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Luna de silencio

Vía Crucis de la hermandad del Resucitado | MADERO CUBERO

Rafael Ávalos

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Lentamente el cielo oscurece. Las manecillas del reloj continúan su avance. Es aviso de una noche tardía. Con la primavera el día se aferra a su lugar. Pero poco a poco se marcha. Acaba pausadamente con la aparición tranquila de la luna, que termina por coronar el manto que cubre la ciudad. El silencio recorre entonces cada rincón de la plaza de San Lorenzo. También hace acto de presencia, no muy lejos de allí, a las puertas de Santa Marina. La mudez cobra fuerza en diversos puntos de Córdoba, pues además es hecho en el Cerro y el Campo de la Verdad. Callada es la voz del corazón en Santiago Apóstol, que aparece como escenario intermedio en un viernes solemne como cada uno de los rezos del Vía Crucis de las hermandades que caminan con sus titulares por sus feligresías.

Primero fueron las puertas de Jesús Divino Obrero. Éstas se abrieron tras la eucaristía para que la corporación del Amor iniciara el recorrido por su barrio con la imagen del Santísimo Cristo del Amor. Un año más, la corporación del Domingo de Ramos quiso tener intención para con personas que lo necesitan. Fue para los enfermos del Cerro, cuyas calles recorrió el cortejo en la apertura de una noche que caía tranquilamente. Sin prisa la tonalidad del cielo varió. En ese tránsito de colores Nuestro Padre Jesús del Calvario abandonó la iglesia de San Lorenzo en una cita ineludible. No en vano, la cofradía de la que es titular surgió casi 300 años atrás con la intención principal de llevar a cabo el ejercicio del Vía Crucis. Éste se desarrolló de nuevo en la feligresía del fernandino templo, con paso próximo a San Agustín. El silencio sonó en Pozanco, en Montero o Cristo.

También la solemnidad de este viernes alcanzó el barrio de Santiago, desde donde a las nueve inició su recorrido el cortejo de la hermandad de las Penas. La noche era ya casi una realidad absoluta cuando portado por hermanos de la cofradía del Domingo de Ramos el Santísimo Cristo de las Penas cautivó una vez más con su presencia. Y ésta era ocasión especial en Santa Marina, cuyas puertas se abrieron por primera vez para Jesús Nazareno. En torno a un cuarto de hora después, el Resucitado comenzó su Vía Crucis en torno a la parroquia en su turno dentro de la misma para realizar el rezo en la feligresía. Este año decidió hacerlo con una talla dieciochesca procedente del vecino, y clausurado, convento de San Pancracio (Santa Isabel). La corporación permitió observar una estampa diferente y novedosa en una noche que encontró final en el Campo de la Verdad.

Por las calles próximas a la parroquia de San José y Espíritu transitó la comitiva del Descendimiento, que también celebró, como es tradicional, su Vía Crucis con la imagen de su titular, que después fue entronizado. Un viernes éste que lo fue además de recogimiento en San Pablo. En su interior tuvo lugar el rezo por parte de la hermandad de la Expiración con la talla del Crucificado en la que es una de las citas más intensas de la Cuaresma en Córdoba.

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