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El gigante que vivió en Lucena en el siglo XI

La tumba en la que se encontraron los restos del gigante de Al Andalus.

Alfonso Alba

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Una revista científica publica el trabajo de los arqueólogos que descubrieron en 2006 una necrópolis judía en la Ronda Sur, con un ancestro más grande de lo común

Hace ocho años, en 2006, la Consejería de Obras Públicas construyó la Ronda Sur de Lucena. Maquinaria pesada topó con un gigante sin saberlo. Los arqueólogos tampoco lo sabían. Hasta entonces, había muy pocos testimonios que probaran de una manera arqueológica la importancia que Lucena había tenido en los siglos X y XI, durante el esplendor de Al Andalus, como comunidad judía. Hasta entonces. Las máquinas se toparon con una necrópolis judía, que además de demostrar el pasado hebreo de la ciudad dieron con los restos de un gigante que se acaba de hacer famoso tras la divulgación en El País de un estudio publicado en la revista especializada Anthropologischer Anzeiger.

Los trabajos de movimiento de tierras pusieron al descubierto restos humanos correspondientes al cementerio antiguo de la ciudad en época medieval andalusí, que en Lucena corresponde a la comunidad judía gobernante. Según el reportaje de El País, el pueblo de Lucena se llamaba entonces Eliossana (“Dios nos salve”, en hebreo) y vivía su máximo esplendor. Funcionaba como una ciudad judía independiente del poder islámico de Córdoba, Sevilla y Granada. “Los musulmanes y los cristianos tenían prohibida la entrada al interior de su recinto amurallado”, explica Botella, director del Museo Arqueológico y Etnológico de Lucena. Según Ibn Hawqal, un viajero musulmán del siglo X, Lucena era la ciudad en la que los judíos castraban a los esclavos para destinarlos a los palacios de los mandatarios musulmanes.

Pero volviendo a los restos hallados, en la zona se encontró la tumba de un gigante, bautizada como TB.4. Apenas se conoce su nombre ni sobre todo su historia, más allá de que murió con 30 años y que está documentado que sufrió gigantismo, una enfermedad. Su tamaño no ha podido ser calculado exactamente, ya que la excavadora se llevó por delante sus piernas. Pero sí se sabe que el tamaño de su mandíbula, superior a los 10 centímetros, era descomunal, mucho mayor que los 7,5 centímetros de media que el resto de sus vecinos. a hipótesis de los científicos es que el grandullón de al-Ándalus padecía una enfermedad rara que hace que una glándula en la base del cerebro, la hipófisis, fabrique demasiada hormona del crecimiento.

Tras una intervención arqueológica de cinco meses, y la realización de la correspondiente memoria arqueológica del yacimiento, el Ayuntamiento de Lucena reservó la parte norte de este cementerio histórico para su conservación. En virtud del convenio de colaboración firmado por el Ayuntamiento de Lucena con la Federación de Comunidades Judía de España se valló y adecentó el espacio de reserva para el reenterramiento de los escasos restos humanos, tras su completo estudio antropológico. La comunidad judía protestó tras el hallazgo de la necrópolis, y entendió que los restos, por muy antiguos que fuesen, debían seguir descansando en el lugar en el que fueron depositados. El gigante de Al Andalus también.

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