Diario del Confinamiento. La Belgique, douze points
Y, de pronto, el candidato inesperado: Bélgica. Esto suele pasar, es lo que tienen los “talent shows”, que es como se llama a todo formato competitivo de frikis de cualquier disciplina en T.V. y que ya había inventado Eurovisión en plena Guerra Fresca, antes de cualquier tratado de presunta unión ni zarandajas de esas.
Bélgica ha ganado sólo una vez en Eurovisión. Lo hizo una joven de trece años llamada Sandra Kim. La canción se llamaba “J´aime la vie”. Título, no por manido, muy sugerente, y muy adecuado en estos tiempos en los que sobrevivir vuelve a estar tan sobrevalorado. No sin razón, supongo.
No he estado allí nunca, pero creo que Bélgica tiene que ser un lugar curioso, donde la gente habla francés, alemán y flamenco, también italiano, me parece. Creo que allí se comen muchos mejillones y poco jamón decente. Alguien decidió que eso era un símbolo muy europeo y allí se instalaron organizaciones supranacionales de gobierno; es decir, lobbies de intereses privados, no nos engañemos.
Por una rocambolesca historia de amor, chaquetas blazers azules de tres botones, escotes palabra de honor y cazadoras verdes de pelo de vicuña, en estos días Córdoba y Bélgica se han visto relacionadas. “Flandes ha venido a mi chalet”, dicen que podría haber dicho un orgulloso anfitrión del show.
Nombran a nuestro poblado en los noticiarios internacionales; pero lo hacen como cuando España se come el mojón habitual en Eurovisión. Es decir, con una mezcla de penita, chufla y deshonor. Y, en este caso, con irresponsabilidad sobrevenida.
Pero, ah, amigos belgas, seáis quienes seáis, recreémonos en nuestro aristocrático y algo patético palmarés (de “palmar”) en Eurovisión: Bélgica ha quedado ocho veces última, España, cinco.
No sé ya ni quien gana o pierde en desastres desde los tiempos de Flandes (con lamentable rima interna incluida).
Malamente, que diría la chica esa de los chándals de diseño.
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