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Europa, más que nunca

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José Carlos León

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Hace algunas semanas que la Unión Europa se jugó su propio sentido en esa maratoniana cumbre en la que se decidió el alcance y las partidas del Plan de Reconstrucción tras la pandemia del coronavirus. El acuerdo no escondió las siempre notables diferencias entre el Norte y el Sur, entre los ricos y los pobres, entre los tecnócratas centroeuropeos y los necesitados mediterráneos, pero al final se firmó un programa de ayudas que de no haber llegado habría puesto en jaque el sentido de la UE.

Desde hace unos años me dedico a la gestión de proyectos internacionales en el marco del Programa Erasmus+. Hace más de 30 años que se gestó esta idea, cuyo objetivo era vertebrar la Unión y generar la movilidad entre los más jóvenes para que de sus experiencias pudiera surgir una auténtica identidad europea. Todo el mundo conoce a alguien que se fue de Erasmus, una oportunidad única de viajar, divertirse (sí, por supuesto) y conocer gente que se convierte en amigos para toda la vida. La educación, la innovación y la investigación siempre estuvieron en el ojo de la Comisión Europea, que dio por bien empleado cada euro que sirviera para generar una unidad históricamente inviable para nuestro continente.

Yo tuve la oportunidad de irme en su momento, pero al final no fue posible. Hubiera pasado un semestre en Belfast hace 25 años, en pleno proceso de desarme en Irlanda del Norte, y cada día me arrepiento de no haber podido disfrutar y exprimir aquella experiencia. El destino ha querido que hoy trabaje en un entorno internacional, viajando por toda Europa y conociendo a gente de todos los países y culturas. Con ellos me he dado cuenta de que hay muchas más cosas que nos unen de las que nos separan, que no son pocas. Los mediterráneos somos de una manera, los escandinavos de otra, los nuevos socios del Este tratan de quemar etapas y acelerar su integración, los británicos con su flema… Todo eso es verdad, pero al final queremos las mismas cosas. Nos gusta vivir bien y disfrutar de la vida, cuidar de nuestras familias y darle oportunidades a nuestros hijos, y todos nos damos cuenta de que la diversidad nos hace más grandes.

Hace unos meses, en un pueblo perdido de región de Las Marcas, en Italia, comí al lado de mi amiga Ruta. Ella es de Tallin, nació soviética y desde hace 30 años es estonia, y tiene vida para contar y no parar. Lo analiza todo bajo el prisma de la experiencia, y mientras compartíamos risas y vino conversamos acerca de la utilidad de un programa como Erasmus en una época de dudas y recortes económicos, y eso que aún no había llegado el coronavirus para cambiarnos la vida. “Mira José Carlos, hoy estamos aquí gente de varios países en paz, cuando hace menos de 80 años nuestros abuelos se estaban matando aquí mismo. Sólo por eso tiene sentido Erasmus”, me dijo Ruta aportándome una visión que hasta entonces no había llegado a entender.

Por eso hoy el programa sigue más vivo que nunca, incluso en los momentos más difíciles. De hecho, Europa es ahora más necesaria que nunca. Por eso la Comisión ha duplicado su presupuesto hasta 2027, porque ante el nacionalismo y el escepticismo, Europa es la respuesta.

Si el lado más conocido del programa Erasmus+, el del intercambio de estudiantes, sigue estando vigente, la faceta de uniones estratégicas entre organizaciones para desarrollar proyectos de innovación también sujeta ese sentido vertebrador, tanto de la institución como del territorio. Trabajar con gente de distintos países abre la mente porque genera vínculos personales, y, sobre todo, permite tener una idea más cercana de cómo vive la gente, cómo trabaja o cuáles son sus hábitos.

Si eso no fuera importante, y ahora más que nunca, Erasmus se presenta como un eficaz dinamizador de la economía del continente, ya que sirve tanto para generar y garantizar puestos de empleo como para estimular el consumo en todos los países miembros. Quizás por eso, ahora que muchas empresas han visto cómo se corta el grifo de la financiación o directamente han visto mermadas sus fuentes de ingresos, puede que Europa sea una solución para todos aquellos que quieran canalizar su talento, su conocimiento de idiomas y su deseo de viajar y conocer gente de toda la Unión. Quizás ahora más que nunca, Europa sea la respuesta.

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