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Marroquíes, 6: un pueblo dentro de la ciudad

Patio de la calle Marroquíes, número 6. | MADERO CUBERO

Rafael Ávalos

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Esta casa patio es en realidad un conjunto de calles, que incluso posee viviendas destinadas a talleres | En su origen, fue una huerta regada gracias al pozo de noria que aún conserva

El zaguán es mucho más que el acceso a la vivienda. Cruzarlo genera al visitante una especial sensación. En cuestión de segundos, fuere de aquí o de allá, deja atrás una ciudad para llegar a otra. No hay largo trayecto, ni medio alguno. Es como si, por arte de magia, el viaje se completara al instante. Es el carácter diferencial de una de las casas patio con mayor reconocimiento de Córdoba, a todos los niveles. Las colas, año tras año, cobran forma casi todos los días ante la puerta de entrada. Los premios son una constante desde años atrás. Existe un lugar, que es distinto a otro cualquiera, en Santa Marina. Es un pequeño barrio dentro de uno más amplio. O, quizá más, un tranquilo pueblo dentro de una urbe más grande. Todo es de otra manera en una calle de la que, tras una cancela, se abren otras muchas. El impacto del color, la esencia de lo tradicional, el carácter comunitario…

Sucede en Santa Marina. El popularmente conocido como barrio de los toreros posee un tesoro que no esconde. “Es como un pueblo dentro de la ciudad. Además es el silencio, la belleza que guarda dentro lo que tiene. Cuando estás en la calle no te imaginas lo que hay dentro”, expresa Carmen Álvarez, una de las inquilinas de esta casa patio. “Es especial porque tiene calles. Mantiene la cocina original y el cuarto de pilas (lavadero)”, indica. Las viejas estancias aparecen a la mirada del visitante una vez éste recorre las dos primeras de sus callejas. También el pozo, que “está operativo” y que traslada al origen del inmueble. Éste difiere mucho de la realidad actual, tal y como explica Álvarez. “El pozo es de noria y de ahí sacaban el agua para regar las huertas”, señala. Porque en un inicio el lugar era destinado a uso agrícola.

De las huertas, poco a poco, la casa patio pasó a un conjunto de pequeñas casas, que son un total de 22, para dar forma a ese pequeño pueblo dentro de la ciudad. “Se construyó en 1921, después se hicieron las casas que circundan el patio y luego se fueron añadiendo las centrales. Llegaron a vivir, por lo visto, unas 100 personas”, expone Carmen Álvarez. En efecto, fue allá por el año 28 del siglo XX cuando José Recio Diéguez encomendó la labor de edificación al arquitecto Enrique García Sanz. Un proyecto que dio inicio al cambio del inmueble de Marroquíes, 6, que continuó en la década de los treinta. “En un principio, las casas de la periferia eran habitaciones y luego se fueron uniendo para hacer casitas”, comenta la propietaria, que convive con otras seis familias en un entorno idílico.

La sensación de adentrarse en otra ciudad la hace posible también la existencia de diversos talleres en las diferentes calles de esta pequeña urbanización. Carmen Álvarez, sin ir más lejos, es ceramista y desarrolla su labor en un lugar en el que también hay un guitarrero o un sastre. “El origen de los talleres en los patios es desde el principio, porque el que era zapatero y se instalaba en una habitación hacía el trabajo en casa”, apunta sobre una tradición que permanece intacta en un inmueble al que esta propietaria llegó hace un cuarto de siglo. Lo hizo desde Asturias, de donde es natural, después de que otro dueño, José Luis Carmona, le describiera el patio. “Estoy encantada”, comenta después de defender la necesidad de mantener estos recintos tan propios de Córdoba, que en este caso requiere más minutos de lo habitual y máxima atención para no perder detalle. “La gente se programa para poder ver con tiempo y nosotros no metemos prisa. El patio es para disfrutarlo, para sacar fotos, para disfrutar de su belleza”, argumenta Álvarez.

El color es diferente. Y vivo. Sobre todo cuando uno se topa con las buganvillas, que “son las reinas del patio”. Pero la variedad floral es extensa: claveles, gitanillas, geranios, jazmines, cactus… Una gran cantidad de plantas que hacen del recorrido por las distintas calles de Marroquíes, 6 una experiencia todavía más gratificante. Quizá por eso en ocasiones, si no existe condición que a ello obligue, sus propietarios no necesiten cruzar el zaguán para dar un paseo. “Nos damos una vuelta por aquí para ver las plantas, para saludar a los vecinos”, afirma Carmen Álvarez acerca de ese pequeño pueblo dentro de la ciudad que se encuentra en Santa Marina. Un pueblo que participa del Festival, “en esta fase reciente”, desde 1986. Anteriormente también lo hizo -cabe recordar que el Concurso ha vivido varias etapas-. De aquel año a éste, el inmueble se ha convertido en el que más reconocimientos ha obtenido, entre los que se encuentran nada más y nada menos que 11 primeros premios.

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