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Fotograma de la película '1984', protagonizada por John Hurt.

Manuel J. Albert

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El filósofo Ramón Román destaca en el ciclo 'Cienciaficcionados' las similitudes de la actualidad y el universo distópico de '1984'

Cuando en 1948 George Orwell se enfrascó en la escritura de su particular vaticino del rumbo que podrían tomar las sociedades estalinistas y totalitarias, la novela 1984 -ojo al buscado baile de dígitos-, el inglés imaginó un mundo en el que el control social se ha convertido en algo total. Los individuos viven sujetos a una continua monitorización de sus vidas a través de un ejercicio salvaje de la violencia por parte del Estado y, sobre todo, de infundir un miedo perpetuo en su día a día. Un temor que se cristaliza en las telepantallas, presentes en cada rincón de sus casas, empleos e incluso en la calle. Una suerte de televisiones que reciben imágenes pero también las emiten. Como videocámaras de vigilancia atentas a todo aquello que ocurre en su campo de visión: la vida misma de las personas.

¿Les suena? Han pasado 30 años desde que vivimos en 1984. Pero hoy, más que nunca, nuestra sociedad se parece a algunos de los aspectos más oscuros subrayados por Orwell. “Pero él plantea en su novela que ese control se establece desde el miedo al castigo, no se imaginaba que el poder podía controlar y recompensar a la vez; no podía pensar que nos entregásemos sin más”, explicaba anoche Ramón Román, profesor de Filosofía de la Facultad de Filosofía y Letras de Córdoba, en el restaurante El Astronauta. Allí, se celebró la segunda sesión del programa Cienciaficcionados. Cuando las letras se unen a la ciencia, organizado por la Unidad de Cultura Científica de la Universidad de Córdoba y el Campus de Excelencia Internacional Agroalimentario ceiA3, en colaboración con la Dirección General de Cultura de la UCO y la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT).

Durante algo más de una hora, la periodista Marta Jiménez, el filósofo y los asistentes que llenaron el aforo reflexionaron sobre las coincidencias entre la mirada que Orwell planteaba para su distopía -término de origen anglosajón que define lo contrario a una bucólica utopía- y la actualidad. “Hoy, nos hemos entregado voluntariamente a exhibir nuestras vidas en las redes sociales de Internet con una mirada plenamente pornográfica. Eso es algo que no esperaba Orwell en 1984. Hoy solo queremos salir en la pantalla porque si no apareces no existes. Vivimos en una imagen de dos dimensiones”, señalaba Román.

A diferencia de lo que expone la novela, la tecnología ha facilitado que aceptemos y asimilemos el control constante sin problemas. Los teléfonos móviles inteligentes, dotados de sistemas de geolocalización, nos sitúan de forma permanente en el mapa. “Y hay cámaras de videovigilancia por todas partes y las hemos asumido como un signo de seguridad personal. Todo ello ha hecho que la distinción entre la vida pública y la personal -o la íntima- haya saltado por los aires”, alerta el filósofo. “Nuestras vidas están permanentemente monitorizadas a través de las bandas magnéticas de las tarjetas de crédito, por ejemplo. Pero lo interesante, cuando leemos 1984 es que ese conflicto que plantea la novela ya no lo percibimos como un problema”.

Además de la pérdida de la intimidad, Román destacó otro punto coincidente que la realidad tiene con el universo paralelo de 1984: la prevalencia de la mediocridad. “Las pasadas navidades el libro más vendido fue uno escrito por Belén Esteban”, puso como ejemplo definitorio. El filósofo recordó que vivimos en una sociedad que ha relegado las disciplinas no instrumentales del conocimiento -buena parte de los conocidos como estudios de Letras- evitando que los jóvenes profundicen en lenguas clásicas, filosofía o historia. “Nuestra sociedad se ha convertido en una sociedad de la imagen. Y la imagen es mucho más fácil de manipular si queremos reinterpretar la historia y la realidad”, continuó Román . “En eso, también lo hemos hecho mejor que lo que planteaba Orwell. En su distopía, la manipulación había que hacerla línea por línea en cada texto. Nosotros solo tenemos que alterar un vídeo”.

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