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#Héroes sin capa | Pastor: “La soledad en el campo es una idea muy bucólica que se vende”

Felipe Molina, pastor y ganadero cordobés

María Hidalgo

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Felipe Molina es la sexta generación de una familia de ganaderos cordobeses y uno de los últimos pastores trashumantes de la ciudad. Dos oficios que corren en sus venas desde que era niño y que suponen dedicar la mayor parte del día a sus animales. Unas 3.000 ovejas merinas y 700 corderos que no entienden de decretos y que tienen que seguir pastando y manteniéndose a punto para su venta, por lo que la rutina de Felipe durante el estado de alarma “ha cambiado muy poco”.

Uno de los cambios más significativos ha sido la distribución del rebaño, que durante esta época suele estar concentrado en una de las fincas que Felipe y su padre, propietarios de la ganadería Las Albaidas, tienen repartidas por toda la ciudad. A pocos días de que comenzara la emergencia sanitaria, decidieron dividir las 3.000 ovejas en tres rebaños que ahora pastan en fincas separadas.

Así, evitan tener que “entrar todos en cuarentena” si alguna de las cuatro personas que trabajan en la ganadería se contagiara, lo que supondría “quedarse sin nadie que atendiera a los animales”, explica Felipe. Pero esta división en fincas no significa que, llegado junio, no realicen su tradicional trashumancia. Como todos los años, se podrá ver a las ovejas de Felipe cruzar la ciudad en dirección a la campiña cordobesa. Un desplazamiento de unos 30 kilómetros y dos días en busca de mejor pasto y menos calor.

Trato restringido con los proveedores

También han reducido al máximo su interacción con los proveedores. Ahora es Felipe el único que trata con los vendedores de pienso y quien lo distribuye a las otras dos fincas, limitando a su vez la frecuencia de las compras. “Hacemos igual que todos. No vas 20 veces a por pienso o a echar gasolina igual que no bajas 20 veces al supermercado”, cuenta Felipe, que tampoco visita a otros ganaderos y “vecinos de finca”.

Por lo demás, sigue saliendo de su casa a las 6:00 para llegar a la explotación y empezar a funcionar. Una vez allí, Felipe comienza la jornada repasando a las ovejas, que han podido tener crías por la noche, y echando pienso a los animales que están en la nave preparándose para la venta. Después, sale a pastorear a los lotes de ovejas que necesitan pastar y que no están cercadas. Toda una lista de tareas que ahora realiza prácticamente solo.

La soledad en el campo

“El distanciamiento en el campo lo notamos mucho más”, asegura Felipe, recordando que los ganaderos y pastores no suelen pasar todo el día trabajando solos en el campo, aunque muchos lo piensen. “La soledad en el campo es una idea muy bucólica que se vende”, pero realmente son pequeños y medianos empresarios que tienen su producto y que tienen que interactuar con gente para venderlo.

Sin embargo, esas interacciones con proveedores, compañeros e instituciones se han limitado. Y muchas se siguen realizando online o por teléfono. A lo que se suma que, aunque puedan salir a trabajar, muchas de sus familias están confinadas en casa, por lo que también deben limitar el contacto con ellas y tomar todos las mismas precauciones que la mayoría de profesionales que trabajan durante el estado de alarma. Así, Felipe se cambia de ropa en la finca para evitar entrar con ella en su casa. Y también ha renunciado a volver para almorzar al mediodía, de forma que no ve a su familia hasta que no regresa de la finca, normalmente, a las 21:00.

Eso se traduce en jornadas de más de doce horas fuera de casa, con poca interacción social y, además, realizando grandes esfuerzos para “mantener viables” sus explotaciones, que enfrentan “problemas muy graves con la venta de productos” y mucha “incertidumbre respecto al consumo” una vez se controle la situación, explica Felipe.

Caída en las ventas

Normalmente, casi un 90% de su producción de corderos, cabritos y ternera se vendía al canal Horeca, es decir, a hoteles, restaurantes y caferías. Pero la emergencia sanitaria ha requerido el cierre de ese canal y Felipe ahora solo cuenta con un 10% de venta a carnicerías. Un porcentaje muy bajo que se intenta compensar estimulando la venta online, aunque sigue sin ser suficiente “para afrontar todos los gastos”.

Gastos que no han disminuido, sino que han aumentado, ya que las naves están “llenas de animales que tendrían que haber salido ya” y no lo han hecho, por lo que “hay que seguir manteniéndolos”. Eso implica más cantidades de pienso para garantizar que tengan una alimentación y un peso ideal en el momento de la venta, más animales a los que hay que pastorear y atención sanitaria a un número de animales que seguirá aumentando, ya que se aproxima una de las parideras anuales de corderos.

Además, la caída de ventas se está dando en un mes clave para el consumo de cordero, con fechas como Semana Santa o el comienzo del Ramadán, por lo que los ganaderos españoles contaban con muchos animales para vender tanto en España como en el extranjero. Pero las exportaciones no están funcionando. Bien por los problemas de transporte de mercancías o bien porque la caída de ventas y consumo “es global”, de forma que la mayoría de países “se bastan con su propia producción” para garantizar el suministro de alimentos.

Por otro lado, los problemas con respecto a los precios no han cambiado ni han mejorado. Durante el mes de febrero, agricultores y ganaderos cordobeses ocupaban las carreteras en protesta por los bajos precios de sus productos. Dos meses después, aunque sus tractores ahora se vean ayudando a la desinfección de las calles, el problema de los precios “se ha agudizado”. Y se suma a todos los que han aparecido a raíz de la emergencia sanitaria.

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