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“Antonio corre que esto se cae”

FOTO: ALFONSO ALBA

Alfonso Alba

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El principal acusado por el derrumbe de la calle Palomares se declara inocente y dice que la zanja que se hizo “estaba perfecta”

“Antonio corre que esto se cae. Antonio corre que esto se ha caído”. Antonio G. C., el principal acusado por el derrumbe de la calle Palomares que en febrero que 2007 sepultó a un matrimonio que dormía en su casa junto a sus dos hijos, que sobrevivieron, ha descrito así, esta mañana, ante el tribunal cómo se enteró del “siniestro” que acabó con la vida de estas dos personas. Según su testimonio, estaba tranquilo porque el trabajo se había hecho bien. En el momento del siniestro, no estaba en la obra. Recibió una primera llamada al móvil. “Antonio corre que esto se cae”. A los minutos, una segunda llamada le urgía más todavía: “Antonio corre que esto se ha caído”.

Antonio G. C., sobre el que pesa una acusación de siete años y medio de cárcel, se ha declarado inocente de los hechos que se imputan, un doble delito de homicidio por imprudencia grave y otro contra los derechos de los trabajadores. Según el principal acusado, que actuaba en la obra como contratista y jefe de los trabajos, la zanja que se abrió y que provocó la caída del muro y el fatal derrumbe no se hizo mal. “Estaba perfecta”, llegó a decir ante la juez de Penal 1.

En el interrogatorio, este contratista ha defendido, a preguntas de fiscal y acusación, que la zanja se dejó así “porque en ningún momento yo podía pensar que eso tenía peligro”. Pero lo tuvo. El 21 de febrero, a las 8.00 de la mañana, el muro sobre el que se apoyaba la casa de la calle Palomares esquina con Muro de la Misericordia cedió y se vino abajo, arrastrando consigo más de la mitad de la estructura del inmueble. En los escombros quedó sepultado el matrimonio fallecido y uno de sus hijos, que aún conserva cicatrices. Su hermana Mayte resultó ilesa.

Antonio G. C. ha negado, rotundamente, que el día previo al derrumbe discutiera con el capataz de la obra, que según ha declarado mantenía diferencias con él por el modo en como se estaba llevando a cabo la cimentación del solar. “Eso es rotundamente falso”, ha dicho el acusado. De la conversación fue testigo una arqueóloga, que pasará ante el tribunal en esta semana. Aparte, ha negado que el muro que cedió estuviera, a primera vista, en mal estado y ha achacado su derrumbe a intensas lluvias y a un terremoto que se registró en la ciudad nueve días antes del siniestro.

Además de Antonio G. C., están sentadas en el banquillo de los acusados otras cinco personas más: el promotor de la obra, el socio de este contratista, dos arquitectos y el gruísta que estaba maniobrando cuando el muro cedió. Sobre todos pesa una acusación conjunta de 26 años de prisión. Todos se han declarado inocentes y esta mañana han declarado cuatro: los dos contratistas, el promotor y un arquitecto.

El promotor de la obra, D. E. G., que preveía la construcción de diez viviendas en la zona y que se enfrenta a una pena de cuatro años y medio, fue interrogado por la existencia o no de un plan de seguridad. El acusado insistió en que nunca se pasó por la obra y que confiaba en la empresa constructora que contrató para los trabajos. Además, argumentó que siempre que había trabajado con esta firma ellos mismos se habían ocupado de toda la documentación, como por ejemplo el plan de seguridad. Fiscal y acusación le recordaron que según la ley vigente en ese momento la dotación de un plan de seguridad era competencia del promotor.

El otro contratista acusado, J. C. M., defendió que se había desentendido de la obra en la que se produjo el siniestro. Según declaró, se repartía las obras con su otro socio y principal acusado, Antonio G. C., que actuaba de facto como jefe de obras en Palomares. Para J. C. M. se solicita una pena de dos años y 11 meses de prisión.

La primera jornada del juicio la cerró uno de los arquitectos acusados, que aseguró era muy difícil prever que el muro se pudiera venir abajo de la manera en que lo hizo.

Está previsto que el juicio se prolongue durante toda la semana. Por la sala tienen que pasar un total de 20 personas, entre testigos y acusados. La hija del matrimonio fallecido, Mayte Sánchez, que asiste a la vista declaró poco antes de su inicio que está deseando “poner fin a estos cinco años” de angustia. Sánchez insiste en que “no se tomaron las medidas de seguridad adecuadas” y que por eso se vino abajo el muro que sepultó a sus padres. “Nosotros le habíamos llamado la atención muchas veces”, aseguró, por unas obras que hacían que “vibrasen los muros” de su casa.

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