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Pruebas de vida extraterrestre

Elena Medel

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Ejercicio de agudeza visual: distinga las figuras humanas presentes en la imagen —una cualquiera— de las que corresponden a la vida extraterrestre.

El brillo en los ojos para el «este». La precisión en los movimientos para el «aquel»: dubitativos en los criados en el planeta Tierra, secos si descendieron de alguna nave con aviesas intenciones. Si usted es uno de nosotros, que igual no, reconocerá nuestros vicios y virtudes. Si usted es uno de ellos, que igual sí, les sonará el movimiento de cuello, como desengrasando la maquinaria, antes de fijarse en algún periodista cuya crónica más reciente estorbó sus planes de dominación universal.

Se han integrado bien: adoptaron nuestras costumbres y, fieles y exactos, las ejecutan con limpieza. Reconozca en la fotografía las banderas y los logotipos institucionales al fondo de la escena; próximas al objetivo, aumentando con la cercanía su tamaño, los micrófonos y los botellines de agua. El espacio entre ambos espacios, mínimo y metafísico, lo ocupa y señaliza un manojito de folios y detrás, quizá, surgiendo de varias propuestas de titulares y —con suerte— un dato jamás antes escuchado, esos que identificamos como miembros de nuestra propia especie: varios seres cuya apariencia y cuyas actitudes permiten sus inscripción en el género humano, que no en el animal o en el juzgado por la botánica o en el que se almacena en el negociado de Ray Bradbury. A ver quién es ahora el listo que acusa: tú no, tú viniste de Saturno, de Júpiter, de cualquier planeta que solo pareciera existir en los libros de texto.

Entre las cinco figuras de la imagen se esconde un ser que no pertenece al orden de este mundo. Puede tratarse de uno, o pueden tratarse de dos o de los cinco. Nos enfrentamos a una peligrosísima suplantación de la identidad de nuestros representantes en las instituciones a cargo de un grupúsculo de habitantes de galaxias lejanísimas. Porque, claro, cómo te vas a imaginar que un político que cobra un sueldo nacido de los impuestos de todos y de las ayudas a todos actúe con el rostro infinito de quien convoca una rueda de prensa para hablar de NADA. En nuestros congéneres presuponemos cierto amor propio, cierta vergüencita que imposibilita la venta de humo como costumbre diaria, al nivel de la media con tomate y jamón o las abluciones mañaneras. Porque para decir NADA te resguardas en tu despacho o en tu casa.

Así que entonces eso.

Así que entonces a mí me cuesta pensar que nadie justifique su puesto de trabajo orbitando en torno a NADA.

Así que entonces a mí me cuesta pensar que esas cinco figuras de la imagen, en resumen, que puede ser cualquiera de las que a diario aparecen en los medios, hayan avisado a periodistas —no ellos, sino sus asesores de prensa—, se hayan movido desde sus despachos —no ellos, sino sus coches oficiales o billetes de preferente en alta velocidad— y se hayan elevado hasta la sala de prensa —no ellos, sino sus extremidades inferiores de alienígena— para disertar acerca de NADA.

Se turnan en el uso de la palabra. Confirman su dominio de la gramática, la sintaxis y otros resortes que facilitan la comunicación. Hola, buenos días, les hemos convocado para NADA. Como saben, las obras o el proyecto o las conversaciones con la Institución Enemiga se iniciaron NADA y durante los años de bonanza hemos potenciado NADA. Sin embargo, la actual coyuntura económica complica NADA. Ágiles, declamando con un tono severo que chocará con la noticia del vídeo o el audio o la página siguientes, como para subrayar su autoridad, durante unos minutos su discurso se enquistará en asuntos fun-da-men-ta-les como NADA y NADA.

Posan junto a maquetas, sonrientes, cuando anuncian la edificación inminente de un nuevo museo, centro cultural, inmueble de usos colectivos o granero de colegas sin cargo. Posan junto a maquetas, desolados, mientras explican que falta contenido o director o mobiliario o ejecución enterita porque la Institución Enemiga no ha asfaltado las zonas colindantes o porque las Instituciones Enemigas no han asumido su parte del pastel o porque NO o bla y bla y bla y NADA. Y ahí se guardan las maquetas, en la Sala de las Ídem, las unas junto a las otras: una ciudad paralela y de mentira.

Cuidado con los extraterrestres. Por la televisión sabemos que se alimentan de ratones y edificios vacíos; que las escamas verdes les asfaltan la piel. Responden a todo que no o responden a todo que sí y en algunos momentos la condición no terrícola se les descubre porque les brota su idioma original y pronuncian diversos vocablos en el mismo. Se escucha «C4». Se escucha «Museo de la Ciudad en el Convento de Santa Clara». Se escucha «Ciudad de la Justicia». Se escucha «Biblioteca de Los Patos». Se escucha «Fundación Rafael Botí». Se escucha «Museo de Bellas Artes». Se escucha «Centro de Congresos». Se escucha «Sala Puertanueva». Se escucha «Antigua Prisión de Fátima». Y nadie entiende nada.

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