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#Héroes sin capa | Frutero: “Estoy contento porque vendo más, pero yo no quiero vender así”

Alfonso Galán, frutero, junto a su compañera.

María Hidalgo

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Alfonso Galán es frutero y lleva más de quince años trabajando en el mismo barrio, en Poniente, pero ahora ha tenido que adaptar su forma de vender a las exigencias de la emergencia sanitaria provocada por el coronavirus. Aunque las ventas en su frutería hayan aumentado a raíz del confinamiento de los cordobeses, Alfonso afirma que no le compensa que sea a costa del trato tan cercano y personalizado que suele tener con sus clientes, muchos de ellos “de toda la vida”.

“Estoy contento porque vendo más, pero yo no quiero vender así”, cuenta, ya que ahora muchos clientes realizan sus pedidos a través de llamadas telefónicas o mensajes. Él los recibe por la tarde y los prepara a la mañana siguiente con su compañera, de forma que los clientes solo tengan que pasar a recogerlos y pagar. Vender así evita que se formen colas y reduce el riesgo de contagio en su local, pero también limita las conversaciones, los consejos durante las compras y, en suma, hace que la rutina sea “menos llevadera”.

Los primeros días de adaptación a esta nueva forma de vender fueron “agobiantes” para Alfonso. Hace un mes, la incertidumbre y el miedo entre los clientes era más visible, el teléfono no paraba de sonar y la falta de costumbre y organización para atender los pedidos por teléfono hacía que a veces faltaran productos. Sin embargo, la reorganización en la frutería, el trabajo duro y el paso del tiempo han permitido que la situación ahora sea “más tranquila”.

Para llegar a este punto también ha sido determinante la comprensión de los clientes del barrio y la relación que Alfonso ya tenía con ellos, quienes confían en él y en la calidad sus productos desde hace muchísimos años. Ahora, esa confianza agiliza el trabajo y facilita que los pedidos se hagan por teléfono, pues los clientes no dudan en que los productos que  Alfonso elige para ellos son, como siempre, los mejores. “Somos de las tiendas de confianza de antes, esto no lo pueden ofrecer las grandes superficies”.

“Estoy muy orgulloso de la clientela que tengo”

Aunque hay clientes que no se han adaptado tan bien o que, por su situación, dejan que el miedo se interponga en el trato con Alfonso, él y su compañera agradecen las facilidades que han puesto en esta situación. “Es digna de ver la cultura y la clase que tiene la gente en el barrio”, cuenta Alfonso, orgulloso por cómo organizan las colas y los turnos los propios clientes y el respeto que la mayoría tiene por todas las medidas de seguridad ya tradicionales, a las que se suma que solo dos clientes pueden estar en la tienda al mismo tiempo.

Ahora, a la vez que Alfonso aprecia enormemente la actitud y el valor de todos los que siguen yendo a comprar a su frutería, él mismo no deja de recibir agradecimientos por parte de esos clientes, que reconocen constantemente su labor al pie del cañón. Y, además, esa labor no se limita a las cuatro paredes de su local, sino que llega hasta los domicilios de los clientes más mayores y que se exponen a un mayor riesgo al salir a la calle, pues Alfonso y su compañera se encargan personalmente de preparar sus pedidos y llevárselos a sus casas.

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