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En sus miradas, la paz de la inocencia

Terapia Asistida con Animales de Autismo Córdoba en El Arca de Noé | MADERO CUBERO

Rafael Ávalos

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A media distancia, tras el vallado, se les observa felices. A unos y a otros. Un grupo de personas comparte instantes diferentes con un par de perros. De repente, alguien osa adentrarse en su particular sitio de recreo. Pero no les intimida, ni les hace perder la calma ganada. Todo lo contrario. Apenas avanzan lentamente los visitantes, pongan que un redactor y un fotógrafo, uno de los presentes se lanza a conocerles. “¿Cuál es tu nombre?”, pregunta a los dos tipos. Ambos contestan de igual modo: “Rafa”. “¿Cuál es tu apellido? Es para no confundirme”, insiste el encargado de dar la bienvenida. La presentación está hecha en un entorno diferente, con dos canes que corretean entre piernas en principio nerviosas y después tranquilas. Un par de animales que buscan el afecto tan esencial que en algunas personas es especialmente necesario. De nuevo, unos y otros enseñan el perfil más generoso en una actividad hecha para crecer. En el plano individual primero, pero también, y no menos importante, en el colectivo.

El chico que recibe a los extraños se llama José. Lo quiere saber todo, como todo lo comenta. “¿De qué raza es este perro?”, pregunta mientras, sin querer, deja ver cómo tiene una búsqueda realizada en Internet, móvil en mano. Se refiere a Guapa, una adorable setter. Quien maneje el estereotipo débilmente roto por películas como la genial Rain Man, puede sentirlo como rareza. Y nada más lejano hay a la realidad. El muchacho es autista, como sus compañeros de actividad. Es probablemente quien más disfruta, pero no el único, de la terapia que de un tiempo a esta parte realiza con personas con su afectación la asociación Autismo Córdoba. Un organismo sin ánimo de lucro que encuentra, desde hace meses, a su cómplice perfecto en otra entidad de idéntico carácter: El Arca de Noé. Ambos trabajan en la actualidad de manera conjunta por el beneficio de aquéllos que poseen, por su Trastorno del Espectro Autista, mayor dificultad para socializar.

Los perros, así como los gatos -sólo por ejemplo-, ayudan precisamente a que chicos como José puedan desarrollar su capacidad de acercamiento al mundo que les rodea, a un entorno para ellos, dadas sus circunstancias, en ocasiones demasiado hostil. Es lo que se denomina como Terapia Asistida con Animales (TAA), una metodología que aporta lo que otras personas no pueden. “Es algo que no podemos transmitir las personas y que ellos (por los animales) tienen en su instinto básico, que es el que les llega (a los autistas) y les calma. Lo que no intuimos nosotros para hacer terapia con ellos, los animales lo hacen como si nada”, explica Carmen Tamaral, voluntaria de El Arca de Noé sobre la relación que se establece en este tipo de ejercicios. El beneficio es poco dudoso. Buena muestra existe en el albergue de la protectora.

Pero, ¿cuál es la pretensión de esta actividad? “Lo que buscamos es, sobre todo, que ellos tengan un primer contacto con animales. Intentamos que puedan interactuar con los animales directamente y ver la reacción tanto suya como de los propios animales”, expone de entrada Francisco Álvarez, miembro de Autismo Córdoba. Él coordina el programa de adultos de esta TAA que en el momento de su ejecución ya permite ver avances. “En la actividad se ve que están mucho más tranquilos (por las personas autistas) en los que verdaderamente funciona. Hay otros con los que intentamos forzar un poco la situación para que no se acomoden a no tener ese contacto con los animales, porque otro objetivo, que no es tan básico, es que se vayan acostumbrando a ese trato para que, en caso de que tengan miedo, no sufran una reacción exagerada si se los encuentran por la calle (a los perros)”, detalla Álvarez.

Dicho de otro modo, la idea es que las personas con esta afectación hallen otra vía de socialización a través de los animales, y al tiempo, si fuera el caso, pierdan su temor en el día a día. Mientras que el coordinador de la actividad habla con el redactor, José no deja de indagar. Algún compañero corre ante un perro. No le gusta demasiado. Sin embargo momentos antes pasea a un pequeño can, de nombre Pulgoso, acompañado de otro voluntario de Autismo Córdoba. La TAA es otra oportunidad para las personas autistas, y la ofrecen las dos organizaciones desde finales de 2016. “El año pasado arrancamos, una vez empezado el curso, en noviembre, y la verdad es que fue muy bien. Ahora, como tenemos otros usuarios, estamos intentando tener un primer contacto para ver con quién nos va mejor. Se intenta que sea funcional la actividad que hacen aquí, ya que además de pasear a los perros se hace un poco de mantenimiento, como peluquería”, señala Francisco Álvarez. En ese momento ya corretean otros dos canes de todos los que tiene a su amparo El Arca de Noé. Antes, José obsequia con un puñado de caricias a la entrañable Mika. La positiva consecuencia de este ejercicio lleva además a la ampliación del número de usuarios. De unos catorce usuarios pretende pasarse a algo más de una veintena.

“Llevábamos tiempo queriendo hacer alguna actividad de contacto con animales, y surgió la figura de El Arca de Noé. Va todo muy bien y estamos las dos asociaciones muy contentas”, indica Francisco Álvarez. Al tiempo, José acaricia a uno de los perros que, sin darse cuenta, tanta ayuda le hacen. Al curioso joven y a sus compañeros. Uno de ellos observa con atención casi infantil. Dos noblezas se funden. “Fue por iniciativa de ellos (Autismo Córdoba). Nosotros teníamos muchos proyectos en mente, pero al ser todos voluntarios nos cuesta un poco llevarlos a cabo. Estas actividades son muy gratificantes, tanto para los voluntarios de la protectora como para ellos, y para los animales”, comenta acto seguido Carmen Tamaral, una de las personas que tanto bien hace a los perros y gatos que encuentran en absoluto desamparo.

La sociabilidad natural de los animales

Para Carmen, como para el resto de miembros de El Arca de Noé, esto es una forma también de abrir mentes en la sociedad en relación a los animales. “Nosotros creemos en ellos. Es también para concienciar a las personas que en realidad no saben lo que supone interactuar con ellos”, apunta. Un beneficio que, por otro lado, es recíproco. Porque en El Arca de Noé conviven perros y gatos cuya vida anterior es digna de ser contada -y siempre se prefiere la ignorancia-. “Cuando llegan (por los animales) aquí están muy tristes. Aunque vengamos todos los días a cuidarles, están encerrados la mayoría de las horas. No hay más que ver la reacción de ellos (por los chicos autistas) con la de los animales, y al revés. Son pura energía”, expresa Tamaral con una gran sonrisa. “No tiene precio el ayudarles a hacer esto”, asevera poco después acerca de la terapia y del trabajo de Autismo Córdoba.

En la parcela que en la actualidad es hogar físico de El Arca de Noé, dos asociaciones notoriamente generosas, cada cual en su ámbito de actuación, se dan la mano. Hacen lo que hacen por el bien común, pero sobre todo por el de aquellas personas a las que en no pocas veces otras les cierran puertas. Lo que no les aportan a los autistas otros individuos de la sociedad se lo regalan los perros. Y también los gatos. “Están como en un segundo plano, pero el ronroneo y el roce, su movimiento, es estupendo para ellos”, aclara Carmen Tamaral sobre los felinos y la interacción con los usuarios de la terapia. Lo cierto es que sea cuál sea la especie o la raza, los animales, más si cabe cuando viven una segunda oportunidad, dan la calidez que por desgracia a veces falta en los humanos. Una respuesta que reciben de quienes, mal entendidos desde una extraña sociedad, pareciera que habitan en otro lugar -nada más lejos de la realidad-.

Tanto dan los jóvenes como los perros y gatos en este gesto entrañable. “Hay que ver la paz que les transmiten unos a otros. Ellos (por las personas autistas) tienen muchos estereotipos, y es verdad que algunos son muy nerviosos. Los animales les calman muchísimo”, cuenta Carmen Tamaral al tiempo que José se fotografía con uno de los perros. Un compañero suyo acaricia al otro -salen de sus casetas de dos en dos-. Es inevitable en ese momento prestar atención al rostro de los chavales, buscar en sus caras la amabilidad de la relación. Todo es beneficio, y sólo parte de la ingente y pocas veces reconocida labor de las dos asociaciones. Al final, cuando los extraños se marchan, una circunstancia sobresale. Es el brillo de sus ojos, los de unos y los de los otros. En sus miradas, la paz de la inocencia.

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