Crecí en los 70 bajo la influencia de la Señorita Pepis, un set de maquillaje para niñas del que arranca un amor interminable por el rojo de labios y el khol enmarcando la mirada. Las tendencias y la moda, la cosmética y el sublime arte del perfume me interesan con una pasión que solamente los adictos sabemos reconocer. Y sí, somos cientos de miles de personas -por cierto, muy distintas en edad y características sociales- para quienes la moda es una motivación, un bálsamo, un acicate, un exquisito pasatiempo. Ahora que Internet y las redes sociales han incendiado el mundo con la revolución fashionista, por qué no echar más leña al fuego desde las páginas de CORDÓPOLIS.
Suicidios
Escribo con un respeto tremendo, casi paralizada; solo lo hago, quizás, porque siento que urge hablar desde nuevas narrativas de los suicidios. Y, sobre todo, porque apremia hacer mejor y más para evitarlos. A escala planetaria se registran 740.0000 autolisis al año. Cada 43 segundos se suicida una persona en el mundo. Así se recoge en la reciente investigación de The Lancet Public Health, de 2025.
La actualidad informativa, reportajes y actividad social y de las instituciones se han encargado de recordarnos que cada 10 de septiembre se conmemora el día mundial para la prevención del suicidio. El lema de este año es: “Cambiar la narrativa”, para que las organizaciones, la sociedad y los gobiernos puedan entablar conversaciones “abiertas y honestas sobre el suicidio y la conducta suicida”, ya que ha sido un tabú hasta hace poco. El objetivo es “derribar barreras, aumentar la concienciación y crear mejores culturas de comprensión y apoyo”.
He leído en El País y elDiario.es el testimonio de personas jóvenes, como Eduardo y Lidia, y, de mediana edad, Javier y Jordi, que han superado el abismo de las conductas suicidas y los intentos de suicidio. Sus historias destilan esperanza y dejan pistas, cual hilo de Ariadna, sobre qué daña y qué cura, qué sirve y qué no, qué agrava, qué ayuda y qué salva, y sobre por qué la prevención de los suicidios es una misión colectiva con un escenario tan grande como la realidad social.
Se me ha hecho un nudo en la garganta con la gente voluntaria de Bizkaia que vigilan un espacio natural donde las personas se quitan la vida. Un padre huérfano de su hija (léase Lo que no tiene nombre, de Piedad Bonnett), Iñigo Recalde, ha puesto en marcha esta red de escucha y apoyo para prevenir el suicidio en el lugar donde perdió a su Naroa, de 14 años.
La prevención es el camino. ¿Cómo llevamos de andada la senda? Esa es otra cuestión. Puesto que conviene ser optimistas y alimentar la convicción de que la ciudadanía, trabajando unida, con tenacidad y en la dirección adecuada, conseguimos mejorar la realidad, diré que es claro que cada perfil de conducta suicida requiere una intervención personalizada y que, en consecuencia, hay que actuar mucho antes de que se produzcan heridas que acaban generando ese sufrimiento insoportable que hace invivible la vida y convierte en alivio o salida la muerte, dejar de ser.
Observamos que sufrir acoso escolar, la violencia ejercida contra menores de edad, ser víctima de violencia de género o de pederastia, constituyen sustratos o detonantes de conductas autolíticas. Y que una deficiente y tardía atención en salud mental, años incluso de espera hasta que se consigue un diagnóstico correcto; las adicciones, los problemas económicos, el llamado maltrato institucional más el aislamiento, ceban los terribles mecanismos del suicidio, al tiempo que se nutre ese silencio y ocultación que tantas veces acompaña al suicida.
Por lo tanto, además de las mejoras logradas -entre ellas el teléfono 024 de atención a las conductas suicidas en España-, de los programas en marcha, de la actividad de las asociaciones, de planes como el de la Universidad de Córdoba (UCO) para la prevención y posvención de la conducta suicida, es preciso poner más el foco en la influencia de las redes sociales y las nuevas tecnologías, en el control de la IA, en el abordaje de las conductas autolíticas en la población adolescente y menor de edad, y en atajar con rapidez y celo situaciones de acoso laboral que pueden suponer y han acarreado en ocasiones el suicidio de sus víctimas.
Se trata, en definitiva, de moldear nuestras sociedades como entornos aliados de vida plena. Así, el mundo debe ser un repertorio inagotable de salvavidas, de apoyos y de razones para seguir viviendo; salvavidas y medios para navegar de manera independiente dispuestos a ser entregados ya a quien los necesite.
Nota: Las menciones a marcas y productos no llevan aparejada ninguna contraprestación
Sobre este blog
Crecí en los 70 bajo la influencia de la Señorita Pepis, un set de maquillaje para niñas del que arranca un amor interminable por el rojo de labios y el khol enmarcando la mirada. Las tendencias y la moda, la cosmética y el sublime arte del perfume me interesan con una pasión que solamente los adictos sabemos reconocer. Y sí, somos cientos de miles de personas -por cierto, muy distintas en edad y características sociales- para quienes la moda es una motivación, un bálsamo, un acicate, un exquisito pasatiempo. Ahora que Internet y las redes sociales han incendiado el mundo con la revolución fashionista, por qué no echar más leña al fuego desde las páginas de CORDÓPOLIS.
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