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Que cada palo aguante su decisión

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José Carlos León

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Ya ha pasado una semana de las elecciones ¿Te acuerdas? Felicidades para los ganadores y cicuta senequista para los perdedores. Ya te dije hace unas semanas que por muy convencido que estuvieras de tu voto, la decisión iba a tener mucho de animal y poco (menos de lo que te imaginas) de racional. El caso es que elegiste la opción que mejor te venía en ese momento. Si votaste al bloque de la derecha, puede que la misma noche del domingo te dieras cuenta de que quizás tu papeleta sirvió para todo lo contrario que querías, y si votaste a los vencedores de izquierdas quizás tardaste dos días en saber que toda su fiesta social, progresista y reformista se pagará de tu bolsillo, algo que todo el mundo sabía pero que nadie te había contado.

Paso de darte el coñazo político. Lo que quiero es que esta introducción sirva para que te hagas una idea de la importancia que en tu vida tienen las decisiones que tomas cada día y de sus consecuencias, desde las más grandes a las más pequeñas, desde las cotidianas a las trascendentes. Ciertos estudios recientes señalan que las personas tomamos unas 35.000 decisiones diarias, de las que más del 99% son absolutamente inconscientes, en piloto automático. Si el cerebro tuviera que gastar tiempo y energía en racionalizar cada decisión nos paralizaríamos y probablemente moriríamos por un colapso, de forma que apenas nos dedicamos a razonar algo más de 200 cuestiones al cabo del día. Puede que algunas de las decisiones importantes se hayan colado en ese largo 99%, y quizás eso empiece a explicar algunas de las cosas que te pasan y, lo que es peor, algunas de las que te gustaría que pasaran pero no suceden ni por asomo.

Deja que te diga algo por si no te habías dado cuenta: eres el resultado y la consecuencia de tus decisiones.¡De todas! Hoy estás haciendo algo tan aparentemente intrascendente como leer este artículo en base a todas las decisiones que has tomado en tu vida, de lo que elegiste hacer y lo que no, de los trenes que cogiste y de los que dejaste pasar, de las puertas que se abrieron y de las que se cerraron, de las personas que elegiste tener a tu alrededor, de los libros que leíste, de los viajes que hiciste y hasta de las copas que tomaste. Eres el producto de ese cúmulo de pequeñas grandes decisiones. Incluso no elegir es una opción personal en sí misma, una decisión que implica que probablemente alguien decida por ti y que pierdas la libertad de elegir que Viktor Frankl describió en esa joya que es “El hombre en busca de sentido”.

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¿Te gusta tu vida? Felicidades, tus decisiones (al menos la mayoría) han sido correctas o han estado alineadas con ese plan que has ido construyendo con el paso de los años. ¿No? Pues echa un vistazo a las decisiones que tomaste en su momento y que han hecho que el momentáneo final de esta película no sea el deseado. Hablando de películas, de eso va El efecto mariposa, de cómo un pequeño gesto en un momento determinado hace años podría haber cambiado para siempre el curso de tu vida. De eso va la toma de decisiones. Nos dan un enorme poder, pero al mismo tiempo son un marrón. Quizás ya no puedes cambiar las que has tomado hasta ahora. La buena noticia es que hoy tienes otras 35.000 por delante, y puede que alguna de ellas te cambie la vida para siempre. Que sea a mejor o a peor ya es cosa tuya.

Decidir viene del latín decidere, que significa “cortar” o “separar”, y es que al fin y al cabo, cuando decides estás descartando otras posibles opciones hasta quedarte con la que crees que es mejor. La putada es que nunca sabes si la decisión que has tomado es la acertada. Eso sólo lo sabemos a toro pasado. Lo que está claro es que esa decisión es la mejor, porque sencillamente, las otras ya no existen.

Aquí viene otra cuestión importante y que tiene matices semánticos. En español utilizamos la expresión “tomar una decisión”, pero en inglés se usa tanto take a decision (la traducción literal de la nuestra) como make a decision. Aunque la diferencia puede ser mínima, los lingüistas indican que la primera se refiere a una elección puntual acerca de algo ya existente, mientras que la segunda apunta a un proceso temporal de construcción de algo que aún no ha tomado cuerpo. Make significa hacer, pero con ese matiz de manufactura, de artesanía, de algo hecho con mimo a mano. Quizás tendrías que plantearte qué haces o qué hiciste con buena parte de tus decisiones: si simplemente las tomaste en un momento y dejaste que hicieran por ti o, si a partir de una elección inicial, las fuiste construyendo día a día en base a un plan personal. La diferencia estriba en cuánto de lo que eres hoy (y de lo que serás mañana) depende de ti o de las caprichosas circunstancias.

En todo caso, elige, toma decisiones, arriésgate incluso con la alta probabilidad de que te equivoques. Las decisiones son el mejor (puede que el único) antídoto ante el cansancio emocional, esa agotadora y pesada carga que nos paraliza ante la incertidumbre de qué camino elegir, de que opción tomar. Retrasar la decisión no hace más que agudizar el cansancio, ese que tú y yo hemos sentido cuando sabíamos que teníamos que tomar una de las grandes decisiones de nuestra vida y no teníamos ni una sola certeza. En una de esas, un amigo me dijo:“Hazlo. Si te sale bien te alegrarás, y si te sale mal aprenderás. Si te quedas donde estás, ni aprenderás nada ni te alegrarás nunca”. Gracias Fran.

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