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El vestido canta victoria

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Ana Fernández

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Antes, así, no ocurría. Pero en 2016, definitivamente, se mire donde se mire, se ven vestidos. Vestidos largos, mini, elegantes, bohemios, de muñeca, cruzados como el mítico wrap dress de Diane Von Furstenberg, étnicos, con transparencias, de malla, de crochet, de gasa, ibicencos, románticos, sobrios, de princesa del siglo XXI que se ríe del papel de princesa, rockeros, de rayas, el clásico mini vestido negro de Chanel, lisos, florales, deportivos, evasé, de tirantes, tipo túnica, pichis...

El vestido, nacido para abrigar, embellecer y diferenciar el cuerpo de las mujeres, ha atravesado siglos, culturas y latitudes llenándose de espectacularidad o de simplicidad; de aberturas y escotes; de volantes y capas; de bordados y miriñaques o de lisa esencialidad. Y en esa odisea de raíces egipcias, griegas y romanas, la prenda más femenina ha gozado de gloria y barroquismo; sufrido destronamientos y desdenes –porque, históricamente, a las mujeres nos urgía tomar posesión del pantalón-, y ha recorrido las pasarelas luciendo minimalismos que rozan el desnudo o que coronan la perfección gracias al New Look de Dior o el mago Elie Saab.

Se diría que el vestido, con el espíritu luchador de Scarlett O´Hara se prometió extender su imperio y que jamás volvería a estar relegado o encasillado en ceremonias y galas, moda infantil, princesas de cuento, señoras y reinas madre de UK, sino que soñó y soñó hasta imaginar las mejores escuelas de diseño, la espalda y las piernas más elegantes del planeta, y acabar aterrizando en un centro de distribución de ZARA repleto de vestidos de diversa talla y color, bellos ejemplares, congéneres perfectos para cada ocasión y cada mujer. De esta y otras formas, el vestido canta victoria este verano de 2016.

¿Cómo elegir un vestido? ¿De qué tipo y para qué? La ventaja de esta prenda es que embellece de manera absoluta cuando se acierta, aunque si no es así, se amplifica el efecto de un patrón o estilo equivocados. Un vaquero mejorable, un dos piezas anodino, tienen un pase, pero un vestido horroroso o que quede fatal es casi una catástrofe en el estilismo personal (y suele ser recordada). Pero es perfectamente evitable, porque siempre habrá un vestido perfecto para todo el mundo, todo lugar, momento y cita… si quiere llevar esta prenda, obviamente.

En mi lista direcciones y preferencias están los vestidos bohemios de Teria Yabar y sus creaciones de princesa; la colección étnica de Trucco; los vestidos de punto ultrasimples de Bershka, los floreados sueltos de tirantes y volantes de Stradivarius; los vestidos túnica de Bimba y Lola; la diversidad de Desigual; el reflejo de lo último y más inspirador presente en los de ZARA; los fluidos y mediterráneos de Mango; los cortos y playeros de Blanco; y puestos a soñar, la fantástica colección de revolucionado cuento de hadas que presenta para Otoño Dolce & Gabbana.

El vestido se hecho el amo. Parece que sí. Brilla para las mujeres en 2016, además de vestir al hombre en las pasarelas de la mano, entre otros, de Vivienne Westwood, dama de la moda, artífice del Punk y presente aliada del nuevo neutro.

Quién sabe algún día no tan lejano, vestidos y modernas togas sean tan unisex como los jeans.

Nota: Las menciones a marcas y productos no llevan aparejada ninguna contraprestación.

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