procesados y condenados por el TOP, obreros, profesionales que habían dejado huella de su trayectoria política en los años de la dictadura. Es evidente que la ilusión de gran parte de la ciudadanía en la recuperación de la democracia, el proyecto político que se intentaba poner en marcha devolviendo a los ciudadanos lo que durante tanto tiempo les había sido hurtado y, desde luego, la propia personalidad del alcalde redoblaron la confianza en los responsables del gobierno de la ciudad y en las segundas elecciones municipales celebradas el 8 de mayo de 1983, pese a que el PCE había iniciado una caída en picado, la candidatura comunista, de nuevo, encabezada por Anguita renovó, y de qué forma, la confianza de la ciudadanía obteniendo una mayoría absoluta con 17 concejales. Córdoba, ya lo era desde los momentos iniciales de la transición, al ser la única capital de provincias de alcalde comunista se había convertido en un referente de la izquierda y en una ciudad a la que toda España miraba, respetaba y escrutaba la forma en la que se desarrollaba la gestión desde aquel equipo municipal.
Como han contado sus máximos responsables en aquella década de los ochenta de consolidación de la democracia, hubo que priorizar tareas en el gobierno municipal, atender las necesidades más apremiantes de la ciudadanía e ir construyendo un proyecto de ciudad que intentara arrostrar los retos que planteaba la modernización de Córdoba. Algunos de ellos, incluso, ha reconocido públicamente las carencias que pudieron haber evidenciado en determinadas cuestiones, no sólo por mor de la citada priorización de tareas, sino por puro desconocimiento de determinadas cuestiones. En este sentido, también el callejero sufrió un importante proceso de depuración desapareciendo del mismo, como estaba ocurriendo en la mayor parte del país, los nombres de algunos de los mayores responsables de la sublevación militar de julio de 1936 y de la implantación de la dictadura franquista, sin embargo, otros continuaron en el mismo sitio sin que nadie se ocupara de impugnarlo. Pasado el tiempo, cuando se han sucedido equipos de gobierno de diferente signo político el ayuntamiento presidido por la anterior alcaldesa, I. Ambrosio, y en cumplimiento de lo preceptuado en la Ley de Memoria Histórica y Democrática de Andalucía, ha intentado culminar la depuración del callejero de reminiscencias franquistas poniendo en práctica las resoluciones del Informe de la Comisión Local de Memoria Histórica al final de su mandato.
Le ha faltado tiempo al nuevo poder municipal para anunciar la reversión de lo actuado en algunos de los nombres más emblemáticos pero, en ningún momento, se ha aludido a argumentaciones de tipo histórico o jurídico para sostener la citada reversión. Solo aducen ante la ciudadanía y en el propio Parlamento que la culminación de la eliminación de residuos franquistas del callejero se ha hecho desde la ideología, o que los que defendemos la aplicación de la LMHD de Andalucía estamos empeñados en reabrir heridas que debían estar cerradas.
La gran paradoja de la política en esta ciudad, convertida desde la misma instauración de la democracia en un referente de la izquierda, en un foco de atención de la política española e, incluso, europea que atrajo el interés de prestigiosos investigadores de la Ciencia Política para analizar el comportamiento de los cordobeses, como el profesor M. Caciagli que formulaban hipótesis relativas al trabajo realizado en los barrios, en los colegios profesionales, en el ámbito sindical, en el movimiento ciudadano para explicar el éxito político de quienes se habían hecho con el gobierno de la ciudad, consiste en que esa referencia de la izquierda, casi totalmente desaparecida hoy, ha dado paso al respaldo mayoritario que gran parte de esa misma ciudadanía presta a unos partidos políticos que lo primero que anuncian cuando llegan al poder es una solución, cuanto menos, “chusca” para intentar revertir lo que es el cumplimiento de la ley con relación al callejero. Las argumentaciones sobre la ideología, o sobre la reapertura de heridas huelen a la falta de argumentos sólidos y a la puesta en marcha de una estrategia que tendrá que superar la prueba de los tribunales. Desde luego que podrán proponer tal estrategia e, incluso, defender un cierto “negacionismo” acerca de lo que sucedió aquel luctuoso verano del 36 y durante el resto de la guerra y la dictadura apuntalando, de esta forma, ciertos rescoldos de un fuerte franquismo sociológico aún existente en la sociedad española, pero lo que no lograrán, lo que no conseguirán es cambiar, todo lo que ocurrió y ya es conocido gracias al esfuerzo de la investigación, la pertinaz contundencia de la Historia y el cada vez mayor conocimiento de la misma.
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