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Una madre, al límite, pide una solución por su hija “antes de que ocurra algo peor”

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Alejandra Luque

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Mari Carmen llega al portal de su casa con una carpeta repleta de informes que dan fe del estado mental en el que se encuentra una de sus hijas. Son las 12:00 y acaba de llegar de La Inmaculada, el colegio en el que está escolarizada la joven. Virginia altera el ritmo normal de las clases, se muestra agresiva y no atiende a las órdenes de los profesores. Ante la situación, el colegio llama a su madre para que vaya a recogerla.

Ésta es sólo una parte del día a día de Mari Carmen. Cuando Virginia llega a casa, sólo escucha reproches, golpes en puertas y una situación límite que lleva a su madre a pedir una solución antes de que “ocurra algo mayor”. Tras diez años de visitas en médicos, psiquiátras y psicólogos, y períodos en centros hospitalarios, los especialistas sólo recogen en sus informes un transtorno alimenticio y un retraso madurativo en la joven que le lleva a comer potitos, tomar biberones, usar chupete y entretenerse con juegos para niños de pocos años e, incluso, de meses.

Virginia tiene ahora 19 años pero fue con nueve cuando empezó a “hacer cosas que no eran de su edad. Sus propios profesores ya me decían que algo no iba bien”, explica Mari Carmen, rodeada de informes y documentos que prueban la situación límite a la que está llegando con su hija. “En un primer momento llevé a mi hija a Los Morales. Allí ha estado hasta la edad reglamentaria, que suelen ser los 16 o los 17 años”, cuenta la madre. En los informes queda acreditado el retraso madurativo que sufre Virginia, acompañado de un trastorno generalizado de la conducta. Durante su estancia en este centro “llegó a pegar a unos de los doctores” apunta Mari Carmen.

Ya en 2011, Virginia tuvo que ser ingresada en el Complejo Hospitalario de Jaén, internamiento que duró apenas un mes. Dos años después, en 2013, volvió a estar ingresada durante un mes y medio. De su salida del centro, Mari Carmen recuerda “lo bien que se encontraba la niña”. Y así lo detallan los informes, que reflejaban que “aunque no ha desaparecido su conducta agresiva, sí ha disminuido”. Además, Mari Carmen explica que “nos recomendaron acudir a alguna asociación para que Virginia fuera mejorando”. De esta manera, Mari Carmen entró en contacto con la Asociación Asperger Córdoba, entidad que más podía ayudar a Virginia. Sin embargo, la niña dejó de serlo y se convirtió en mayor de edad. “En este momento, Virginia dijo que no iba a ningún lado y que no se tomaba más pastillas”, comenta Mari Carmen.

La principal consecuencia de esta decisión de Virginia fue una recaída tanto en su conducta como en sus transtornos alimenticios. Mari Carmen relata episodios en su casa que la llevaron a tomar la decisión de volverla a ingresar. Sin embargo, y ante la mayoría de edad de Virginia, su madre tuvo que recurrir a los juzgados para solicitar un internamiento por vía judicial. Mari Carmen explica todo el procedimiento con sumo detalle, nombres y fechas. “Lo primero que hice fue reunirme con el Fiscal de Menores, quien me puso en contacto con Fernando Santos [nombrado en el mes de enero fiscal delegado de Discapacidad para Andalucía]. Fue él quien elaboró un informe sobre los procedimientos a seguir porque él mismo aseguró que la niña necesitaba un ingreso”, explica. Con esa orden, acudió a su aseguradora privada, que le recomendó el internamiento de Virginia en un centro de Málaga.

A las 8:30 del pasado 3 de noviembre, médicos, Policía Nacional y efectivos de Los Ángeles de La Noche entraron en casa de Mari Carmen para “llevarse” a Virginia al centro malagueño. Sin embargo, “hasta que llegó ese momento fue otra lucha”, ya que “al ser un ingreso involuntario, Los Ángeles de La Noche tenían que estar presentes”. Sin embargo, y tal como explica Mari Carmen, “estos últimos se negaron y argumentaron que mi hija no era menor de edad y que, además, podría agredirles”. Ante esta situación, Mari Carmen recurrió de nuevo a los juzgados para solicitar esa orden de asistencia. Lo consiguió y, finalmente, Virginia ingresó en el centro de Málaga.

A mediados de diciembre, Virginia regresó de nuevo a casa. “Los médicos aseguraron que la niña estaba bien, porque ha conseguido engañarlos a todos, y que sólo debía tomarse la medicación. Pero ella ha vuelto peor y hasta los profesores del colegio lo aseguran”, comenta Mari Carmen. Entre otros problemas de conducta, la madre apunta que “mi hija ha aprendido a fumar en ese centro porque ella no sabía. Allí, Virginia se iba a la cocina, se daba atracones de comida y conseguía cigarrillos. Y eso lo ha traído a casa”. Mari Carmen ha tenido que poner una cerradura a la cocina, “y no porque no quiero que mi hija coma, sino porque come todo lo que pilla, le da igual, y después me culpabiliza por tener comida en casa”, explica.

Actualmente, Virginia sigue en casa y su madre lucha para poder declararla incapacitada. Aunque Virginia acude al psiquiatra y al psicólogo, Mari Carmen reconoce tener pocas esperanzas. Su hija está en tratamiento con pastillas aunque la madre asegura que “no le están haciendo absolutamente nada”. “El día a día es horroroso porque no sabes cómo puede actuar y siempre tienes que estar pendiente”, apunta Mari Carmen, quien guarda a buen recaudo todos los informes de Virginia. “Ya una vez se deshizo de ellos y ahora los tengo que esconder”.

Mari Carmen no puede más. Ella misma asegura estar “al límite” de la situación y la única solución “pasa por un internamiento. De un año o de por vida”. Porque no viven solas. Junto a ellas conviven el marido de Mari Carmen y otra hija de 15 años, quien desde muy pequeña “ha sufrido” toda la situación. “Tengo 47 años, otra hija y deseo otra calidad de vida”. Mari Carmen mira con unos ojos llenos de tristeza e impotencia, pidiendo auxilio. “Cualquier día mi hija me hace algo a mí, ¿y qué? ¿Cómo puede ser que todavía no exista un teléfono para el maltrato a los padres?”.

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