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Miguel Castillejo: un nombre que quedó en una sombra

Colocación de la primera piedra por parte del alcalde Nieto de las obras de reforma del antiguo pabellón Miguel Castillejo, con el nombre todavía perfilado en la fachada  | MADERO CUBERO

Manuel J. Albert

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El cambio de denominación del pabellón bautizado con el nombre del cura que fue presidente de Cajasur simbolizó la decadencia de su figura

Una de las cimas del boato al que estaba acostumbrado el recientemente fallecido Miguel Castillejo, el cura que presidió durante tres décadas Cajasur, fue la inauguración del enorme pabellón que él mismo decidió construir con su propio nombre. Fue el 27 de noviembre de 2004 y toda la sociedad cordobesa con aspiraciones de tener cierta influencia acudió a aquel recinto dominado por el púrpura corporativo de la única caja de ahorros controlada por la Iglesia. Seis años después, la entidad tocaría fondo en su decadencia económica, lastrada por sus devaneos inmobiliarios. Paralelamente, el edificio demostraría ser una construcción ruinosa tanto arquitectónicamente como financieramente. Pero para algo sí sirvió: ser metáfora palpable de la del ocaso de Cajasur y de un hombre que lo había lo había mandado prácticamente todo en la ciudad.

Un concierto de la orquesta de RTVE sirvió para inaugurar el enorme pabellón sociocultural levantado junto al Parque Joyero de Córdoba. En la fachada, en un blanco que pudieran leerse desde la cercana carretera de Villarrubia, el nombre del benefactor. Solo duraron unos años. Cuando la entidad fue subastada en 2010 y comprada por la vasca BBK, hacía ya tiempo que el edificio pasaba la mayoría de los meses en gran parte. Tal vez por eso, cuando se decidió retirar aquellas letras marfil, apenas nadie reparó. Y nadie protestó. El sacerdote banquero había dejado de ser presidente de Cajasur cinco años antes y su poder en la ciudad era solo una sombra de lo que había sido. Una sombra como la que, durante años, pudo todavía leerse: Miguel Castillejo.

Esa decadencia costó muchos millones de euros de las arcas de la caja. Superó los 35 para espanto de algunos altos ejecutivos de la entidad. Para empezar, el 16 de mayo de 2003, la caja se hizo con el inmueble y las obras que ya empezaba, pagando 19,9 millones de euros. Esas primitivas obras correspondías al edificio originar que fue encargado por los empresarios que impulsaron el Parque Joyero.

Aquel primer diseño estaba ideado para albergar muestras expositivas de carácter comercial. Pero cuando lo compró Cajasur, se decidió ampliar sus funciones para que pudiese acoger todo tipo de eventos culturales de gran aforo. Así, se convirtió en el único edificio cerrado de Córdoba en el que, en teoría, podía ofrecerse un espectáculo para 6.000 personas. Cuando se inauguró, la superficie total construida era de 33.150 metros cuadrados, repartidos entre dos plantas y sótano.

Enseguida, los 19,9 millones que Cajasur había desembolsado comenzaron a crecer. Un testigo que entonces se encontraba en la dirección de la entidad señaló hace unos años que Castillejo decidió de manera unilateral acometer importantes cambios en el proyecto, que trajeron de cabeza a los técnicos. “Quería que allí pudiesen celebrarse grandes óperas”, afirmaba, “y aquello se había diseñado para ferias”. Para cumplir los deseos del presidente, Cajasur aprobó una inversión estimativa de 7,5 millones. Pero en una nueva tasación se comprobó que la inversión en las reformas había ascendido a 9,9 millones.

Además, en una auditoría interna se señaló que existían otras partidas nuevas que no se habían contemplado, como el mobiliario, la creación de un escenario y otros gastos. Todo ello fijaba un presupuesto final, a obra terminada, de 35,1 millones de euros. Entre estos nuevos gastos que inflaron los costes destacan los destinados al mobiliario, de 2,3 millones de euros. También despuntan los 1,5 millones para el sistema de acústica virtual, los 4,9 del sistema de aislamiento acústico y los 1,6 millones del sistema de aire acondicionado.

Después de tantos millones gastados y de haber sido infrautilizado durante años por sus múltiples defectos estructurales, el Ayuntamiento -entonces gobernado por el PP- decidió en 2011 hacerse con el edificio para reformarlo nuevamente. Para alivio de Cajasur, el Consistorio se hacía cargo de un peso muerto que no reportaba nada a la entidad. La idea de los capitulares era reformarlo casi en su integridad para usarlo de palacio de ferias y convenciones. De esta forma, enterraban otro proyecto cuyo presupuesto se había disparado: el también ruinoso Palacio del Sur -una maqueta de 10 millones de euros para un centro de congresos- y pretendían lograr el mismo objetivo por mucho menos reformando el pabellón de Cajasur.

Hoy, aquel enorme edificio donde Miguel Castillejo soñó con celebrar óperas, está en obras. Su nombre ya no es ni una sombra porque toda la fachada y la cubierta han sido remodeladas. El color púrpura corporativo de la entidad ha cambiado por un blanco aséptico. Y en breve encarará un nuevo futuro que sigue siendo una incógnita.

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