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Sobre este blog

Crecí en los 70 bajo la influencia de la Señorita Pepis, un set de maquillaje para niñas del que arranca un amor interminable por el rojo de labios y el khol enmarcando la mirada. Las tendencias y la moda, la cosmética y el sublime arte del perfume me interesan con una pasión que solamente los adictos sabemos reconocer. Y sí, somos cientos de miles de personas -por cierto, muy distintas en edad y características sociales- para quienes la moda es una motivación, un bálsamo, un acicate, un exquisito pasatiempo. Ahora que Internet y las redes sociales han incendiado el mundo con la revolución fashionista, por qué no echar más leña al fuego desde las páginas de CORDÓPOLIS.

El manifiesto proyectista

Ensayistas, obras y Premio Nacional de Ensayo de 2025, de Remedios Zafra

Ana Fernández

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“Escuchemos, como ciudadanía global, un eco de la Ilustración actualizado al siglo XXI.

Un eco del pensamiento y el quehacer ilustrados que habla al pueblo, porque es del pueblo y de las personas soberanas; un eco que hoy se eleva para cegar los pozos de oscura impotencia y fangosa decepción que excava este capitalismo rampante, desbocado, a conciencia desgobernado, zombi, voraz, deprimente para quien lo sufre.

Un eco, en fin, de lo ilustrado, que renace y debe expandirse como blindaje ante las heridas paralizantes de autoritarismos y neofascismos, de eternizados colonialismos y esclavitudes y de persistentes racismos, sexismos, delitos de odio, y de cuyas garras somos testigos, pues vemos cómo continúan clavándose, desgarrando, matando, y seguirán haciéndolo, si no las destruimos o las desactivamos o las mandamos a un agujero negro más allá de Orión.

Este eco es el poder de la palabra. Especialmente de las palabras y de los códigos descriptores -al detalle, con código abierto- de proyectos. ¿Quién dice que las palabras no lo pueden todo? (…)“

Sirva este inicio imaginario o quizás real del Manifiesto proyectista para explicar los poderosos motivos por los cuales necesitamos repescar con urgencia para nuestros días un género o un subgénero literario de la Ilustración: el proyectismo, que es primo hermano de mi amadísimo ensayo, hoy tan brillantemente cultivado por mujeres y hombres que siguen la estela de grandes como Montaigne, Jovellanos, Ortega y Gasset, Beauvoir, Zambrano, Arendt…; así, me refiero a autoras y autores contemporáneos como Adela Cortina, Daniel Innerarity, Victoria Camps, Irene Vallejo, Paul B. Preciado o la cordobesa de Zuheros Remedios Zafra, flamante Premio Nacional de Ensayo 2025 por El informe.

Tanto amo el género ensayístico y tanto rechazo el sabor amargo de este virus derrotista que el autoritarismo pretende inocularnos (eso de que se salen con la suya quienes tienen la fuerza, carecen de escrúpulos y se mueven con total impunidad y desfachatez), que, la verdad, he pensado que a este movilizador y creador de masa social crítica y comprometida que es el ensayo, le hace falta, como compañero y aliado, el subgénero proyectista.

Esto es: el proyecto. Textos o hipertextos que narren con detalle cómo se han desarrollado iniciativas que han mejorado (o que pretenden mejorar) el mundo y la vida de las personas. El campo es infinito: empleo, transformación social de barrios y colectivos empobrecidos, educación, destrucción de la burocracia en su forma estéril, desmotivadora y laminadora de ilusiones (no cesan los ensayos y las novelas que denuncian la lacra burocrática, por algo será), igualdad, convivencia, promoción de la paz, naturaleza, medio ambiente, ciencia, investigación, economía a la medida de los derechos humanos, obra pública, acceso universal al cuidado de la salud, a la vivienda, dependencia, salud mental, empoderamiento de la juventud, miles de causas y espacios que aquí no cabrían.

Echo en falta textos que nos cuenten el modo en que algo bueno y que es necesario se puede poner en pie, ladrillo a ladrillo, con su gestación, sus equipos, sus avatares, su manera de superar dificultades, sus números, su financiación, sus medidas, sus trastiendas, su éxito, su sostenibilidad posterior. No hay que tener miedo a compartir proyectos. No debemos dejar que ese saber hacer sea fagocitado por reglas capitalistas desfasadas. Porque al compartir saber hacer compartimos esperanza y el horizonte azul de que las cosas se pueden hacer y llevar a la práctica exitosamente con el objetivo de ser viables y de beneficiar al bien común.

Se buscan escribientes para un subgénero revolucionario. Gentes como Trump y la avaricia SA van a tomarles manía. He avisado. ¡Salud!

Nota: Las menciones a marcas y productos no llevan aparejada ninguna contraprestación

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Crecí en los 70 bajo la influencia de la Señorita Pepis, un set de maquillaje para niñas del que arranca un amor interminable por el rojo de labios y el khol enmarcando la mirada. Las tendencias y la moda, la cosmética y el sublime arte del perfume me interesan con una pasión que solamente los adictos sabemos reconocer. Y sí, somos cientos de miles de personas -por cierto, muy distintas en edad y características sociales- para quienes la moda es una motivación, un bálsamo, un acicate, un exquisito pasatiempo. Ahora que Internet y las redes sociales han incendiado el mundo con la revolución fashionista, por qué no echar más leña al fuego desde las páginas de CORDÓPOLIS.

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