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67 toneladas de hachís por una carretilla elevadora

Traslado de la droga desde la Torrecilla, tras ser incautada. | MADERO CUBERO

Alfonso Alba

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La Policía Nacional logró desmantelar una de las mayores redes de narcotráfico de España por casualidad

La historia del hallazgo del mayor alijo de hachís de España (67 toneladas ocultas en naves industriales de La Torrecilla) es la historia de una carretilla elevadora y, desde luego, de una casualidad que ha obligado a la Policía Nacional a realizar una investigación al revés: primero, el alijo, y después los detenidos, cuando suele ser al contrario.

Este periódico se ha hecho con el auto de procesamiento de los siete narcotraficantes a los que la Policía Nacional acusa de ser los propietarios de la mayor cantidad de hachís jamás hallada en una misma operación en España, dictado por el titular del Juzgado Central de Instrucción número 6 de la Audiencia Nacional, Eloy Velasco. Y ya el auto arranca con lo que no deja de ser la historia de una carambola que lleva a un hallazgo increíble y a una investigación realizada al revés.

Todo empezó el 3 de mayo de 2013. Antonio M. R. acudió a la nave número 50 de la Avenida Apreama del polígono industrial de Amargacena, contiguo a la Torrecilla. Su jefe le había mandado allí a recoger una carretilla elevadora que le tenía alquilada a los narcotraficantes (algo que desde luego no sabía). Antonio M. R. fue tranquilamente a por la carretilla cuando “un individuo que se escondía detrás de la puerta le amenazó con una pistola, le tiró al suelo y le tapó los ojos y la boca, atándole de pies y manos”, escribe el juez. El hombre pudo ver, antes de que lo amordazaran, que en el centro de la nave había otras dos personas a las que ya habían reducido y maniatado. Se trataban de Antonio Torres García y otra persona, al que el juez acusa de ser dos narcotraficantes. Antonio M. R. pudo ver cómo otra persona les pateaba en el suelo.  Diez o quince minutos después, ya con los ojos tapados, escuchó arrancar un motor.

Antonio Torres y otra persona (el cabecilla de los narcotraficantes, hoy en paradero desconocido) lograron desatarse, a pesar de que sangraban “abundantemente”. Antes de abandonar la nave, desataron a Antonio M. R., y salieron “con el pretexto de que iban a un bar a pedir ayuda”. Pero nunca volvieron. Antonio M. R., desconcertado, decidió llamar a la Policía Nacional.

A pocos metros de allí, en la nave número 6 de la misma Avenida Apreama, un tremendo ruido alertó a los trabajadores del polígono. Los supuestos agresores de Antonio M. R. y de los otros dos narcotraficantes habían empotrado un vehículo de gran cilindrada y de color gris contra la puerta de esta nave, pero no lograron reventarla. La puerta estaba protegida por enormes y pesados bloques de hormigón. Estos ladrones huyeron en cuanto vieron cómo se asomaban docenas de curiosos alarmados por el ruido. Los curiosos comenzaron a asomarse a la nave y comprobaron cómo por el suelo había desparramados entre 11 y 15 fardos de hachís, por lo que también llamaron a la Policía Nacional.

Fue así como comenzó la investigación. Por un lado, los agentes ayudaban a un desconcertado Antonio M. R., al que le habían dado una paliza. Por otro, solicitaba el correspondiente mandamiento de entrada al juez de guardia en la nave que había estado a punto de ser asaltada. Al entrar, vieron cómo dentro de 19 cajas de cartón y 35 de madera había 52.600 kilos de hachís.

Al día siguiente ocurrió otro hecho desconcertante y que aún no ha sido resuelto: apareció el coche con el que se intentó asaltar la nave que contenía la droga, un Sanyong modelo Rexton que estaba a nombre de Josefa Hervás Gómez, esposa de Antonio Torres García, uno de los dos narcotraficantes que habían sido golpeados en la primera nave. ¿Por quién? El auto de procesamiento habla de “presuntamente” por una banda rival que quería robarle la droga. ¿Fue esa banda la que le robó el coche a Antonio García? ¿Fue el propio Antonio García el que decidió, a la desesperada, ir a la nave a por su propia droga? El auto no responde a estas dos preguntas.

Lo que está claro es que la nave estaba alquilada a su nombre. En la primera nave, en la que le golpearon a él, al cabecilla de la red de narcotraficantes, se encontraron contenedores vacíos y embalajes. Todos ellos similares a los localizados con posterioridad en otras naves llenas de droga. Se deduce, por tanto,

que la nave había sido usada bien para ocultar hachís o bien para embalar la droga. Esta primera nave estaba alquilada a nombre de Oliver Fernández Rosales, también procesado en la causa.

Pero aún iba a haber más sorpresas. Mientras los agentes llegaban a esta primera nave aparecieron Francisco Javier Herrera (hermano de José Luis, el cabecilla) y un tal Juan Manuel Nogueras. Otra persona había llamado ambos para contarles lo que había pasado sin percatarse de que allí ya estaba la Policía. Estas dos personas fueron detenidas.

Mientras, los agredidos Antonio García y otra persona emprendían la huida. El primero se fue hasta el piso franco que los narcotraficantes tenían alquilado en la avenida de Cádiz. Desde allí, salió huyendo hasta otro piso que tenía alquilado en la Aldea de El Rocío confiando en que iba a estar ocupado por unos amigos. Sin embargo, se encontró la puerta cerrada. Al día siguiente, y todavía en la calle, fue detenido con las llaves del Sanyong en su poder.

Pero Antonio tenía más llaves que iban a abrir otras puertas y otros vehículos cargados de más droga. En su poder estaban las llaves de una nave en la calle Juan de la Cierva de la Torrecilla donde había otros 291 kilos de hachís. También las de la nave de la avenida de la Torrecilla número 16 (callejón), en las que se interceptaron otras 11,6 toneladas de droga.

Mientras, el cabecilla del grupo está en paradero desconocido desde el mismo día en que se produjo la agresión. Según el auto del juez Eloy Velasco, lo último que se sabe de él es que acudió al piso franco de la avenida de Cádiz junto a Antonio García a curarse las heridas y que de allí decidieron emprender la huída por caminos distintos. Y así hasta día de hoy.

CÓMO FUNCIONABA LA ORGANIZACIÓN

La red llevaba el estupefaciente desde Marruecos hasta Córdoba, donde tenían la base operativa, en un trailer de gran capacidad utilizando de cobertura palés de frutas o electrodomésticos. Con el fin de no ser detectados en los controles policiales embalaban la droga de forma prensada y termosellada con cera para que no se filtraran olores al exterior. Una vez descargada la mercancía, era distribuida por naves situadas en diferentes polígonos industriales de Córdoba y Granada, ciudad esta última donde tenían previsto instalar su negocio criminal.

En su auto, el juez destaca el alto nivel de vida que llevaban algunos del los integrantes del grupo, como demuestra que uno de ellos le regalara un coche valorado en 35.000 euros a su hija cuando solo cobraba el subsidio de desempleo o que su mujer fuera detenida en una clínica de estética cuando se realizaba las pruebas para una operación de aumento de pechos valorada en 4.000 euros. Esta mujer también ha sido procesada por el juez un delito de denuncia falsa con la que intentó exculpar a su marido, Antonio García.

Cada uno de los miembros del entramado tenía una función concreta. Mientras que los jefes controlaban todo el proceso la distribución de la droga y negociaban su precio y calidad, otros se encargaban de los pisos, coches, contabilidad e infraestructura de todo tipo necesaria para llevar a cabo su actividad.

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