#HÉROES SIN CAPA | Celador: “Nos llaman héroes, pero lo que no queremos es ser mártires”
Roberto González, a sus 57 años, trabaja como celador sanitario en el área de Radiología del Hospital Provincial de Córdoba, donde normalmente se encarga de trasladar a los pacientes que necesiten radiografías, ecografías o TAC, entre otros. Sin embargo, la emergencia sanitaria provocada por el coronavirus ha cambiado su rutina laboral y lo ha puesto en las primeras filas de la batalla. Ahora, en lugar de trasladar a los pacientes, traslada un equipo de rayos X portátil para realizar placas de tórax a los enfermos con Covid-19 sin que estos tengan que salir de sus habitaciones.
De esta forma, se minimiza el movimiento de los enfermos por el hospital y el riesgo de propagar el virus, pero no el contacto físico con ellos, pues Roberto y sus compañeros tienen que entrar en las habitaciones e incorporarlos para realizar las radiografías. Todo ello, desprovistos de las medidas de protección adecuadas, como los equipos de protección individual (EPIs), de los que no han dispuesto hasta la tercera semana del estado de alarma. Por ello, han tenido que buscar alternativas para protegerse frente al riesgo de contagio. “Aquí nos ponemos triple guante, dos batas y mascarillas, que no son quirúrgicas, pero tampoco son las FFP2”, cuenta Roberto a CORDÓPOLIS.
Esa falta de protección se debe a su escasez hasta ahora en todo el territorio nacional, pero también a que el Ministerio de Sanidad ha considerado a los celadores, camilleros y trabajadores de limpieza como personal con “exposición de bajo riesgo”, por lo que no son los primeros receptores del material sanitario que va llegando. “Nos llaman héroes, pero lo que no queremos es ser mártires”, explica Roberto, que, además de trabajar sin la protección necesaria, tiene que hacerlo con “la incertidumbre de no saber” si tendrá el virus o no, ya que no puede realizarse la prueba de coronavirus si no muestra síntomas de contagio.
Incertidumbre y miedo de contagio en el hogar
A esa incertidumbre se suma el miedo a contagiar a su pareja, Lola, una realidad que comparte la mayoría de los profesionales que siguen trabajando durante el estado de alarma y que, en el caso de Roberto, es aún más delicada, pues ella acaba de superar una operación de cáncer de mama y tiene que hacer frente a limitaciones en su movilidad. Por ello, los médicos le han prohibido ocuparse de actividades como la limpieza del hogar, pero las condiciones en las que trabaja su marido hacen que Lola se vea en la necesidad desinfectar la casa a diario, ya que el personal de limpieza que antes tenía ha dejado de trabajar durante estas semanas.
Por su lado, Roberto también tiene que seguir un ritual de desinfección cada vez que vuelve de trabajar. Este consiste en descalzarse antes de entrar y ducharse con un gel antiséptico que han podido conseguir a través de Internet, pues las farmacias a las que suelen acudir también han sufrido la escasez de esos productos. A eso se añade que tiene que guardar constantemente la distancia de seguridad con Lola, dormir en una cama separada, salir a hacer las compras y hacer la comida, lo cual supone “mucho estrés”.
“Nos sentimos desamparados, mi marido en el hospital y yo en casa”, cuenta Lola, que, aunque ha superado un año de quimioterapia con optimismo y siempre ha tenido ánimo, ahora empieza a echarlo en falta.
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